Como muchos ceutíes he estado viendo el reportaje que la cadena Cuatro ha dedicado a la barriada del Príncipe. El formato me ha parecido un poco ridículo.
Es como si un extraterrestre llegara a la tierra y descubriera un mundo desconocido para ellos. El Príncipe es muy real y la información que circula sobre este barrio en los medios de comunicación locales da para muchos reportajes periodísticos y hasta para inspirar una exitosa serie televisiva.
Todos sentimos empatía con el chaval al que han matado a su hermano y con la desconsolada madre a la que le han arrebatado su hijo. No menos tristeza nos produce esa mísera vivienda en la que habita una anciana mujer y su familia. Son situaciones que afectan a cualquier persona con un mínimo de sensibilidad.
Para mí la parte que más me ha gustado es la conversación que Pedro García Aguado mantiene con un grupo de jóvenes del Príncipe. A su discurso victimista responde con un contundente llamamiento a que sean copartícipes en la solución de sus problemas. Como bien dice el presentador del programa de nada vale estancarse en una postura inmovilista y pasiva. Se les podría haber dicho muchas cosas más: ¿Por qué dejasteis los estudios? ¿Qué habéis hecho para dotaros de una mínima formación profesional? ¿A qué estáis esperando para cambiar vuestro presente y construir vuestro futuro? ¿Sabéis que hay vida más allá de los estrechos límites de Ceuta? Los problemas desde luego no se solucionan pegándole patadas a un balón. Se solucionan con esfuerzo y dedicación. En este sentido, me sumo a la idea del profesor José Antonio Marina de fomentar una educación basada en el socialismo de las oportunidades y la aristocracia del mérito. ¿Qué lo tienen más complicado por vivir en un entorno social y urbano degradado? Sin lugar a dudas, pero precisamente por eso deberían valorar y aprovechar las abundantes oportunidades educativas que les ofrece la sociedad para su integración socioeconómica. Claro, es más fácil apuntarse con 16 años al paro y esperar a que te llamen del plan de empleo. Y es también más fácil proyectar en los demás la responsabilidad de conducir tu propia vida por el camino de la ética, la búsqueda de la verdad y el autocrecimiento personal. Desde pequeño no han hecho más que escuchar que su situación es debida a la discriminación que vienen sufriendo los musulmanes ceutíes desde los inicios de los tiempos. Y yo me pregunto, ¿Cuándo se ha dado esta discriminación y quiénes han sido sus responsables? Según ha declarado en este reportaje de Cuatro el expresidente de la asociación de vecinos del Príncipe, esta discriminación tuvo lugar cuando en los años 70 se construyeron cientos de viviendas de protección oficial en Ceuta en las que se alojaron sólo a los cristianos, dejando en la estacada a los musulmanes residentes en el Príncipe. No tengo suficiente información para confirmar o rebatir esta afirmación, pero es posible que así hubiera ocurrido. En estas fechas buena parte de la comunidad musulmana no tenía reconocida la nacionalidad española y esto pudo ser el motivo de que se les dejara fuera de la política de realojo de las numerosas familias que malvivían en barracas dispersas por toda la geografía ceutí. Todas estas viviendas se pudieron construir gracias a la liberación por parte de los militares de amplias bolsas de terreno expedito. Pero todo tiene límite, tanto espacial como económico. Y es posible que el dinero no llegara para dotar de viviendas a tantas y tantas familias que se alojaron en Ceuta en la primera mitad del s.XX.
