Categorías: Colaboraciones

Enrique Gilberto Bosques

G ilberto Bosques no fue un diplomático al uso, no fue de carrera, más bien entró a formar parte del Servicio Exterior mexicano a la carrera. El presidente mexicano, Don Lázaro Cárdenas, decidió nombrarle Cónsul General en Francia, cuando, en España, daba comienzo la cruenta batalla del Ebro.

Con la derrota del ejército republicano, noviembre de 1.938, los facciosos despejaron el camino  en la conquista de toda Cataluña, donde miles de ciudadanos, de toda clase y condición, se vieron abocados a huir hacia los distintos pasos fronterizos del Pirineo catalán camino del exilio.
      Ante el nuevo y trágico escenario en suelo hispano,  Cárdenas volvió a reunirse con Bosques confiándole la misión de ayudar,  en todo lo posible y más, a los depauperados de la tragedia española. Así lo hizo tras tomar posesión del cargo en París el primero de enero de 1.939. Visitó aquellos campos de miseria y podredumbre de Argeles, Saint Cipryen, Barcarés,... intentando mitigar, en lo posible, todo aquel sufrimiento. Propuso a su presidente ofrecer un ejemplo al mundo, a pesar de  carencias navales y económicas, intentando transportar al país azteca toda aquella marea humana.
      México se convirtió  de pronto en un país de esperanza y la esperanza tuvo el nombre de México. Más de diez mil republicanos lograron arribar a suelo mexicano de mayo de 1.939 a junio de 1.940.    Pero no quedó singularizada aquella petición de esfuerzo solidario sólo hacia con los españoles, Gilberto Bosques desconocía la amplia e inmensa labor, incluso con exposición de la propia vida, que iba a realizar en la cosmopolita y mediterránea ciudad de Marsella, cuando Europa fue raptada por el fascismo, protegiendo a perseguidos europeos, judíos y no judíos, de distintos países, víctimas de totalitarismos excluyentes, y que se encontraban en Francia, agravada considerablemente por la hecatombe del país anfitrión en junio de 1.940.
      El nuevo Consulado General, enclavado en el Barrio Chino del Viejo Puerto marsellés, fue lugar de peregrinación de miles de ciudadanos que ansiaban salir de allí, escapar de aquello que les ahogaba y el mar de Marsella era una de las ralas vías de salvación.  Ante la avalancha de perseguidos alquiló dos castillos, La Reynarde y Montgrand, convertidos en lugares de esperanzas para los que lo perdieron todo.     
Pero no sólo obtuvieron ayuda aquellos que lograban llegar al consulado,  llegar hasta él  ya era una odisea por la cuantiosa vigilancia policial, agentes de la Gestapo y fascistas españoles especialmente.  Desde campos de castigo, como Vernet d´Ariege, pueblos y ciudades de toda Francia y de aquellos que se encontraban confinados en suelo norteafricano, llegaban cartas de refugiados en espera de la ayuda mexicana.
Hasta Bosques llegó la llamada de auxilio de Don Manuel Azaña, quedando bajo protección mexicana. Cuando falleció el último presidente de la República Española, el féretro fue cubierto por la bandera mexicana, Gilberto Bosques tuvo el honor  de llevarla desde Marsella y así, cubierto con pabellón mexicano, fue sepeliado Don Manuel Azaña en Mauntauban. Quizás fuera el preciso instante, aquel frío 4 de noviembre de 1.940, en el que Gilberto Bosques se convirtió, de hecho, en el auténtico Embajador de los exiliados republicanos españoles en la Francia de la Segunda Guerra mundial.
      Pero tan magna obra llegó a su fin el 7 de diciembre de 1.941, cuando tropas vichistas tomaron por la fuerza los centros de refugio. Bosques prosiguió la encomiable labor como nuevo Encargado de Negocios en Vichy, verano de 1.942. Cabe recordar la evasión de 31 presos de la cárcel de Castres, sucedánea del campo de Vernet, entre ellos el comandante republicano Antonio Caamaño. Desde el campo de Djelfa, Argelia, el escritor Max Aub logró la libertad gracias a los desvelos de Gilberto Bosques, así como algunos judíos alemanes, quien gracias a un ardid pudo embarcar en Casablanca en el vapor  portugués Serpa Pinto, llegando a Veracruz el 1 de octubre de 1.942.
      Con el hundimiento del petrolero mexicano Potrero del Llano, por submarinos alemanes, México rompió relaciones con los países del Eje. Gilberto Bosques fue el encargado de presentar la nota de ruptura al Ministro de Exteriores francés. Ante este hecho la Legación fue asaltada el 12 de noviembre de 1.942, por tropas alemanas requisando todo.    
Recuerdo su sonrisa pícara cargada de sorna de Don Gilberto cuando me narraba aquel atropello: "un energúmeno de la gestapo me apuntaba con su pistola, mientras yo abría mi chaqueta ofreciendo mi pecho para que supiera adonde apuntar"
Gilberto Bosques, su esposa, sus tres hijos y todo el cuerpo diplomático mexicano, así como Luis Nicolau D´Olwer, que se hallaba albergado en la Legación, fueron hechos prisioneros. Junto a otras misiones iberoamericanas fueron conducidos al hotel-prisión de Bad Godesberg, Alemania, en enero de 1.943, donde permanecieron hasta febrero de 1.944,  cuando fueron canjeados por doscientos espías alemanes presos en Perote y otros centros mexicanos. De Lisboa partieron en el vapor sueco Grimplhom que les llevó a Nueva York, siendo agasajados en el hotel Waldfor Astoria.
 Gilberto Bosques nunca se preocupó quien pagó la estancia de una semana, aunque no es difícil suponer que fueron los mismos judíos, diamanteros holandeses, a quienes ayudó a salir de Francia. El 31 de marzo llegaron a México D. F. donde más de ocho mil personas aguardaban, a pesar de la tardanza, la llegada del tren. Cuando apareció el embajador fue llevado a hombros por cientos de personas. Era la forma de expresar su agradecimiento a quien les había salvado la vida en otra tierra, en otro continente.
En 1.946 fue nombrado Encargado de Negocios en Portugal, siendo conocido como el  MINISTRO BERMELHO,  pero llegó a un acuerdo particular, un Pacto de Caballeros con el dictador Oliveira Salazar, por el que Bosques ayudaría a todo español que lograra llegar a la Legación escapando de Franco, noventa y tres españoles fueron trasladados a suelo mexicano gracias a la habilidad del diplomático.   
Suecia, Finlandia y Cuba en 1.958, donde vivió en primera persona toda la Revolución, salvando la vida a los hermanos Castro, impresiona ver una pelota de beisbol dedicada al maestro Bosques firmada por los hermanos Castro y Ernesto Che Guevara, fueron sus otros destinos en el plano diplomático. En 1.964 a los 72 años y con la llegada a la presidencia mexicana de  Díaz Ordaz, Gilberto Bosques presiente que su tiempo profesional ha concluido: No desea  colaborar con un señor descendiente de la misma sintonía ideológica contra quien se rebeló 55 años atrás. Pausadamente se alejó de la vida pública, sin aspavientos y con modestia hasta cerrar el arco en la vida el 4 de julio de 1.995, desarrollada casi toda al servicio de los intereses de su país y al universal mundo de los DERECHOS DEL SER HUMANO. Hace unos meses falleció mi buen amigo Máximo Cajal López, a quien le dedico “in memoriam” este artículo.                                                                          

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