Desde nuestra asociación no hemos querido dejar de pasar la ocasión para sumarnos, con estas letras, al sentir popular en relación a la desaparición física del doctor Abdelkrim. Todavía recordamos cuando nuestros padres nos comentaban relatos sobre el gran poder de perseverancia y la enorme capacidad de trabajo que condujo a este hombre a superarse a sí mismo y convertirse en un admirado y amado médico en nuestra ciudad. Recuerdos de urgencias en el hospital de la Cruz Roja dónde ahora me veo, a través del espejo del recuerdo, afectado de una pequeña dolencia provocada por un exceso de vómitos y de repente aparece un médico de guardia que resultó ser conocido de mi progenitor. Me puso una banderilla de analgésico para que dejaran de machacarme las tripas y me tuvo que sentar en la camilla pues casi me voy al suelo de lo débil que había llegado. Mientras me recuperaba pude atender algo a la charla que mantenían mi padre y el médico, pues había oído hablar mucho del famoso Abdelkrim en mi casa por boca de mi padre, pero no lo conocía en persona.
Debo decir que la conversación fue extrañamente afectuosa puesto que, a pesar de mi cochambroso estado, pude percatarme de la admiración que mi padre mostraba en su mirada ante aquel señor con bata blanca, pero del que sin embargo solo pude vislumbrar dureza en la mirada y actitud taciturna (en aquel momento no pude reconocer la sencillez del místico-estoico que creo que ahora si estoy algo más pertrechado culturalmente para detectar). Lo suyo era curar, sanar y detectar problemas, y todo ello hacerlo con la máxima eficiencia y las mejores garantías para el paciente, sin motivos particulares sobre nadie, puesto que para él toda la humanidad era el verdadero motivo de su interés y atención médica. De fuerte personalidad cuando llevaba una bata en el hospital, no permitía ninguna alegría con sus decisiones e incluso llegaba hasta donde tuviera que llegar para que los pacientes tuvieran el mejor cuidado posible. Un punto necesario de excentricidad coronaba a Abdelkrim que lo hacía muy atractivo a los ojos de los demás, un hombre en su mundo y un mundo dentro del hombre. Al ser una persona excepcional, la frase orteguiana no se puede aplicar, puesto que “las circunstancias no hacen necesariamente a las personas, sino más bien son nuestras respuestas a las circunstancias las que mejor definen las capacidades de superación de las personas”. Con respecto a lo comentado, el doctor Abdelkrim era un verdadero campeón de la superación, saliendo airoso de las pruebas que le planteó el punto de partida de su existencia vital. Una vida dura modela necesariamente un carácter duro y estoico, como el de nuestro facultativo, pero su enorme capacidad espiritual lo sitúa en el lugar que le corresponde en el trato con el paciente. Estas son las recompensas propias del hombre excelente, nunca cortoplacista, aquellas que proporcionan satisfacciones genuinas y dignas. En una sociedad tan despersonalizada dónde lo que prima es el principio de felicidad frente al de realidad (citado en Mundo Consumo de Bauman), sin pensar en la consecuencia de los actos, y dónde las relaciones cara a cara no son deseadas o más bien están puestas bajo sospecha, las actitudes del doctor Abdelkrim en relación a los pacientes y a los familiares son encomiables.
Leonardo Boff habla mucho de las virtudes humanas y su relación e importancia para la generación de los mitos. Algo de mítico en su comportamiento tiene el célebre médico ceutí, lo cual podría resultar beneficioso, puesto que los mitos sirven en múltiples direcciones a los seres humanos. En este sentido, la vida de Abdelkrim es una inspiración ética y pedagógica que orienta nuestros pasos hacia los valores eternos y la verdadera sabiduría que todos los seres humanos llevamos dentro de nosotros. El autor citado anteriormente indica la importancia de la hospitalidad y su relación con los cuidados y su enorme relevancia y relación con uno de los aspectos más genuinamente humanos. Todo el mundo, hasta el más tonto y adulterado por el consumo, queda admirado ante la capacidad de llevar consuelo y sufrir con los demás, hasta que la vida que conocemos como tal se apaga. El colectivo médico está aquejado, como el resto de la sociedad, de las dolencias del consumo, el cientifismo, la pérdida de espiritualidad y el amor al dinero, y es por esto que, cuando se produce el milagro y aparece un ser no solo competente médicamente sino capaz de ponerse en el lugar del paciente, de su familia y de sufrir con ellos, entonces parece que el tiempo se detiene. Y no precisamente porque vayamos a evitar la muerte del ser querido sino porque percibimos el interés genuino por el otro y la atención en los momentos en los que necesitamos a un sanador. Son cuestiones que nos devuelven al paraíso humano perdido con la simple presencia de una persona especial, como era el doctor Abdelkrim. Al sentir compasión por los necesitados de ayuda médica lo hacía también por todos aquellos que sufren con el enfermo, provocando la conexión espiritual necesaria. Obviamente, la compasión exige que nos olvidemos de nosotros mismos, como indica Boff, y que vayamos al encuentro del otro para acogerlo y cuidar de él. Es, además, según este mismo autor, la virtud más elevada para el budismo, pero no por el simple hecho de sentir pena sino por el elevado sentimiento moral de saber ponerse en el lugar del otro y sentirlo en su situación concreta, estando dispuesto a sufrir con él lo preciso sin dejarlo en su propio dolor, sin abandonarlo.
Su manera de estar en el mundo, sus modos y rutinas al andar y llevar los brazos cruzados en la espalda tenían la fuerza de convicción del místico y del asceta islámico, de los que acampaban en los bosques, las montañas o en las costas acantiladas y actuaban como druidas, médicos y sanadores espirituales. Muy seco en el trato, claro que era un ser diferente, pero con unos gestos tan elevados y excelentes que conmovían al mayor de los descreídos en las posibilidades del ser humano. El periódico decano ya se hizo eco de declaraciones de personas al respecto de todo lo comentado y en esto no nos vamos a repetir, pues ha quedado suficientemente documentado. La dedicación médica del doctor Abdelkrim, y la de otros muchos otros facultativos a lo largo y ancho de este planeta, son un tesoro espiritual digno de ser cantado por Kahlil Gibran y tantos otros poetas de lo espiritual.
En esta Ceuta de tanto dimisionario de las responsabilidades sociales que nos atañen a todos no podemos permitirnos el lujo de olvidar la figura de una vida heroica de superación personal y de entrega a la sociedad que prestigia a nuestra ciudad, estos comportamientos se los dejamos a los mediocres y esperamos que este caso estén a buen recaudo.
Por todo ello, nos sumamos a la iniciativa de ver su nombre conmemorado como mejor se estime desde la ciudad autónoma y sus órganos competentes a la vez que lamentamos que no hayamos sido capaces de homenajearlo antes de que se nos quedara fuera de nuestro alcance mortal.
Otra nueva estafa que podría llegar a Ceuta. La autoridades de Canarias, Andalucía, Madrid o…
El Poblado Marinero ha sido testigo de otro evento solidario para ayudar a los afectados…
Desde la Asociación Española de Consumidores (Asescon) alertan de una nueva estafa que puede afectar…
El Sporting Atlético de Ceuta consiguió un gran triunfo en esta jornada 14 del grupo…
Ritmo alto en cada acción durante los primeros veinte minutos con Ceuta jugando de poder…
Ceuta es una ciudad solidaria. Lo ha sido siempre y no iba a ser menos…