Espera, con paciencia, que suene su teléfono. No está pendiente de él por una llamada cualquiera. Es la señal de salida para ir a las poblaciones de la Comunidad Valenciana dañadas por el paso de la DANA. Sheila es originaria de Ceuta y, al igual que otras enfermeras, no duda en ir a la zona cero de la catástrofe para atender a todo aquel que lo necesite. Es una de las cuatro que, hasta la fecha, han pedido asistir como apoyo por la vía oficial. “Esto va un poco en la profesión; ayudar a los demás”, explica a El Faro. Está ojo avizor de los mensajes de texto que se iluminan en la pantalla y organiza sus turnos para encontrar esos días libres que le permitan emprender su viaje.
“Cuando surge una situación así, la ves de cerca y la vives porque tienes amistades e incluso familiares allí, creo que el hecho de ir nace por defecto. Sería raro lo contrario”, expresa. “Otra cuestión es que puedas ir dependiendo de la situación familiar y laboral, pero el sentimiento lo tienen todos los sanitarios”, añade.
Conoce a una compañera con la que coincidió en jornadas de trabajo en Ibiza. “Compartíamos piso también. Es de Paiporta. Ella lo ha perdido todo”, cuenta. Los testimonios con los que tiene contacto son similares a todos los que ha visto en los medios de comunicación estos últimos días. Tiene claro que, todos ellos, están unidos por un mismo sustantivo: desolación. “Las familias no saben ni cómo reaccionar. Se ven sin nada para vivir y no tienen recursos para salir delante de momento. Han perdido casas y negocios”, relata.
No todos los profesionales acuden a las poblaciones afectadas a través de un canal establecido. Hay quienes han elegido organizarse en grupos para ir juntos. Conoce, de hecho, a una ceutí que irá pronto por su cuenta. “Me hubiera gustado ir con ella, pero por mis horarios actuales no puedo. Estoy tratando de cuadrarlos para ver si puedo ir a final de mes”, concreta.
Ella vio la campaña lanzada por la Generalitat. Rellenó el formulario y recibió un mensaje de agradecimiento en el que se mencionó a los 30.000 sanitarios que ya se han ofrecido a esta labor altruista. “Cuando te llaman preguntan si estás disponible, qué días puedes ir y a qué zona”, detalla. Confía en que la misiva le llegue, pero, de no ser así, sabe que embarcará su trayecto en uno de estos grupos que van sin solicitud. “Está bien que en estas circunstancias los organismos se preocupen por intentar planificar este apoyo, pero lo importante es eso, que vayamos”, considera. “Si no hay forma a través de la administración, me gustaría ir a ayudar, aunque sea de manera próxima”, comenta.
No se estrena en su labor como voluntaria. “A nivel personal he estado en programas así. La primera vez fue en la pandemia. Ahí ni si quiera tenía la carrera terminada”, traslada. Sheila está en desacuerdo con un aspecto dentro de estas demandas de enfermeros y médicos. Es consciente de que se pide la colaboración de profesionales en hospitales de la región. “Me parece mal que el sistema de salud esté usando la humanidad de las personas para evitar hacer contratos”, revela. “Las necesidades que estos tienen se pueden satisfacer con una bolsa de empleo”, menciona.
La razón de su denuncia es que, de acuerdo con su experiencia, no es preciso en estos centros esta clase de participación. “Al final, en ciudades como Valencia, no hay ningún problema. La gente debe presentarse en pueblos que estén desabastecidos donde se haya acabado lo que tenían o no tengan modo de recibir mercancías”, especifica.
Sheila sigue a la espera de escuchar su tono de llamada. Si no llega a suceder, sabe que su alma de enfermera la llevará por cuenta propia a la comunidad.
“Nosotros hacemos falta, sobre todo, por la proliferación de infecciones”, indica. “Esos lugares son pequeños y están teniendo tal volumen de ayuda que eso incrementa la población. Por tanto, hay más posibles casos en este sentido”, menciona. Habla sobre las posibilidades que encierra el agua contaminada en este sentido. Más que la presencia de cadáveres, un factor influyente para que lleguen a desarrollarse es el tiempo que ha permanecido estancada, a lo que se suman las temperaturas. “Después de la DANA no ha habido mal tiempo. Eso provoca un caldo destructivo”, asevera. Es este motivo por el que usar mascarillas y guantes es imprescindible. Ropa que cubra y protección ocular también son relevantes.
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