Enemigos (II)

Muy buenos días!!!
Si os parece bien vamos a continuar con la temática iniciada la semana pasada en la que comentamos dos de esos “enemigos públicos nº 1” que sabotean nuestros planes, y seguiremos identificando algunos de ellos que salen a nuestro paso, obstaculizan y hacen la zancadilla a nuestros sueños, objetivos y proyectos de crecimiento personal. Así es que no perdamos tiempo y desenmascaremos otro “enemigo”. Vamos allá…
3º) Perderse en la dualidad: Cuántas veces al contemplar un asunto cualquiera nos hemos quedado atrapados en el “bonito o feo”, “bueno o malo”, “blanco o negro”.
Si nos damos cuenta, vemos que con ese posicionamiento limitamos bastante nuestra visión de las cosas y nos perdemos multitud de matices…, y lo peor no está solo en que limitemos nuestra visión o perdamos detalles sino que nos posicionamos en defender uno de los extremos y vamos a la guerra si hace falta por no movernos de “nuestro sitio”, de “nuestro punto de vista”.
Esa dualidad, ese tener en cuenta tan solo los extremos, ese blanco o negro… nos impide disfrutar de una amplia gama de tonos intermedios, de pequeñas diferencias que nos pueden aportar mucho y enriquecernos de gran manera.
¿Os habéis “encabezonado” alguna vez en que algo es tan sólo de una manera y cualquier cosa distinta era y es inconcebible? ¿Os da energía ese estado? ¿Os aporta algo más que glorificación del ego y orgullo de estar en lo cierto? Piénsalo por un momento…
4º) Dejar de asombrarnos: Este “enemigo” la verdad es que merece un artículo para él solito. No sé todavía muy bien por qué, si es el ritmo de vida que llevamos…, la sociedad en la que vivimos…, las imágenes espeluznantes que vemos algunas veces en televisión…, pero… hemos dejado de asombrarnos!!! Es como si de alguna manera estuviésemos anestesiados o robotizados.
Hemos llegado a un punto en el cual tan sólo creemos aquello que tocamos. Nuestro diálogo cotidiano está sembrado de “Yo lo tengo que ver primero…” “Eso tengo yo que verlo…” “Eso no puede ser así…” “Eso está preparado…”.
Os voy a contar una cosa que me pasó no hace mucho y la verdad es que me dio bastante pena.
Siempre me ha gustado el mundillo de la magia. Esos trucos fáciles, vistosos y  sencillos que puedes hacer en cualquier reunión o cumpleaños para arrancar algunas risas y amenizar la fiesta.
Todavía no he aprendido a cortar a una persona en dos partes y luego juntarla como si no pasase nada…, pero con algo más sencillito como un cubilete con dados, cartas y monedas… me atrevo!!!
Pues estaba yo en una barbacoa con unos amigos y decidí hacer un truco con unas monedas que aparecían en el interior de un vaso y “milagrosamente” volvían a desaparecer.
Mi querido y expectante público estaba formado por personas que ya pasaban la treintena…, pero entre ellos había un niño de 9 años de edad.
Comienzo a realizar el truco, creo el ambiente necesario, pido un ayudante voluntario, comienzo el espectáculo, plis plas… y aparecen unas monedas en un vaso de plástico que había por allí…, más ambiente de misterio…, y plis plas… abracadabra… desaparecen las monedas!!! Guauuu!!!
Aplausos, asombros, bocas abiertas y ojos como platos preguntando… “¿Cómo lo has hecho tío?!!!”
Fue curioso que  todos se asombrasen de lo visto…, menos el niño de 9 años!!! Éste comenzó a mirarme con desconfianza y  a decir una y otra vez que… aquello no podía ser!!!
Pero el más asombrado de todos era yo, que no daba crédito a lo que estaba viendo. Ese niño, ese querubín de 9 años, esa criaturita con la edad perfecta para jugar, dibujar, ver dibujos animados y aprender asombrándose de todo aquello que le rodea…, se estaba cada vez poniendo más y más furioso diciendo que aquello no era posible.
La madre intentó calmarle, pero en un descuido se abalanzó sobre la mesa, cogió el vaso de plástico en el que mágicamente habían desaparecido las monedas y… comenzó a darle golpes y a estrujarlo!!!
Si algún director de cine hubiese estado presente seguro que fichaba al chavalín para hacer el remake de la película “El exorcista”.
En uno de los golpes que le propinó al vaso salieron de su interior las monedas y cayeron al suelo…, en ese momento el niño de 9 años comenzó a gritar como un loco “Lo ves, lo ves… es mentira, es mentira!!!”
Por muy cómica que pueda resultar la historia, en mi opinión es bastante triste que un niño de esa edad no se asombre de lo que ve a su alrededor.
Si no se asombra, si no cree en la fantasía, si no cree en la magia a esa edad… ¿En qué va a creer cuando sea mayor?
Pero si os fijáis un momento nosotros, todos y cada uno de nosotros… y perdón por generalizar!!! … somos como ese niño de 9 años que no se asombró del truco de magia.
¿Cuántos de nosotros “matamos por análisis” cualquier fantasía, cualquier sueño, cualquier esperanza? ¿Cuántos de nosotros hemos dejado de asombrarnos del detalle más pequeño? ¿Cuántos de nosotros tenemos en el rostro una mirada crónica de incredulidad? ¿Cuántos de nosotros somos fieles seguidores del “si no lo veo no lo creo”?
Si desterramos de este mundo sobreracionalizado e hiperintelectualizado el asombro, nos perderemos una de las vías de aprendizaje más  increíbles que podamos tener.
Dejaremos de mirar ese detalle, de maravillarnos con su forma, con su color, con su movimiento, con su naturaleza…
Dejaremos de prestar atención a miles de “milagros” que suceden día a día a nuestro alrededor…, porque no los creeremos!!! Porque diremos “eso no puede ser…, eso no puede ser…” como lo decía el niño de 9 años.
Caeremos en la imperiosa necesidad de diseccionar cualquier fenómeno que ocurra en nuestra vida hasta dar con los hilos que mueven la “carta voladora” o encontrar el escondite de las “monedas mágicas del vaso de plástico”.
Si lo miráis con detenimiento la vida no es muy distinta de un espectáculo de magia. Podemos verla, asombrarnos, abrir los ojos de entusiasmo, fantasear, compartir impresiones, reír, aplaudir y disfrutar del espectáculo sentados en nuestra butaca… o “cabrearnos”, no entender quién o por qué se mueven los hilos, matar de análisis cualquier cosa que no quepa en nuestra cabeza cuadriculada y abalanzarnos sobre el escenario y destruir todo lo que allí hay para encontrar ese “por qué racional” al misterioso suceso…
Tú eres quien decide cómo ver la función de esta vida!!!
Muchas gracias!!!

pedro.alarcon@live.com