Lo ocurrido el miércoles en el Congreso no es nada nuevo. Es el viejo estilo de la izquierda. Es más, en esta ocasión tan sólo se han limitado a insultar y escupir a un diputado y no le han dictado sentencia de muerte como a Calvo Sotelo. Consulte las hemerotecas y percibirá como la izquierda ( no se engañe, la izquierda, a veces, se sienta bajo las siglas de los populares), y sólo la izquierda ha transformado el Congreso de un sitio honorable donde se discutían las ideas, a un gallinero donde se compite a ver quien tiene el menor decoro y educación. Desde la forma de vestir: unos en camiseta, unos en chanclas, unos desaseados, y otros con pancartas, a la teatralización inmisericorde con el buen gusto, hasta el escupitajo a un ministro, Borrell.
El que un diputado de ERC insulte a otro diputado, y que otro le escupa, no es particularmente humillante, pero sí es insultante con toda España. Te hace sentir vergüenza ajena. Como también lo siento porque el Presidente de mi país y el ministro agraviado le deben el sillón a ese tipo de partidos que insultan y escupen. Al fin y al cabo el PSOE se ha perdido el respeto a sí mismo con este pacto obsceno que busca la destrucción del Estado español, y por eso todos sus socios políticos también le han perdido el respeto, y lo peor es que con ello también han perdido el respeto a las más venerables instituciones públicas, buscando su descrédito y la desmonoración del Estado. Rufián, siempre se seguirá comportando como un matón aunque cobre 8.000 euros mensuales por hacer estupideces en el Congreso.
No se le pueden pedir peras al olmo. Lo peor es que el PSOE sí las espera porque el sanchismo depende de él para seguir vivo. El Gobierno es tan débil que la respuesta al escupitajo es arrastrarse ante ellos porque de lo contrario tendría que convocar elecciones. Ese es el escupitajo que nos lo lanza diariamente Sánchez a los españoles: no convocar elecciones.
El PSOE está sometiendo a España a un Estado en demolición, en manos de oportunistas, demagogos, corruptos, sinvergüenzas e irresponsables sin distinción de ideologías ni banderas. Y ahora que se vacían algunas cunetas, a muchos les gustaría poder llenarlas de nuevo.
Muestran su intención públicamente a gritos y algunos ya amenazan formas. Borrel tiene derecho a defender su dignidad, pese a que él no tuvo ningún reparo en ser ministro con el soporte de la gentuza, puede y debe hacerlo ahora: puede dimitir. Si quien te sostiene en el sillón ministerial te escupe, ese no debería ser tu lugar ni por un instante más. Al PSOE ya no le queda ni honra ni barcos que defender. Difícilmente puede recuperar la honra un partido secuestrado por el sanchismo.
Un partido que reía estas mismas groserías cuando Rufián se las realizaba al PP, y ahora se ve doblemente humillado por soportarlo y encima agachar la cabeza. Este es el viejo estilo de la izquierda, la misma que goza del voto de millones de españoles.
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