“Mi sangre no tiene precio, no quiero nada solo Justicia”. Así terminaba su declaración la víctima de un brutal ataque perpetrado en septiembre de 2017 en las inmediaciones del Pantano. Seis años después, el tribunal de la Sección VI de la Audiencia Provincial de Cádiz en Ceuta dejaba el juicio visto para sentencia.
La víctima B.M.A. sostuvo que la tarde de aquel 28 de septiembre se encontraba de paseo por la zona junto a sus dos sobrinos de corta edad. Sin mediar palabra el acusado le asestó tres puñaladas además de instar al perro que llevaba a que le mordiera.
Corriendo logró llegar a las puertas del CETI para pedir ayuda, terminando después en la UCI del hospital. La Policía tardó más de un año en dar con el acusado, M.T.A., que ahora se enfrenta a 13 años de prisión ya que la Fiscalía considera que es responsable de un delito de asesinato en grado de tentativa.
Lo cree porque el ataque perpetrado fue sorpresivo. La primera puñalada, la más grave, la recibió por la espalda. El señalado como autor de este ataque permaneció en busca durante más de un año lo que impidió que el procedimiento judicial pudiera avanzar. La Acusación Particular, que defiende los intereses de la víctima, solicita la misma condena aunque una mayor indemnización, en total de 180.000 euros (Fiscalía la cifra en 20.000).
En esta historia chocan dos versiones opuestas. La víctima ofreció un testimonio claro y marcado por la emotividad. Recordó que esa tarde estaba con sus sobrinos de corta edad echando de comer a los caballos cuando notó por detrás una puñalada. A esa inicial le siguieron dos más, todas delante de los pequeños, así como mordeduras causadas por un perro al que azuzaba el agresor.
Herido, emprendió carrera hacia el CETI para pedir ayuda mientras el agresor le perseguía y los niños quedaban en mitad del camino desamparados. Los propios vigilantes del centro fueron quienes le socorrieron: unos asistiéndole y llamando a la ambulancia; otros, corriendo para coger a los niños que se habían quedado solos y por cuya integridad temía el herido.
“Solo quiero que se cumpla la ley”, insistió ante el tribunal, a cuyos integrantes mostró las cicatrices que quedan en su cuerpo de aquel ataque sufrido. “Mis heridas no me las quita nadie, cuando voy a la playa a quien miran es a mí. Ahora solo quiero justicia”, dijo.
Contó a la Sala que tras lo sucedido su vida ha cambiado porque se ha tenido que marchar de la ciudad al haber sufrido amenazas del entorno del acusado para que retirara la denuncia.
Esas amenazas no las denunció porque comprobaba que quien le había agredido seguía paseándose por la ciudad a pesar de estar en busca y captura sin que la Policía lo detuviera.
La víctima no encuentra justificación al ataque, todavía hoy no sabe por qué se produjo. Señaló al acusado porque le conocía solo de vista, ya que no tenía relación para que pudiera existir alguna animadversión entre ambos que pudiera siquiera justificar ese ataque.
Mientras le agredía con un arma blanca le insultaba en árabe con alusiones despectivas hacia su madre y le instaba al perro a atacarle, de hecho le provocó varias mordeduras.
Frente a esta declaración el acusado ofreció un testimonio marcado por lagunas. Dijo que esa tarde del ataque estaba en su casa junto a su madre y amigos, aunque estos no acudieron a declarar. Negó tener relación con la víctima e insistió en que en ese periodo se encontraba en tratamiento.
Cuando la Policía le comunicó que existía una denuncia en su contra, acudió al juzgado junto a su abogada ingresando después en prisión. En declaraciones ante el tribunal indicó que no recordaba haber estado en el escenario de la brutal agresión y que de hecho no era una zona por la que paseara a su perro.
Por su aspecto físico -altura y delgadez- fue reconocido como el posible agresor por un vigilante del CETI que prestó ayuda al herido aunque dejó claro que no le había visto la cara y por tanto no podía identificarlo plenamente.
La Defensa del acusado se centró en demostrar ante la Sala que su patrocinado no solo estaba medicado en la fecha de la agresión sino que además tenía adicciones y una enfermedad diagnosticada que le producía trastornos.
Ante el tribunal declararon dos médicos forenses. Uno para determinar la gravedad de las heridas que sufrió la víctima. Concretó que de las 3 puñaladas una fue la que penetró llegando a la cavidad del pulmón. La herida más grave pudo haber derivado en complicaciones de no haber tenido una atención rápida.
Otro de los profesionales forenses valoró el informe de toxicología así como el mental del acusado. Confirmó que tenía un perfil de conducta antisocial e impulsivo, con un trastorno de personalidad que suponía una forma de ser concreta pero que no tenía por qué influir en las acciones llevadas a cabo o en su manera de proceder.
En el juicio, cuya celebración se extendió durante toda la mañana, se escucharon testimonios de referencia como el de la hermana de la víctima a la que se le llamó nada más producirse el ataque o el de trabajadores del CETI que atendieron al herido y acudieron a recoger a los niños que se habían quedado solos en mitad del camino afectados por la situación.
Tanto la Fiscalía como la Acusación Particular solicitaron una condena por delito de asesinato en grado de tentativa mientras que la Defensa pidió la absolución. En caso de que su cliente fuera condenado solicitó que lo fuera por un delito de lesiones, con una pena de 3 años y una indemnización ajustada a las heridas sufridas.
En este caso el hecho constatado que no se puede discutir es que hubo una víctima de un brutal ataque que terminó en la UCI. La clave está en lo que considere el tribunal tras todo lo expuesto y en si hay pruebas de cargo suficientes para considerar que el acusado fue el autor de las graves lesiones.
Fiscalía mantiene, al igual que la Acusación Particular, que sin haber existido malas relaciones previas entre acusado y víctima no cabe explicación alguna para que este lo incrimine, descartándose por tanto la existencia de cualquier móvil interesado.
Destaca además la persistencia en la incriminación desde su primera declaración en el hospital, pasando después por sede policial y judicial. A esto añade que su testimonio no es único porque viene a cuadrar con las referencias que aportan otros testigos como los vigilantes del CETI o la hermana de la víctima.
Mantuvo que además no queda acreditado que el acusado consumiera en ese momento o que hubiera sufrido alguna influencia.
La Defensa puso de manifiesto que su cliente sufría de delirios hasta el punto de haberse creído en un momento puntual de esa fecha miembro del CNI. También destacó que si no existían relaciones entre ambos tampoco era entendible que se produjera ese ataque.
La víctima estaba paseando con dos sobrinos de corta edad por la zona del Pantano y se dirigía hacia la hípica para dar de comer a los caballos. Fue ahí donde se produjo el ataque con empleo de arma blanca, que derivó en lesiones que llevaron al traslado de la víctima al hospital con posterior ingreso en la UCI.
No es hasta más de un año después cuando se detiene al presunto autor de los hechos, que estuvo en busca y captura. La denuncia fue presentada en el momento pero el arresto no se llevó a cabo hasta tiempo después, cuando la autoridad judicial acordó además el ingreso en prisión preventiva. Es ahora cuando tiene lugar el juicio.
Considera los hechos tentativa de asesinato, la Defensa pide la absolución o, de haber delito, uno de lesiones.
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