Menos dudas despierta la identificación de los responsables de la supuesta discriminación que sufren los musulmanes ceutíes. Hasta una persona de la formación del Prof. Francisco Herrera, entrevistado al final del programa, lo tiene claro: los responsables son los políticos. Pero, ¿Quiénes? ¿Los de ahora, los del pasado o todos? A mí me chirría cada vez más esa manía tan característica de los españoles de responsabilizar de todos nuestros males a los políticos. Dios me libre de defenderlos, pero me parece una postura propia de una sociedad infantil e inmadura el responsabilizarlos de todo lo malo que nos ocurre. Digo yo que la ciudadanía tendrá alguna responsabilidad sobre lo que hemos sido y lo que somos, ya sea por acción u omisión. Esperar que la solución a todos nuestros problemas venga de la clase política resulta cada día más patético, irrisorio y peligroso. Y digo peligroso porque se les ofrece a los residentes de estos núcleos urbanos degradados el nombre y las señas de los supuestos responsables de su situación socioeconómica, que no tardan en convertirse en el objeto de sus odios y rencores. Un resentimiento del que se nutren los movimientos radicales y fanáticos que han convertido a Ceuta en un foco del yihadismo internacional. Se ha creado un caldo de cultivo en el que se mezclan conceptos como el Estado, Occidente, discriminación, conspiraciones judeomasónicas, para dar como resultado el virus del odio y el terrorismo salafista. Para todos los males que afectan a poblaciones como el Príncipe se buscan culpables externos. Todo lo que va mal en las periferias urbanas de Europa, como comenta Alain Finkielkraut, es culpa de occidente y de Israel, según algunos. Los mismos que fomentan y promueven la yihad terrorista. Lo que nunca encontrarán será un mínimo de autocrítica sobre sus propias carencias y fracasos.
El virus del odio se ve todos los días alimentado con los mensajes procedentes de la clase política que de manera irresponsable reclama soluciones que escapan de las limitadas competencias que pueden tener un municipio de las dimensiones de Ceuta. Su margen de maniobra, ya de por sí escaso, se reduce a su mínima expresión en un contexto de amplia superación de la capacidad de carga del territorio.. Desde el punto de vista demográfico, Ceuta se encuentra desbordada. En este contexto de sobredimensionamiento poblacional el espacio geográfico impide satisfacer la creciente demanda de trabajo de una población con graves problemas formativos.
La realidad antropológica no es menos compleja. En Ceuta se enfrentan distintos grados evolutivos de la conciencia. Una parte de la población ha evolucionado hacia posturas más sociocéntricas que les ha permitido superar las fronteras mentales que fueron construidas por el dogmatismo y el adoctrinamiento religioso. Mientras que otra parte de la sociedad ceutí sigue anclada en visiones etnocéntricas debido al fuerte peso que ejercen ideales incompatibles con la libre búsqueda de la verdad y la elevación hacia formas integradas de arte y cultura. Unos ideales que, como decía P. Sorokin, resultan incompatibles con la unificación de la religión, la filosofía, las ciencias, la ética y las bellas artes en un sistema integral basado en los supremos valores de la Verdad, la Bondad y la Belleza.
Me quedo con la reflexión final compartida por el presentador de que éste no es un problema exclusivo de la clase política. Sin nuestra implicación activa la situación de barriadas como el Príncipe lejos de solucionarse seguirá agravándose con el paso de los años. Todos tenemos que aportar nuestro pequeño grano de arena. Los primeros, desde luego, los residentes del propio Príncipe. Deben dejar atrás un discurso victimista que no va a solucionar las graves carencias a las que se enfrentan. Tienen que aprovechar, mientras que nos lo podamos permitir, las oportunidades educativas que les ofrece el estado del bienestar. Deben derribar las barreras mentales que les impiden convertirse en conductores de su propia vida y les dificultan ascender hasta el mundo de la ciudadanía activa y corresponsable, el mundo del conocimiento, la cultura y el arte. Es un problema de autoconfianza en sus posibilidades de construir un futuro distinto para ellos y sus familias. No puedo estar más que de acuerdo en esta idea que ha manifestado el conductor de este programa desde el interior de una caja de madera. Otros lo hacen desde una caja de cristal cuyas paredes son las propias de los tribalismos identitarios, según las ha reconocido el filósofo Leonardo da Jandra en su obra “Filosofía para desencantados”. Éstas son, en palabras del propio Da Jandra, “la autoconservación, la autoperpetuación y la autogratificación: la tríada pragmatista que lleva implícita la miseria de todo razonar egocéntrico”. Una tríada enfrentada de manera irreconciliable con la tríada platónica, antes aludida, de la Bondad, la Verdad y la Belleza.
Una de las ideas más conocidas del filósofo Ortega y Gasset fue aquella de “yo soy y mi circunstancia”. Aplicando esta frase a la realidad del Príncipe podemos concluir que quizás no es tan importante lo que la circunstancia ha hecho de mí, sino lo que yo haga con lo que la circunstancia ha hecho de mí.
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