El 20 de diciembre de 2013 la Biblioteca Pública del Estado en Ceuta abría por primera vez sus puertas bajo el nombre de Adolfo Suárez, tres meses antes de que el primer presidente de nuestra joven democracia falleciera. Por aquel entonces se solicitó y manifestó la satisfacción de que su hijo estuviese presente durante un acto de tal envergadura. Una petición que por diferentes motivos ha sido pospuesta a lo largo de estos cinco último años hasta el día de ayer, cuando el hombre que carga con esa herencia histórica trascendental de nuestro país piso suelo caballa.
Tal y como manda el protocolo su primer encuentro en la ciudad lo mantuvo con el presidente Juan Vivas. Una visita breve y con un margen de 30 minutos de diferencia que le restaban hasta llegar a ese edificio que viste en su fachada el nombre de su padre.
Adolfo Suárez Illana se adentró en el Palacio Autonómico con aire decidido, altivo y poco prestado a las cuestiones de los periodistas que allí aguardaban su llegada. Con una marcada seriedad, de la que conseguiría desprenderse discretamente a lo largo de la tarde, Suárez Illana puso de manifiesto que él “es un hombre de palabra”, y apelando a la frase más famosa de su padre expresó que “prometí que iba a venir, y aquí estoy pese a las circunstancias que hoy atravesamos”. Coyuntura doble, puesto que su partido se encuentra inmerso en unas primarias, como bien señalaba, pero sobre todo por la clave del asunto en el que centró su conferencia: el clima político que asola al país. “He venido a reclamar una vuelta a los orígenes desde el punto de vista ético y moral, y desde el político, para así intentar lanzar algo de luz a esta convulsa situación que hoy vivimos”, sentenciaba.
Tras la breve recepción con el presidente, Suárez Illana se reunió en la Biblioteca Pública con el calor del pueblo ceutí que ralentizó el comienzo de su ponencia con continuas muestras de cariño. Desde los que esperaban para lanzarse a sus brazos y besarle, literalmente, a los que no perdieron la oportunidad de inmortalizar el momento. Ya dispersos y ocupando sus asientos, el ponente comenzó agradeciendo la invitación. “Soy consciente del cariño que se me pone al invitarme, del mismo modo que sé que no soy el legitimo titular”, manifestaba. Las referencias a su padre y el cariño impreso en sus palabras fueron constantes, a la vez que ejerció como portavoz de su legado, de sus pensamientos, anhelos y sentimientos. “Mi padre tenía un especial cariño a Ceuta, Melilla y las Canarias por el hecho de estar más lejos de las tierras peninsulares”, confesaba. “De hecho en su despacho tenía una foto de esta ciudad a la que los Suárez le tenemos un especial cariño y donde siempre se podrá contar con nosotros”.
Una vez resuelto en halagos hacia un pueblo que siempre le ha mostrado su cariño y respeto, se adentró a disertar en una conferencia que tituló ‘En nuestros orígenes está nuestro futuro”. Durante la misma ahondó, desde el humanismo cristiano y desde el político, en esa referida atmósfera que nos concierne para, al final, buscar en esos orígenes la solución.
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