Opinión

Encarcelan a Juan el Bautista

Hadasi ha hecho la Bar mitzva con todas las niñas de su clase, todas vestidas igual, pues el colegio ha regalado a todas el traje y los complementos. Estamos todos muy contentos, los asuntos importantes hay que solventarlos con rapidez y de la manera más sencilla”, me dijo Myriam. Yo también estaba contenta; le comenté que había leído cómo unos refugiados sirios salvaron su vida en el mar Egeo, un día tempestuoso. Habían invocado al Señor y de repente Lo vieron allí sentado junto a ellos con una inmensa Luz. Cuando llegaron a tierra oraban sin cesar… Jesús continúa hablándole a Pedro sobre su futuro. “Tú mismo te sorprenderás y dirás, “¿qué ha hecho de mí el Señor?” Entonces habrás sido redimido de la esclavitud del pecado y tus virtudes de ahora serán casi perfectas luego”. Pedro dice que confía en Su Palabra. “Y ahora vamos a los que nos esperan”. Y se despide de Porfiria, que con tanto desvelo los atiendió. Pedro separa la barca unos metros de la orilla, quiere que todos oigan al Maestro sin apreturas. “He pensado en la Parábola que os contaría mientras veníamos de Cafarnaum. Habéis visto que se acercaron antes tres hombres. Uno fue espontáneo al querer seguirme; otro quería venir porque Yo se lo dije. Y el tercero se acercó por un sentimiento momentáneo. Me he quedado con dos. ¿Creéis que el tercero era un traidor? No, simplemente no estaba preparado. El menos preparado parecía éste, que iba a enterrar a su padre, y mirad qué sacrificio tan heroico ha hecho. Es heroísmo cuando uno sigue a Dios en todo momento, pues significa que tiene una gran preparación espiritual. Los mejor preparados para seguir al Mesías vienen a Mí enseguida y con gran fe, ya sean ricos o pobres. Otros Me atacan, Me denigran y Me acusan, pues desconfían de Mí. Recordad a los Patriarcas y Profetas que daban señales proféticas para el encuentro con el Mesías, que hace milagros, y hasta los gentiles vienen así al Dios verdadero. Pero es doloroso que los hijos de Israel se opongan a seguir al Mesías. No os lo digo para que lo toméis a mal, sino para que oréis y reflexionéis. Los hijos de Israel no quieren dar paso a la Sabiduría, que es lo necesario para el conocimiento pleno. Los pobres paganos o los pecadores, son naves a la deriva, cargados de fardos y sin ancla, que cuando comprenden lo que es la Buena Nueva la aceptan con alegría. Os enseñaré lo que quiero deciros con esta Parábola: “salió un hombre a sembrar. Tenía muchos campos, unos heredados de sus padres, donde crecían las espinas por descuido. Otros campos los compró a un hombre trabajador, que los tenía bien cuidados, pero él los descuidó. Otros campos estaban cruzados de caminos. Los cercanos a su casa sí los tenía él bien cuidados, sin piedras, ni espinas, ni hierbas. Este hombre cogió su bolsa de semillas y empezó a sembrar. La semilla que cayó en terreno bien cuidado estaba cerca de su casa. Las que cayeron en campos atravesados por caminos, en otros campos con espinas, o en campos sin labrar y con piedras, no iban a germinar. Cuando terminó se fue a su casa esperando la cosecha. El trigo crecía en sus campos cercanos, y así creía que pasaba también en los demás. “¿Cuánto pan y cuanto oro voy a tener!” Segó los campos cercanos, pero cuando fue a los otros los encontró con espinas, y con ramas de zarzas. El hombre se dijo: “No fui cuidadoso con todos campos”. Comprobó con dolor que los que compró al hombre cuidadoso estaban llenos de piedras, pues había sido engañado en la compra. Y los que estaban entre caminos fueron devastados por los pájaros. Aunque la semilla había sido la misma, en unos campos produjo el ciento por ciento, en otros el sesenta por ciento, en otros el treinta, y en otros, nada. Quien tenga oídos que oiga. La semilla es la Palabra, igual para todos. El lugar donde cae son vuestros corazones. Que cada uno trate de comprender. La paz sea con vosotros”. A continuación dice a Pedro que reme y