En estos días leo artículos de opinión sobre el resultado de las recientes elecciones y me llama poderosamente la atención como algunos sacan a relucir razonamientos y juicios sofisticados sobre el resultado de las mismas. A estos articulistas les pasa lo mismo que a algunos políticos de su cuerda, y es que no se creen todavía lo que ha pasado, como en su día le ocurrió al candidato Aznar.
Resulta un ejercicio de análisis reduccionista -en este caso- partir de las premisas de que el fracaso de las izquierdas ha sido debido a que el voto por las expectativas no ha funcionado, así como que las noticias falsas han mermado la credibilidad de los candidatos, para inferir, acto seguido, que la solución está en lo que no se ha hecho bien: la comunicación eficaz. Algo así como esto: «no he llegado a los votantes porque no he sabido transmitirles las bondades de mis logros pasados y propuestas futuras y, además, los bulos y las mentiras han mermado mi credibilidad» ¡Todo antes que ver a Sánchez como parte esencial del fracaso!
Hablando de éste, yo diría que la soberbia le ha jugado una mala pasada una vez más, así creyó (o quien se lo programe) que lo mejor habría de ser congregar, al modo Xiaoping, la reunión liquidadora de accionistas electos del psoe, para relatarles las bondades de sus proposiciones no aceptadas por el electorado y las maldades ajenas; todo ello en medio de una desmesurada laudatio hecha ovación. Por cierto, aplaudidores que, habiendo sido incapaces de mostrar un mínimo sentido crítico no les queda otra que mostrar fervor en el fracaso colectivo local antes de irse a casa. La escena de la ministra doña Marisú dando rienda suelta al fogoso palmeo es de puro fanatismo político y lo demás es cuento; dicho sea de paso, nunca llegaré a entender el porqué de los políticos para aplaudirse y abrazarse tanto, y no digamos si son féminas, entonces las muestras de cariño, risas y pasamanos son como de no haberse visto hace años.
Sánchez se presentó ante los españoles (porque el discurso está hecho más para los de afuera que para los allí escuchantes) con un discurso maniqueo, donde lo bueno dice estar representado por lo realizado por su gobierno y lo malo es lo que viene de la mano de la extrema derecha y la derecha extrema, si es que llega diría yo. Así califica, una vez más, de forma perversa y rebuscada a los que no le han votado. Para despedirse acudió al miedo, mencionando a nuestro hijos y mayores con alusiones al pasado, para colegir que el psoe debe parar esta corriente reaccionaria… lo que además de asusta viejas es indecente, como él califica con frecuencia los asuntos que le convienen.
Volviendo a las consideraciones académicas, ahora sobre la estimación de que más del sesenta por ciento de los votos de cada candidatura es voto amigo y que el resto da su voto influido por la comunicación en periodo electoral, digo yo que esto es mucho suponer, ya que la comunicación de los cuatro años de gobierno habrá de influir en gran manera ¿o no? A fin de cuentas, la campaña representa solo unos días frente al continuo bombardeo informativo de aciertos y desaciertos de los candidatos.
"El 23 de julio tendremos una idea del gobierno que nuestro voto habrá de posibilitar, que parece, por ahora, que no ha de bastar con ganar las elecciones"
En conclusión, por abreviar y yendo directamente a las causas del fracaso de las izquierdas en las elecciones autonómicas y municipales (digo izquierdas porque no sólo fracasa el psoe sino todo el movimiento del 15M) creo que hay que buscarlas en el hartazgo que sus representantes han producido en gran parte de la sociedad, así como en las mentiras y contradicciones de Sánchez, sus diabólicos pactos y, como no, las tonterías y los intereses particulares de sus socios: unos con desatinadas declaraciones y redacciones legislativas a las que les falta media cochura y los otros con leyes pasadas de cocción para beneficio propio.
Este es para mí el motivo del trasvase de votos, y pensar en otra causa es creer que el electorado ni ha sentido ni padecido durante los años del gobierno de Sánchez, y que nuestro cerebro no va guardando en su memoria causas y efectos de asuntos que van más allá de lo que algunos creen que es lo único que importa. Siempre hay quien cree que se puede presentar a última hora con una buena campaña de comunicación, alentando expectativas al vendernos, por ejemplo, logros de recuperación económica (que no lo es en valores absolutos), de buen empleo (miren los números de Ceuta aún con plan de empleo), de proteccionismo social (ideas-miseria de última hora) o los avances sociales conseguidos que dicen ellas y ellos a través de ese ultra feminismo trasnochado y esperpéntico del anti patriarcado, la lucha contra los oligopolios (?) y su obsesión por ganarse el voto juvenil aunque sea a costa de lo que dicta el sentido común; asuntos que no agotan la lista de posibles agravios.
Más les valdría considerar a los estrategas vendernos expectativas de buena moral, de dignidad y coherencia personal y política, de verdad, de ejemplo de vida, o de ciudadanos que se puedan sentir orgullosos de un país que va más allá de separatismos trasnochados y desmemoriados con su historia; que no la sensación de que hay dos justicas: la de los políticos, okupas, malos inquilinos, delincuentes profesionales y la del resto de los ciudadanos; o dos formas de vivir: las de los metidos en la extensa nómina de políticos de un país que no se los puede permitir, o la de los que todos los días han de levantarse con la sensación de futuro incierto.
Los análisis academicistas están muy bien, pero hay veces que los electores decidimos reventar las premisas de los estudiosos, aunque sólo sea por no volver a ver a quien promete hoy aquello y mañana lo contrario, o de quien percibimos que es capaz de pactar con los enemigos del Estado, aunque sean aquellos que le dicen a las claras que pretenden desde dentro demoler nuestras instituciones, que para eso están en su derecho; y también, como no, por dejar de escuchar las bravatas de nóveles políticas mitineras que azuzan el odio y el rencor de clase como base de su escalada política y social.
Si hay una frase corta, contundente y clarificadora de lo que hemos pensado muchos, sería «que te vote Txapote, Pedro», que cual estribillo de carnaval se ha hecho grito electoral; expresión rotunda que refleja el malestar del electorado y ha quedado plasmada en una votación de castigo a los lideres de la izquierda ya que no se la han podido hacer al presidente Sánchez. Así que mucho me temo que en julio va a ser peor, máxime con el cabreo que tiene la gente con la fecha de la votación y las tonterías de última hora, como su particular guerra del agua en Doñana, su aproximación a la crítica de grupos ecologistas interesados en menoscabar el comercio de la fresa, la propuesta de debates a dos excluyendo a otros partidos y grupos, o su ausencia buscada en actos institucionales que requieran pisar la calle porque anda acojonado con la plebe.
En cualquier caso, el 23 de julio tendremos una idea del gobierno que nuestro voto habrá de posibilitar, que parece, por ahora, que no ha de bastar con ganar las elecciones.