Queda nada y menos para las elecciones. Muy a pesar del ciudadano que se verá machacado a discursos, promesas y reparto panfletario. Vuelta a la rutina, atrapados en un particular día de la Marmota, todo se repite.
Pero llama la atención que, siendo así, nos topemos con situaciones como las que están teniendo lugar en estos días: reuniones para perfilar programas económicos, encuentros para dibujar los problemas que tiene Ceuta, debates para tratar las líneas que hay que seguir para sacar esto adelante. Que aún hoy estemos buscando el camino, el yacimiento acertado tras muchos equívocos, el modo de generar desarrollo dice mucho del nivel de mando político en plaza que tenemos. Si fuéramos mal pensados habría que considerar que todo esto es un engaño, una burla al ciudadano. Llevamos años buscando la manera de atajar el fracaso escolar sin conseguirlo; de buscar la reactivación económica más allá del buen ejercicio de plañideras en busca de fondos europeos y estatales que es a lo único que se han dedicado nuestros dirigentes; de resolver el conflicto enquistado en la frontera; de hallar una salida digna y a su vez rentable al polígono del Tarajal.
Pasan los años y seguimos dando vueltas cual peonzas, escribiendo los mismos titulares, recibiendo similares promesas, ¿acaso no deberíamos haber encontrado ya el camino?, ¿acaso no sobran esas reuniones definitorias de las líneas a seguir para encontrar soluciones?, ¿acaso no deberíamos haber avanzado ya? Claro, si reducimos el éxito de la gestión a que las barriadas disponen de paradas de autobús, locales sociales y parques infantiles... entonces somos la bomba.
Si engordamos ese éxito vendiendo inversiones que no son más que un uso adecuado por obligado de nuestros impuestos... entonces somos la mejor ciudad del país. Pero eso no es lo que a estas alturas reclama el ciudadano que asiste, sorprendido, a un nivel cuando menos desalentador y se pregunta si todo esto va en serio, si es que somos como ese hamster feliz dando vueltas en su rueda, controlado, en su jaula, sin levantar siquiera la cabeza.