Me esperaban en la estación de mi tierra, una ciudad apalmerada y reflejada en el cielo de la primavera ilicitana.
Como siempre en un coche compartido rumbo a " la ciudad de los prodigios"que escribiría Eduardo Mendoza relatando 'La historia de Onofre, un personaje que sale de la nada y llega a Barcelona en busca de una vida y un trabajo, huyendo de su familia y de sus orígenes. También Carmen Laforet en la entrañable novela " Nada" narra la búsqueda de la libertad de Andrea, que deja su pueblo opacado por la pstguerra para comenzar sus estudios en una ciudad que comenzaba a abrirse a la libertad.
Los compañeros de viaje fueron desmitificando los bulos y la imágenes distorsionadas de la Cataluña borrada por políticos de turno que ven en el enfrentamiento y la discordia un caldo de cultivo electoral.
Hablamos de la lengua, de la ciudad que abre sus brazos a culturas alternativas, a la urbe de acogida a tantos trabajadores afincados en la polis cosmopolita.
Desde el diálogo fluído y sin fragor, emocionados, volvían a su tierra en el vehículo del blabla car. Entendí que defender la independencia, proteger la historia y hacer patria en nada tiene que ver con la insolidaridad y la supremacía.
Charlamos de la represión en la posguerra, de la fuerza de las ideas para mantener los pilares más profundos desde las raíces viajeras y escondidas que se visualizan en las alamedas.
Nos despedimos sin decirnos adiós con la sospecha de que el destino nos dispersaría en el tiempo.. Allí, después de un bocata urgente ( pan, jamón, tomate y aceite) saboreé la gastronomía más internacional de ese pan con señas de identidad y denominación de origen.
Llegó a mi cita los ojos con los que vería la ciudad. Desde sus recuerdos, desde su infancia, desde su adolescencia la urbe pintaba un colorido de emociones arrinconadas por la memoria: Estación de Francia, Ramblas. Portal del Ángel, plaza Cataluña, plaza del pino. Intenté comerme la Boquería con los cinco sentidos en una orquesta de alimentos exóticos y exquisiteces para un paladar alienado por la comida rápida de todos los días.
Vuelta a Cunit, barrios tomados por un silencio respetuoso y la soledad de apartamentos vacíos.
Nunca noté gentes agresivas con los turistas, nunca un gesto duro, una palabra inadecuada, un comportamiento soez. Tenía la sensación de ser esperado, de bienvenida, de gracias por intentar descubrirnos en nuestra realidad cotidiana. Somos vosotros pero heredamos de nuestros antepasados la lengua, las formas de construir una sociedad milenaria que se resiste a perderse en la uniformidad de lo común.
Ahí estamos, hacemos país, la señera es una carta de ciudadanía. Monserrat Caballé y Freddie Mercury volverán a encender la antorcha urbi et orbi.
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