La noticia del día estuvo ayer en Loma Colmenar, en donde un puñado de parados decidió subirse a la grúa bloqueando así la construcción pública de las viviendas en dicha barriada. Ustedes podrán estar o no de acuerdo con la postura de estos hombres, pero estarán conmigo en que para subirse durante seis horas a una grúa hay que estar muy desesperado. En esta historia no valen medias tintas, ni que ahora nos salga una autoridad diciendo patochadas porque tenemos delante a gente que no está protestando porque sí, sino que lo está haciendo porque busca a la desesperada que le contraten. Ven delante de sus narices una obra en la que se invierte dinero público y en la que no se tiene en cuenta a los desempleados locales... y no les queda otra que protestar y protestar porque, está claro, la administración está fallando en algo.
¿De qué sirven los acuerdos plenarios para instar al Estado a que en obras públicas reserve un cupo a desempleados ceutíes?, ¿de qué vale que don Juan telefonee a la directora de SEPES para que tenga en cuenta la población local si todavía no se ha dado cambio alguno? La historia de ayer tiene bien poco de anécdota o de broma, es más bien el grito desesperado de gente que quiere trabajar y a la que no le importa subirse a una grúa, sin protección alguna, arriesgándose a caer al vacío.
Si el episodio de ayer pasa sin pena ni gloria entre quienes tienen potestad para hacer que esto cambie, nos veremos obligados a pensar que el derrotismo ha invadido a las administraciones y que Ceuta nada vale ante las posibles reclamaciones que deben hacerse ante Madrid. No hay trabajo, en eso estamos todos de acuerdo. Todos tienen derecho a buscarlo más allá de su propia tierra, pero de igual forma la administración debe pedir cierta sensibilidad a quienes con el dinero de todos están dirigiendo estas obras públicas.