La madrugada del 9 de diciembre se vivieron momentos dramáticos. Más de 50 personas resultaron heridas tras la entrada de 438 por el vallado. Se batieron todos los récord en una jornada difícil de olvidar para todos ellos.
Hoy el drama ha dado paso a la alegría, después de que buena parte de aquel grupo haya podido partir a la península. Marchaban felices pero a su vez con cierta tristeza por lo que dejan en el centro. Entre ellos partía Alfa. Marcha a Sevilla, en donde intentará seguir apostando por su carrera artística que ya pudo apreciarse en la exposición organizada la semana pasada en el campus.
También marchan once mujeres cuyo estilo también pudimos apreciar en el desfile organizado hace unos meses en la Sala Bloom. Muchas de sus amigas acudieron a despedirle a la estación marítima.
Y las buenas noticias llegaron también para la adolescente Oumane, que llegó hace unos meses a Ceuta en patera, para, al poco, unirse con su madre. Ahora marchan las dos juntas a la península. La frontera les separó durante un tiempo, pero ahora podrán permanecer juntas en esta nueva etapa de sus vidas.
El colectivo argelino, que ha ido a despedir a sus amigos subsaharianos, sigue siendo el perjudicado. Ninguna salida para ellos, salvo para un compatriota tunecino llegado a Ceuta hace unos meses.
Es el día a día de la inmigración. De la tensión se pasa a la esperanza, del miedo a una posibilidad de futuro. Y Ceuta se erige en la puerta de tránsito que separa dos mundos marcados por la frontera.