Una de las características más notables del Gobierno de la Ciudad es su absoluta falta de respeto por la verdad. Lo que en los lugares civilizados constituye la piedra angular del sistema democrático, en Ceuta no pasa de ser una frivolidad apreciada por una exigua minoría. Vivas está plenamente convencido de que la opinión pública le ha otorgado bula para mentir. Y lo hace sin pudor.
Aún está fresco en la memoria el sórdido caso de su vicepresidente (y mentor) como inapelable paradigma de esta patológica tendencia a ocultar siempre la verdad. Mientras los ceutíes leíamos, oíamos y veíamos en todos los medios de comunicación de ámbito nacional, con detalle y minuciosidad, el episodio mas morboso de la política local (incluso nacional), el Gobierno de la Ciudad se afanaba en explicarnos, con su habitual y fingida solemnidad, que el entonces plenipotenciario presidente del PP, reiterada y masivamente apoyado por sus afiliados, había dimitido por encontrarse “viejo y fatigado”.
Un nuevo escándalo ha zarandeado las deshilachadas filas del PP. Un consejero ha sido cesado. Oficialmente, la causa ha sido un enfrentamiento insostenible con los sindicatos, que estos mismos desconocían hasta que el Presidente los puso sobre aviso de tal eventualidad. Paralelamente, encargaban una auditoría para esclarecer determinadas dudas relacionadas con adjudicaciones de obras y suministros, insinuadas en un documento firmado por las tres secciones sindicales de la policía local. No explican por qué llegó antes el cese que el resultado de las pesquisas. Los partidos de la oposición, lógicamente, pidieron una comisión de investigación. Similar a las que pide el PP a diario allá donde no gobierna presumiendo de transparencia. Pero exponer a funcionarios, contratistas y políticos a preguntas cara a cara, sin limitación ni control, es un riesgo innecesario que un político inteligente, blindado con mayoría absoluta, no debe asumir. Por este motivo la designación para redactar el informe recayó en dos miembros del equipo de gobierno que, obviamente, concluyeron lo que se les había ordenado previamente. No ha pasado nada. En el Paraíso Vivas nunca pasa nada. El hecho de que se haya vulnerado la ley fraccionando contratos para eludir los mecanismos de fiscalización es algo irrelevante (¿acaso por frecuente?). Averiguar las causas por las que se actúa de este modo, y si tiene contrapartidas en el terreno del enriquecimiento privado, se antoja tedioso para un egregio mandatario que transita por unos derroteros ajenos a pequeños problemas terrenales.
Evidentemente, la versión oficial es rotundamente falsa. Como siempre. Una de las consecuencias más funestas de la malversación de la mayoría absoluta que ha perpetrado Juan Vivas durante esta década, es que el discurrir de las instituciones se ha convertido en un auténtico vodevil en el que los miembros del PP dilucidan sus cuitas particulares. El interés general ha dado paso a una pugna en la que los merodeadores profesionales de toda condición y pelaje se disputan cargos, nóminas, contratos, negocios y poder. Se sienten invulnerables. No temen a la oposición. No temen a la opinión pública. La hipnosis que ejerce el presidente sobre la mayoría del electorado es capaz de blanquear cualquier tipo de conducta por corrupta o reprobable que sea. Sólo temen a sus enemigos internos. De este modo, la única forma de entender las decisiones políticas (no olvidemos que afectan a todos los ceutíes) es buscar información en los bajos fondos del PP.
El cese en cuestión tiene su origen en el ansia de represalia que invade al que fuera “mano derecha” del Presidente, que se siente traicionado por los suyos y pretende apartarlos de la vida política uno por uno. Aún conserva algunos fieles, y sobre todo, mucha información. En el mes de marzo, a través de un intermediario, alertaron de la existencia de determinadas obras particulares pagadas con fondos públicos a través de facturas de obras municipales (como por otra parte es práctica habitual). Vivas despreció la información. Volvieron a la carga. Para dar más solvencia a la denuncia, y con la inestimable ayuda de un empresario afín, consiguieron que las secciones sindicales de la policía firmaran un documento que hacía público el asunto, cobrando una nueva dimensión. Cunde el nerviosismo. El consejero no sale de su asombro, ya que considera su caso como un juego de niños, en comparación con la marea de fango que rodea al Gobierno y que él conoce perfectamente. Está dispuesto a defenderse. El núcleo duro del Gobierno presiona para forzar la dimisión; pero fracasa. Se termina decretando el cese. Una pregunta queda en el aire: ¿Por qué se pliegan ante la presión de un personaje defenestrado y sin credibilidad si dicen públicamente que no ha habido nada punible? Según los más avezados expertos en corruptología del PP, en el cuartel general de los apestados tienen a buen recaudo un material muy delicado, que compromete en exceso al nuevo “alter ego”, con el que amenazan para saciar su sed de venganza.
Todo muy edificante en esta pequeña, dulce y marinera Ciudad, tan magistralmente gobernada por nuestro angelical Presidente.
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