Ellas han dicho basta, Gillette también

Los que vivimos la dictadura nos tragamos anuncios machistas que estarían prohibidos en la actualidad. Anuncios horribles como el de la colonia Lucky con un eslogan vergonzoso y delictivo “No importa lo que ha pasado. Él es un hombre y usted lo ama. Él merece Lucky”, mostrando la  imagen de una mujer con un ojo morado y un hombre con guantes de boxeo. Anuncios machistas como el del coñac “Soberano es cosa de hombres”.

Unos anuncios que marcaban tendencia, que indicaban el camino a los hombres de la época, que trataban de justificar a los maltratadores y energúmenos que conocimos en nuestros barrios. Nadie cuestionaba estos anuncios, estábamos educados para no cuestionar nada, sobre todo porque eran supervisados por la censura del régimen. Los hombres éramos educados para no mostrar nuestros sentimientos: “Los hombres no lloran”; nos educaron para subordinar a las mujeres a nuestros intereses, nos educaron para ser muy machistas y a las mujeres para soportar borracheras, abusos y maltratos de sus cónyuges.

Han pasado muchos años y los anuncios machistas van desapareciendo de nuestra sociedad. Estamos siendo educados en igualdad, en contraposición con aquella época, pero todavía hay hombres que se resisten a reconocer que las mujeres tienen los mismos derechos que los varones, que no tienen que someterse a sus caprichos, que no están subordinadas a nadie. Las mujeres son libres, más libres de los que abrazando pensamientos e ideologías cavernícolas son incapaces de respetarlas y comportarse como personas educadas y normales.

ELLAS han dicho ‘BASTA’ para acabar con la discriminación de las mujeres a las que se les prohibía hasta trabajar sin permiso de sus maridos. Una rebelión social que no tiene ninguna ideología, su único fin es  conseguir la igualdad entre hombres y mujeres. No es un movimiento exclusivo a mujeres, porque cualquier hombre decente tiene la obligación moral de luchar y exigir un trato igualitario en el ámbito familiar, laboral y social. Pues bien, ese movimiento social se llama feminismo. No se trata de minusvalorar a los hombres, de arrebatarles derechos, de subordinarnos a las mujeres, se trata de acabar con conductas machistas, con una educación que arrastramos y que debería avergonzarnos. 

En el último anuncio de Gillette, la marca se publicita lanzando un mensaje contra la no violencia y las actitudes machistas. Nos muestra a hombres que reprenden a otros “hombres” que acosan a mujeres, hombres que piden a otros hombres que dejen hablar a mujeres cuando las interrumpen para corregirlas, hombres que intentan detener peleas entre hombres, incluso a niños haciendo bullying a otros niños o dándoles palizas en el patio del colegio. El anuncio nos muestra al verdadero hombre, pacífico, respetuoso con otras personas -en este caso mujeres, hombres y niños- que afean conductas machistas y la violencia.

Una publicidad que nos educa en el respeto y en la no violencia está siendo cuestionado por ciudadanos que se sienten ofendidos; que anuncian muy resentidos que dejaran de utilizar la marca, algunos se hacen fotos lanzando las cuchillas a la papelera. Están ofendidos porque el anuncio muestra una imagen mala y violenta de los hombres, algo que no llego a entender porque veo a hombres que tienen una buena actitud, solidarios, que ayudan a mujeres y hombres cuando se ven agredidos y, por otro lado, hombres violentos y machistas que son reprendidos por los primeros.

El anuncio nos muestra la doble cara de los hombres. Nos lleva a la irremediable situación mental de que nos identifiquemos con el hombre bueno o el hombre malo; con el violento, machista y acosador o con el pacífico, solidario y valiente. Una publicidad que nos lleva a la desagradable situación de mirarnos en un espejo en el que no nos queríamos ver. Nos lleva a la irremediable situación de cambiar de cuchilla de afeitar, porque para un cavernícola es más fácil cambiar de marca de cuchilla que de actitud.

No dejes de afeitarte con Gillette, merece la pena el esfuerzo.