Tres días de apretada agenda, entre el miércoles y ayer viernes, han servido a Francesca Friz-Prguda para llevarse de vuelta a Madrid, bajo el brazo, un argumentario con los pros y contras del fenómeno inmigratorio en Ceuta y, sobre todo, de las facilidades y obstáculos con los que se topan los solicitantes de asilo en nuestra ciudad.
Es ésa, precisamente, la misión que Naciones Unidas le encomendó cuando la colocó al frente de la máxima representación en España de Acnur, el organismo de la ONU que vela por colocar bajo su paraguas protector a los refugiados y a quienes, por un motivo u otro, huyen de sus países de procedencia.
–Durante su estancia en Ceuta ha podido visitar el perímetro fronterizo, el foco que ha colocado de nuevo a la ciudad en el punto de mira internacional tras el 6-F. ¿Qué impresión se lleva de esa puerta de entrada a la Unión Europea?
–Todo lo que ocurra en cualquier frontera del mundo, sobre todo en una externa, en este caso de la UE, nos preocupa y siempre estamos ahí para desarrollar nuestro trabajo, que es el de comprobar si la gestión es sensible a las necesidades de protección internacional, que se facilite el acceso a territorio a quienes huyen de guerras, de conflictos violentos y masivas violaciones de derechos humanos. Por eso vinimos a Ceuta y fuimos dos veces a Melilla. Es una tarea rutinaria de Acnur: hacemos lo mismo en Barajas, en Barcelona... Es parte de nuestro trabajo. Es importante que quede claro que no estamos aquí por motivos de investigación o similar tras lo sucedido el 6 de febrero.
–Pero la frontera de Ceuta es cuanto menos ‘peculiar’. Es una muralla entre dos mundos y el acceso para un flujo masivo de inmigración irregular. ¿La gestión que realiza España de ese fenómeno es a su juicio la correcta?
–Acnur es un organismo que tiene encomendada la protección internacional de personas en peligro. Dentro de nuestro trabajo reconocemos plenamente la soberanía y el derecho de cada estado a proteger sus fronteras. En este sentido, el perímetro de Ceuta es parte del sistema español y España ha decidido controlarla así, más siendo frontera externa de la UE. Tomamos nota. Lo que nos preocupa mucho más que la forma física que tenga una frontera es si permite o no el acceso al territorio a aquéllos en necesidad de protección internacional.
–¿Y dónde encaja Ceuta en ese grado de permisividad?
–Vemos que prácticamente ni en Ceuta ni en Melilla hay formas regulares y seguras de entrar para aquellas personas que necesitan protección. Pero esto no es algo que caiga dentro de las competencias de Ceuta, es una competencia nacional. Nos preocupa, y mucho, que no haya vías legales para solicitar esa protección internacional. Las personas que la reclaman dependen de las mafias y contraen riesgos, sobre todo mujeres y niños. Dependen de pateras, de saltos de vallas... Insistimos en que la protección fronteriza es perfectamente parte de la soberanía de un Estado como España, pero en estos momentos parece que no hay forma legal para aquellos que quieren entrar en su territorio y denunciar que son víctimas de persecución o maltrato.
–¿Y cuál es la solución?
–Pues idear un sistema y un mecanismo de forma que se pueda acceder a Ceuta, llegar a un puesto fronterizo y decir “quiero solicitar protección internacional”.
–Pues da la impresión de que, frente a esa posibilidad que reclama, los muros son cada vez más altos. ¿Qué opina de las ya famosas concertinas?
–Reiteramos lo mismo: es soberanía de un Estado definir cómo y de qué manera quiere proteger sus fronteras, siempre dentro de un marco legal. El Estado español ha decidido tomar esta medida, que dificulta más la entrada, pero no es una cuestión de un poco más o menos dificultad, sino de instaurar mecanismos fiables y transparencia para facilitar no solo el acceso al territorio sino también el acceso posterior a un procedimiento eficaz y justo a todos los que lleguen y después quieran retornar cuando el riesgo haya pasado o la integración en la sociedad de acogida.
–¿Tiene la impresión de que, sobre todo tras el 6-F, el fango político ha ganado la batalla al auténtico drama de la inmigración?
–Agradezco esa pregunta, porque es exactamente nuestra preocupación. Lo vemos con tristeza. En todo este debate se enfoca casi únicamente a la inmigración ilegal, dicho entre comillas porque pensamos que nadie es ilegal –un ser humano no puede serlo, puede entrar irregularmente– y que se ignora de forma completa toda la dimensión de la protección internacional. Lo que Acnur está proponiendo es tener un debate técnico y no politizado sobre el asilo.