atraque al otro lado. Junto a Él está sentado el nuevo discípulo. Jesús le pregunta por su madre, “¿con quién se queda en casa?”El discípulo le responde que con su hermano mayor ya casado. Cuando están llegando a la casa, el joven le cuenta que su madre llora desconsolada, pues su padre era muy bueno, Al joven le sobreviene un llanto espontáneo. Jesús lo consuela, le dice que Él pasó por ese trance junto a Su Madre. Llegan a la otra orilla opuesta, a Betsaida, una llanura rica con cultivos variados, (donde hoy se encuentra un Kibbutz que ofrece en su restaurante pescado y frutos de la tierra cocinados. En la misma orilla del Lago). Todos observan la riqueza de esos campos. “Esta noche explicaré mejor la Parábola, querido Pedro”. Y a continuación dice al joven que se dirigen al sepulcro de su padre y después a la casa de su madre. El muchacho besa emocionado las manos de Jesús. “Quiero fortificarte con Mi amor, para que seas un héroe”. El joven le responde: “eres bueno, Señor. Más de lo que me habían dicho”. Llegan a Corazaín, se encuentran con el anciano Isaac, al que Jesús le había salvado a su hija, y éste a su vez había hablado al nuevo discípulo, Elías, de las curaciones milagrosas que había visto hacer a Jesús. El hombre se llena de júbilo cuando ve llegar a todos. “Dios Te bendiga, Maestro, por tanto bien que me has hecho”. Le cuenta que su hija está casada con un rico viudo con dos pequeños y viven en otra ciudad. “Y perdóname Señor, si no sé honrarte más”. Jesús le da las gracias por el nuevo discípulo que tiene gracias a él. Se despiden. “Y no temas, tu padre tuvo un entierro digno”. Van al sepulcro para orar. Luego se dirigen a la casa del joven entre viñedos. El hermano mayor lo recibe con aspereza, pero enseguida llega la madre, se arrodilla ante el Rabbí y besa la orla de Su manto, por lo que el ambiente se relaja. “El alma del justo no se intranquilizó al ver que faltaba el hijo a la sepultura de su cadáver. Si el mundo se asombró, los ángeles se han alegrado al verlo junto al Mesías. Sed justos. Y tú, madre, alégrate, pues has educado a tu hijo, y Dios lo ha llamado Consigo. Os bendigo a todos y la paz sea siempre con vosotros”. Vuelven al Lago y todos en silencio observan cómo el joven sigue a Jesús como un corderillo. Están en la casa de Pedro, allí han disfrutado de una buena comida: carne, queso, frutos secos, y jarras de vino de la tierra. Porfiria está cansada, pero feliz, al ver la alegría de todos. Quiere mucho a Pedro y se maravilla al oírlo hablar de temas elevados, no imagina que Pedro hablará un día a las multitudes sobre el Señor. Se quejan del odio que están generando en el Sanedrín. “Sufriremos persecuciones y calumnias. Me pregunto si podremos resistir”, comenta Tomás. Pedro dice que confía en Jesús y Él mantiene un silencio triste. Mateo agrega que las pruebas no serán superiores a lo que ellos puedan soportar. Zelote interviene:” yo era rico y poderoso, pero fui perseguido por tener la lepra. Cuando me veía morir, vi cómo la Misericordia de Dios me asistía, pues vino a mí una riqueza inmensa. Estaba equivocado y edificaba la torre de Babel, pues cuando el hombre llega a la cúpula de su soberbia, construye Babel y se derrumba y queda aplastado por la vanidad. Yo era antes un creyente en los formalismos, con una fe llena de autoalabanzas. Creía que yo era algo, y en realidad no era nada. Ahora tengo una nueva riqueza. Sé que Dios me cuida y vela por mí”. Iscariote no está de acuerdo; él afirma que a Dios no se Le conoce por la Ley y los Profetas. Pedro dice que si estuviera Juan, explicaría mejor que ninguno estos conceptos. Iscariote se revuelve:”somos hijos de la Ley”. Y Tadeo recalca: “pero no de las leyes que hemos creado”. Pero Iscariote sigue: “las leyes han nacido de la Ley”. Entonces Tadeo le aclara:” las enfermedades nacen de nuestro cuerpo y no son buenas”. Iscariote no tiene ya recursos para contradecirlo. Zelote es como un filósofo cuando explica su