Un día preparando uno de los viajes para mayores apareció él, Rafael Vargas. Me llamó la atención, porque hacía mucho tiempo que no lo veía, y a mí me parecía imposible que el Vargas, siempre tan jovial y vital, se incluyera ya en los viajes de pensionistas. Él, con su simpatía, sus chistes y ocurrencias alborotaba a los demás. Como era costumbre en él, su atuendo era fuera de lo habitual, llevaba una camisa de flores muy alegre, un pantalón negro muy ajustado, resaltando su figura. El pelo lo llevaba hacía atrás recogido en una coleta; debido a una enfermedad circulatoria, sus piernas se ven afectadas, por ello, se ayuda con un bastón en su caminar, dándole un toque especial y una impronta singular.
En aquel viaje tuve ocasión de hablar a menudo con Rafael, y me contó muchas cosas de su vida desde pequeño, y la cantidad de vicisitudes que vivió, debido a la sociedad tan encorsetada que había en aquellos días. El trabajó mucho para salir adelante, y desde temprana edad se trasladó por un tiempo a Tánger, y allí trabajó, creció y sufrió en sus propias carnes las incomprensiones de muchos; al narrarme algunos episodios de su juventud, los ojos se le llenaron de lágrimas, y ahí percibí las injusticias de la vida sobre algunas personas simplemente por ser ellos mismos; pero él, con su fuerza luchó con uñas y diente y salió adelante y se hizo un hombre de pies a cabeza, y tuvo el coraje de buscarse la vida y ayudar a su familia en aquellos duros días. También me confesó que no todo fue sufrimiento y trabajo, también había disfrutado y vivido la vida, y eso lo lleva consigo en sus recuerdos.
Rafael, me habla de su madre, y se le llena la boca, ella ha sido su referente de buena persona según me dice. La cuido hasta el final de sus días ofreciéndole todo el amor de hijo que fue capaz. Hablando de ella se le infla el alma, sólo hay que escuchar las lindas palabras que le profesa. De lo que si estoy segura viendo sentir de esa manera, que has sido un hijo ejemplar y has estado al lado de tu madre hasta que emprendió el camino hacia el cielo; y allí algún día, ella te recibirá con los brazos abiertos, como una madre acoge en su seno a su hijo querido.
El Vargas, ceutí de pro, lleva a Ceuta por bandera, y allí donde esté, su boca se llena de Ceuta, como no podía ser de otra manera, porque él sueña con su tierra; y aunque por circunstancias de la vida, vive actualmente en la otra orilla, todas las noches junto a su ventana, llora por esta tierra bendita, llora por sus raíces, por su madre y por los seres queridos que ya descansan en la eternidad. Su ventana testigo de su nostalgia, en ella sus sentimientos vuelan a lo largo del estrecho hasta llegar a la orilla de nuestra Ceuta; sus ojos cerrados ven nuestras calles, plazas y montes, y su olfato huele las flores de la plaza de África que enmarcan como el más lindo de los Jardines la Iglesia que ampara a nuestra Patrona Santa María de África.
Cada año, el día cuatro de Agosto, se le ve en su andar lento acompañado en el mejor de los casos con el bastón que lo caracteriza últimamente; a veces debido a un empeoramiento de su enfermedad circulatoria en silla de ruedas, pero a él eso no le importa, cruza el charco y se le puede ver delante de la Iglesia de Nuestra María de África, para ofrecerle a nuestra Patrona su corazón acompañado de un ramo de flores. A lo lejos lo observo y puedo comprobar como este hombre, se llena de verdad de las tradiciones de nuestra tierra, y como un buen hijo y mientras pueda, acompañará a nuestra Virgen con todo el amor que alberga en su alma.
Persona muy arraigada a sus tradiciones y muy religiosa, su habitación y especialmente la mesita de noche, está repleta de santos y motivos religiosos. El mismo me decía: «con lo que he vivido y ya ves, ahora me congratulo con mi recogimiento y mis rezos». De vez en cuando me llama por teléfono y hablamos durante un rato, siempre me dice que en sus oraciones no sólo estoy yo presente, sino que enumera un elevado número de personas de esta tierra. Este gesto es significativo para demostrar lo buena gente que es.
Rafael, día a día alimenta a los animales callejeros, especialmente a los gatos y palomas; esto es una tarea que hace diariamente junto a su hermana, y lo hace de mil amores. Los animalillos de la zona los adoran y esperan junto a su puerta el costo diario. A San Juan de la Cruz le gustaban mucho los animales, él los cuidaba y los alimentabas, igual que haces tú Rafael. Pienso que las personas que se sensibilizan con los animales y les dedican parte de su tiempo, tienen un algo especial, un lenguaje común, y nos comprendemos, porque sentimos el sufrimiento, el hambre y la sed de aquellos seres creados por el Hacedor, que sienten dolor y sufrimiento al igual que otros seres de la creación. En nuestras conversaciones siempre nos preguntamos: ¿Cómo es posible que seres humanos sean capaces de hacer daño gratuitamente a los animales? Sí, Verdaderamente, los que sentimos amor por ellos lo pasamos realmente mal, y tú especialmente que dedicas parte de tu vida a ellos.
Carnaval, Carnaval, carnaval te quiero… Rafael que te voy a voy a contar del carnaval que tu no sepas, todavía te recuerdo subido el aquella carroza como la mejor musa que hemos tenido, ¡qué tiempos aquellos! Tú reinabas en aquellos días por las calles de tu pueblo, disfraces tras disfraces, luces, colorido y tú con tu semblante alegre y maquillado de carnaval festejaba la fiesta del Dios Baco. ¡Quédate tranquilo Vargas!, que en el carnaval de tu Ceuta, tu nombre siempre estará gravado con tinta de oro. Y a fin de que a tus rezos le des una impronta de recogimiento y devoción, ahí te apunto los versos delicados de San Juan de la Cruz:
Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo,
todo me voy consumiendo.
Mi alma está desasida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada,
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada.
Por eso ya se dirá
que mi alma se ve ya
sin arrimo y con arrimo.
Y, aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal,
no es tan crecido mi mal,
porque, si de luz carezco,
tengo vida celestial;
porque el amor de tal vida,
cuando más ciego va siendo,
que tiene al alma rendida,
sin luz y a oscuras viviendo
Hace tal obra el amor
después que le conocí,
que, si hay bien o mal en mí,
todo lo hace de un sabor,
y al alma transforma en sí ;
y así, en su llama sabrosa,
la cual en mí estoy sintiendo,
aprisa, sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo.
NOTA: Agradecimiento a Ricardo Lacasa, por recordar a Rafael Vargas en su artículo del domingo, “Luces de Carnaval”. Ojalá que nuestro pueblo sepa tributar a este hijo de Ceuta, en vida, el homenaje que se merece...
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