Tres al día. Es la media de pacientes a los que atiende en una jornada en una residencia o en una clínica de rehabilitación. Este enfermero no lo hace en un centro en cualquier ciudad española. Sus tareas las desempeña en instituciones sanitarias de Noruega. Tras el uniforme está Carlos Benítez, oriundo de Ceuta.
Hace casi tres años preparó su maleta. No lo hizo en un viaje ordinario para desconectar de la rutina. Emprendió rumbo al país escandinavo para empezar un nuevo reto laboral, con exactitud, el 17 de enero de 2022. Las razones de por qué acepta contratos en el extranjero parecen, en sus palabras, sencillas y hasta comprensibles. “El trabajo está bien. Tiene mucha menos carga comparado con el de España y el sueldo es mejor. Tampoco tuve que preocuparme por el alquiler”, expone.
Tiene idea de por qué percibe estas variaciones. Antes de decantarse por este destino al norte de Europa, ejerció su profesión en una entidad de Ceuta en la que se ofrecen servicios de atención. “La diferencia está en el número de usuarios. Podrían ser unos 57 siendo yo el máximo responsable del turno”, señala.
A pesar de esas notoriedades, Benítez hace un paréntesis y agrega que, en el plano de la sanidad en hospitales, los cambios no son acentuados. “Sé por amigos que hay allí que no compensa ya que el nivel de trabajo y el salario son los mismos que en España”, recalca. “Es parecida a la nuestra en ese sentido, pero no igual”, especifica.
Él no buscó la oferta. Noruega vino a él un poco de casualidad. Fue a través de un anuncio en una plataforma online. Después de ver muchas publicaciones, la que realmente le interesó fue una vacante de la que disponían en una empresa subcontratada para dar servicio al sector público de la citada nación.
“Muchas veces en una notificación de empleo no se indicaban dónde era o cuáles eran las condiciones. O no revelaban cuál era el salario directamente o era bastante escueto, sin llegar a los 2.000 euros mensuales en el sector privado”, explica.
La compañía a la que finalmente se adhirió tenía una carta de presentación que distaba mucho de las mencionadas. “La nómina era bastante más elevada, en torno a los 3.000 euros de media. Los vuelos estaban pagados y, en general, todo era más llamativo”, aclara. Sin embargo, no todo eran facilidades. Él mismo reconoce que, la “contrapartida” era el propio hecho de irse lejos de su hogar y tener que aprender de cero un nuevo idioma.
De hecho, la lengua fue al principio su mayor barrera, ya que, en cuanto a la vida social, reconoce que su refugio fueron compañeros que, al igual que él, procedían de otros lugares. Su estancia allí no está exenta de momentos en los que tiene una sensación de estar fuera de lugar, precisamente, por no conocer en profundidad su habla. “Es cierto que hay ocasiones en las que no te sientes igual, de tú a tú con el enfermero que tienes al lado”, expresa.
“Hasta que no llevas aproximadamente un año allí, no tienes tanta soltura como para entender sus conversaciones o incluso comprenderlas entre ellos. Si no te enteras de estas charlas, tampoco de las bromas; de su humor. Eso hace que cueste integrarse. Estás ahí escuchando, pero sin meterte en nada”, detalla. Él recomienda a otros del gremio unirse a esta experiencia, pero tampoco esconde la verdad. No es un proceso fácil y, para algunas personas, la adaptación puede ser difícil de digerir. Solo quedan dos personas de la veintena que se sumó a esta oportunidad.
“No vas a formarte allí el exceso. Aquí los españoles tiramos muy bien hacia delante en las labores, pero a nivel personal, es una gran vivencia. Aprendes a abrir tu mentalidad y sobre otras culturas porque no solo conoces noruegos; también a migrantes”, asegura.
Es, en cierto sentido, una vocación universal. A pesar de ello, puede haber ligeras distinciones entre el sector entre un territorio y otro. Benítez, al respecto, manifiesta que, en Noruega, en estos centros de rehabilitación y residencias, suelen tener tareas más similares a las del auxiliar de Enfermería. Asimismo, considera que el enfoque es distinto y que, por normal general, los profesionales de esta rama en España tienen más práctica de base. “Los de aquí son bastante más técnicos. Al tener tanta carga de trabajo y por ello tirar de tantas tácticas, desarrollan mucha maña con ellas. Los enfermeros noruegos no la tienen porque no les exige en la carrera y tampoco tienen que ponerlo a prueba tan a menudo”, destaca.
“Este verano vi que una enfermera de 30 años nunca había tocado una bomba de infusión. El uso de ese instrumental aquí es bastante normal”, menciona. “Se debe en parte al hecho de que no están acostumbrados a hacer sus labores con todo. Los españoles tienen que tirar del carro en el 80% de las veces con lo que tienen”, estima.
No descarta trabajar en un hospital en el futuro, es más; es una de sus aspiraciones. Esta trayectoria le ayuda a sumar puntos para acceder a empleos en el sector público. Solo el tiempo dictaminará si finalmente estará en uno en España o en Noruega.
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