creencia en el Altísimo, Señor y Creador. “Nuestro espíritu tiene necesidad de verlo, sentirlo y percibirlo como presencia real, y esto nos da una fortaleza y una paz muy grandes. Dios es seguridad, y Su Paternidad es dulcísima. Aunque el mundo te condene, Dios te absuelve y consuela. Aunque te odien, Él te ama. Aunque te manden a un desierto, Él te habla”. Pedro, como un doctor de la Ley, afirma que debemos copiar a Dios en el amor, pues nos hizo a Su imagen y semejanza, y de este modo, Le obedecemos. Iscariote insiste en que así se es un soberbio. La discusión no tiene fin y se hace agria, por lo que Jesús interviene. “… Adán era una imagen de su Creador, creado por amor. Sin la mancha de pecado habría sido un brillante espejo de Dios. Por eso os digo: “sed perfectos como perfecto es el Padre que está en los Cielos”. “Pedro y Zelote expresaron muy bien la idea de Dios. Recordad sus palabras para bien de vuestras almas”. Porfiria llora detrás de su velo al oír las alabanzas del Maestro hacia su esposo. Pedro no sabe qué decir, está azorado. A continuación pide al Señor que le explique de nuevo la parábola del Sembrador, que no entendió bien. Los demás están de acuerdo, piensan que su contenido es profundo, incluso Le preguntan por qué habla en parábolas a la gente. “A ellos no les es concedido entender más de lo que explico. Vosotros sois mis discípulos y debéis conocer el misterio del Reino de los Cielos. Por esto, preguntad siempre el espíritu de la parábola, así podréis dar más, igual que dais todo a Dios, y Dios os lo devuelve como recompensa. De este modo, a quien ha dado se le dará en abundancia, y quien no da más que parcialmente, se le quitará aún lo que tiene. Se cumple en ellos la Profecía de Isaías: “Oiréis con vuestras orejas y no entenderéis; miraréis con los ojos y no veréis”. “Este Pueblo Mío de corazón insensible, orejas duras, ojos cerrados, no entiende con el corazón y no se convierte para Yo poder curarlo. Bienaventurados vosotros por vuestra buena voluntad. En verdad os digo que muchos Profetas y justos lo hubieran deseado. Cuando se retira la Luz de Dios, existe la incapacidad para conocer el misterio. Te dije, Pedro, esta mañana, que llegará un día en que volverás a encontrar todo lo que se te ha dado. La Luz vendrá sobre ti, porque tu espíritu estará unido al Espíritu Eterno; tu enseñanza será infalible en cuanto a lo que hablarás sobre el Reino de Dios. Y tus sucesores también lo serán, si viven en Dios como de único Pan, pues el alma en desgracia no puede tener como amigo al Espíritu Santo. Y ahora paso a explicaros el espíritu de la parábola. Tenemos cuatro clases de campos: fértiles, espinosos, con piedras y con varios caminos. Y cuatro clases de espíritus: honestos, que como un verdadero Apóstol, preparan a los demás. Otros Apóstoles son crueles y cuando forman a los demás, lo hacen con intransigencias, prisa o amenazas, por lo que los alejan de Dios para siempre. Hay otros que dejan secar la semilla de Dios en las almas que tienen a su cargo. Los verdaderos Apóstoles son “los espejos tersos” de Dios; paternales, misericordiosos, pacientes, pero fuertes como el Señor. Y los espíritus que ellos preparan pueden compararse a los campos fértiles, sin piedras, ni zarzas, ni cizaña, en los que prospera la Palabra de Dios, produciendo el cien por cien. En otras almas se producirá el sesenta por ciento y en otras el treinta, dependiendo del esmero del Apóstol haciendo su trabajo en ellas. Muchos de los que Me siguen al cien por cien, serán santos, de todas las castas, de los gentiles, de todas las naciones. Los campos espinosos están llenos de intereses personales, que ahogan la buena semilla. Por eso es necesario vigilar a los demás y vigilarse a sí mismos. La lucha entre el Bien y el Mal es continua. Es necesario estar atentos para extirpar las plantas nocivas en cuanto despunten, si no, se hacen tan vigorosas, que ahogan el trigo, es decir, ahogan la semilla de