Además, es la primera vez que esta exposición cruza la frontera y llega a España, tras nueve meses en Marruecos. Trabaja como corresponsal para ABC en el Magreb, y el primer día que aterrizó en el país vecino fue el 11 de julio de 2002, exactamente el día de la ocupación del islote del Perejil.
–¿Qué le llevó a hacer esta exposición?
–Recuerdo el primer día que quedé con él para entrevistarle, en el año 2003. Las tres fotos de esta exposición en la que aparece él son las que le hice en aquella entrevista. Recuerdo perfectamente que entré a su casa y me preguntó: “¿Traes lo que hay que traer para entrevistarme?”. Yo saqué dos botellas, y empezamos con la entrevista; a Chukri había que darle gasolina. Estuvimos todo el día y cuando salí tuve que andar un par de horas por Tánger antes de coger el coche y volver a Rabat. Quedamos en que volveríamos a vernos, pero poco tiempo después él cayó enfermo, y luego murió. Fue una especie de reportaje ‘interruptus’.
–¿Entonces?
–A partir de ahí, tengo tres retratos de Chukri, y lo que hago es esta exposición: una evocación fotográfica de la obra de Chukri. Cuando viajo por Marruecos y leo los libros de Chukri, pienso qué imágenes veo, qué situaciones se muestran en su obra. Especialmente me fijé en su trilogía de biografía autonovelada: ‘El pan desnudo’, ‘Tiempo de errores’, y ‘Rostros, amores, maldiciones’. Lo que he hecho un poco más distinto es hablar con mi cámara. Primero una Leica M6 de negativo, y después una réflex digital Nikon.
–¿Cómo le marcó conocer a Mohamed Chukri?
–No tenía pelos en la lengua. Eso y leer sus libros te lleva a entender cómo, a lo mejor, muchos compatriotas suyos le siguen odiando. No soportan que alguien vaya paseando en la literatura teniendo éxito con aquellos aspectos que reconocen, pero prefieren mantener de puertas para dentro. Es muy, muy real, pero a la vez muchos se avergüenzan. El valor que tiene esa realidad es no sólo eso, sino que él es el protagonista.
–La exposición entra en España, pero ha sido expuesta en varias ciudades de Marruecos. ¿Cómo ha sido la acogida?
–De todo, a algunos les ha gustado, y a otros no. Muchos en Marruecos no perdonan que Chukri Mostrara lo que mostró, como que su padre matara a golpes a su hermano pequeño. Hay muchos Mohamed Chukris en el norte de Marruecos, pero sólo él se ha atrevido a contarlo. Por eso su obra fue prohibida, lo que le dio aún más ánimos.
–De todas las fotos, ¿hay alguna que la veas y le sorprenda más?
–No sólo me lo parece a mí, pero hay algunas muy duras comola de los niños esnifando pegamento en las tumbas de un cementerio. Eso, por ejemplo, es muy actual porque cuenta muy bien la situación de los niños de la calle de Tánger, y a la vez esa sordidez y esa infancia perdida, muchas veces nos traslada al universo Chukri. Aunque hay otras fotos que no están hechas en el norte de Marruecos, pero me trasladan a ese mismo universo
–¿Por ejemplo?
–En Rabat, o en Casablanca, o en la cordillera del Atlas. Lo importante es que quien venga a ver la exposición comprenda este es el espacio que evoca Chukri, no mi idea de Marruecos. Si ahora me pidieran una colección de todas las fotos que he hecho en estos años, cogería alguna de esta exposición, pero muchas otras serían más alegres.
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