–¿Quizás porque se cuela en el mismo saco a inmigrantes ilegales y a perseguidos?
–Sí, es un mensaje clave que nos gustaría transmitir a la gente: no todos los que llegan son inmigrantes ilegales. Dentro de este grupo hay refugiados que huyen de guerras, de conflictos muy violentos y con atrocidades indescriptibles como el actual en República Centroafricana.
–¿Por qué hay tan pocas peticiones de asilo por parte de ciudadanos sirios o de Mali en Ceuta, que sí tendrían derecho al estar sus países con conflicto? ¿Temen que se dilaten los plazos y prefieren salir hacia la Península por el procedimiento habitual, más ágil?
–Efectivamente. Lo que ocurre es que como las solicitudes tardan en resolverse y en ocasiones no se sabe cuándo va a haber resolución, las personas que lo solicitan no ven una vía en el asilo y en la protección internacional, pese a necesitarla, como efectivamente ocurre con los ciudadanos sirios que huyen de su país.
–Agilizar y acortar los plazos es clave entonces en ese proceso...
–Sí. Lo que hemos hecho es realizar misiones regulares a todas las fronteras de España, pero con un enfoque mayor en Ceuta y Melilla, para analizar, discutir, y sobre esa base hemos desarrollado un catálogo de recomendaciones muy concretas y que hemos emitido al Ministerio del Interior. Y dentro de ellas una de las principales es que se cumplan los plazos legales. Que no se mantenga a gente por periodos de tiempo largo y prolongado, innecesariamente prolongado, en condiciones no adecuadas. Que puedan alcanzar la Península de forma rápida, porque necesitan atención especializada. Es nuestra preocupación. Los plazos legales deben cumplirse para suavizar la situación.
–La paradoja contraria es el colectivo de argelinos, que solicita el asilo en masa para evitar una expulsión inmediata...
–Exacto. Es una característica para Ceuta que a mí me sorprende. Ocurre que efectivamente el asilo es una vía que está ahí, es un derecho fundamental para proteger. Pero hay personas que la utilizan para otros fines, y en este caos la paradoja es que la protección que da el asilo, contra la devolución a un país, paralizándola, la van a utilizar colectivos de personas que justamente es eso lo que quieren, pero por motivos ajenos a la protección internacional. El sistema debe tener mecanismos de identificación ágiles, rápidos, siempre con eficacia y garantías, que permita discernir quién tiene derecho a esa protección internacional y quién pretende hacer un uso incorrecto de ella. Con eso no queremos decir que ocurra con el 100 por cien de esos solicitantes argelinos, hay que ver caso por caso, pero igual que pedimos celeridad con los que necesitan protección, la reclamamos también para los casos en que haya dudas.
–Quienes lo solicitan reclaman también movilidad geográfica, poder acceder a la Península y moverse por ella hasta que se solucione su petición, pero Interior no lo acepta. El TSJA ha sentenciado a favor varias veces...
–Es una cuestión de capacidad quizás para los traslados, y por eso no es bueno prejuzgar, pero sería bueno aplicar la ley, que es clara. Seis meses de espera en Ceuta, en el CETI, para quien ha solicitado asilo es mucho tiempo.
–¿Qué opinión le merece el papel que desempeñan esos centros de estancia temporal?
–Nos gustaría destacarlo, porque eso es también Ceuta. Hemos visto muy buenas prácticas. Hemos visitado estos días el CETI, y nos hemos dado cuenta de que dentro de las presiones que tienen, porque en estos momentos sufren una sobrepoblación, están haciendo una labor magnífica, con una atención personalizada, con unas reglas que consiguen un buen equilibrio entre seguridad y prestación de servicios, con una vertiente también humanitaria. El equipo del CETI está haciendo un trabajo impresionante. No puedo utilizar otras palabras.
–¿Le han transmitido las autoridades el mensaje de que Ceuta no puede batallar sola contra el flujo inmigratorio, que necesita la implicación directa de la UE?
–Sí, hemos percibido una preocupación por parte de las autoridades también de salir de ese círculo vicioso asociado solo a problemas, a la valla... También realmente se pretende facilitar las soluciones para los problemas que existen. Es una frontera externa a la Unión Europea y no es fácil ni barato de gestionar, ni lo que ocurre ahora ni lo que ocurre una vez que el inmigrante ya ha entrado. Hay una buena actitud general de colaborar y de discutir, y en un enfoque hacia la mejoría.
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