Dios y le impiden que produzca espigas. En los campos de piedras, como muchos hijos de Israel, no hay una Piedra Única que es la Ley, sino pequeñas piedras sin valor: leyes humanas que los hombres han ido haciendo e impiden que pueda crecer la semilla. No hay tierra, ni nada para las raíces, y no puede penetrar el agua. Son los espíritus que reciben Mi Palabra y se alegran, pero después se les embota la mente con tantas piedras, es decir, tantas leyes humanas, que no pueden con todo y se secan. La pobre semilla se muere sin alimentos, pues “tantos preceptos han sustituido al Precepto Verdadero. Israel es un ejemplo de esto, pues al acercarse a Dios, estas leyes humanas se lo impiden. Los campos con muchos caminos llenos de polvo no producen nada; se refiere a las almas mundanas, egoístas, cuya ley es la comodidad, el gozo, el no fatigarse. El espíritu del mundo es el Maligno, que pisotea y destruye la buena semilla que cae en esos campos de sensualidad y búsqueda de lo vano”. Jesús pregunta a los Suyos. Y sí que han entendido todo. Les comunica que marchan a Cafarnaum, pues debe hacer algo antes de ir a Jerusalem, para la Pascua. Iscariote le pregunta si pasarán por Arimatea. “No es seguro”, le responde el Señor. Han llamado a la puerta. Pedro abre confuso, pues no se espera a nadie tan tarde. Es Juan, con la cara desencajada, polvoriento; se ve que ha llorado. Todos gritan asustados. Jesús en pie, serio, le pregunta por Su Madre. Juan se arrodilla ante Él con cara suplicante. “Tu Madre está bien, pero me mandó que viniese para pedirte que no vayas por la ribera del Jordán, porque a Tu primo Juan lo han cogido preso”. Jesús palidece silencioso, pero los Apóstoles se agitan al saberlo. Pide entonces a Juan que se levante y cuente lo sucedido. “Tu Madre con otras dos mujeres, y yo con Timoteo e Isaac el pastor íbamos para ver al Bautista. Después me di cuenta de que Tú querías que se despidieran los dos. ¡La última despedida! Y enseguida lo hicieron prisionero”. Cuenta con pavor que un discípulo suyo lo entregó, y que él se refugiaba en unas cuevas de los montes Garizín. Todos están horrorizados. “¡Los santos tienen traidores que venden su alma al diablo!”. El discípulo llora sin consuelo. “Mi primer maestro que me trajo hasta Ti. Temo, Señor, que uno de nosotros Te traicione y Te venda por unas monedas”. Jesús se muestra tranquilo:”aún no acontecerá”, dice con dolor. Pedro se enfurece y Judas dice que antes que ser asesino de Dios, se mataría. Jesús es tajante y enérgico al oírlo, dice a Iscariote que no blasfeme. “Si no quieres ser débil, no lo serás nunca. Pero si fallas, llora y que Dios te perdone”. Juan sigue sollozando y Jesús le dice que Él también sufre. “Él fue mi precursor, que me trajo hasta Ti”. Al parecer, sus discípulos estaban furiosos con el traidor. “Lo han acompañado para estar cerca de él cuando lo maten”; añade Juan. Zelote lo consuela como si fuera su padre. “Morirá”, afirma Jesús. “No saldrá vivo de las manos de Herodes”. Juan agrega que le mintieron diciendo que el Mesías estaba en peligro y quería confiarle un secreto. Los soldados de herodes lo cogieron enseguida. “Y los fariseos de Cafarnaum estuvieron a la cabeza del complot. Salió de su cueva por venir a verte”. Nadie habla. Jesús palidece y tiembla. Por fin les dice que irán a Judea por otro camino. Él debe ir a Cafarnuum. “Descansad. Yo voy a orar entre los olivos”. Zelote propone vigilar al Señor de los enemigos. Unos irán a la orilla del Lago. Otros irán cerca de donde el Maestro ora… Juan tiene una pena muy grande:”ya no veremos más a nuestro Juan”, dice a Andrés. Pedro está indignado y ordena que cada uno tome su puesto, “tenemos que dudar de escribas y fariseos, que nos traerán la ruina”.

BIBLIOGRAFÍA: María Valtorta, “Poema del hombre Dios”; Mt. 13,1-9; Lc. 8, 4-8; Ju.16,13; Mt. 13, 10-23; Mc. 4, 10-25; Lc.8,9-15; Gén.11,1-9; Gén.1, 2-27; Is. 6, 9-10…

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