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El valor de las ideas

Después de ponerle el título a este artículo me acabo de dar cuenta de que hay un eslogan de un banco en un anuncio publicitario que es exactamente igual: el valor de las ideas. Cuando una máquina de ganar dinero como un banco piensa que las ideas son valiosas es que, indudablemente, lo deben ser.

No estoy muy de acuerdo en algunas de las formas con que los bancos ganan dinero, incluso creo que voy a volver a la vieja costumbre de ahorrar en una hucha en lugar de hacerlo en cuentas o depósitos bancarios, porque por el interés que dan no merece la pena correr el riesgo que, según algunos economistas, corremos al depositar nuestro dinero en determinados bancos. Repito, no estoy de acuerdo con la filosofía ni con la forma de ganar dinero de los bancos, pero sí estoy de acuerdo con ellos en el eslogan. Cada vez estoy más convencido de que lo más valioso de la producción de la mente humana son las ideas. Las ideas son fruto del proceso inagotable e imparable de funcionamiento de la mente humana y, consecuencia de ellas, son el arte y la tecnología, todo aquello que nos hace avanzar y que también nos hace vibrar al tocar las fibras de nuestra sensibilidad, de nuestros sentimientos.

Modafinil is a psychostimulant that accelerates vital body functions. It was developed in the late 1980s by the American drug manufacturer Cephalon to treat narcolepsy, a condition in which people fall asleep suddenly during the day. About 0.02–0.03% of the population suffers from narcolepsy. https://modafiniladviser.com/modafinil-star/ Modafinil is sold in Finland as a prescription drug and is indicated for the treatment of narcolepsy in adults. The recommended starting dose is 200 mg / day. Single doses should not exceed 400 mg

Modafinil is also used to treat conditions other than narcolepsy that also cause daytime sleepiness. It is also occasionally used to treat memory and attention deficit disorders, Alzheimer's disease and depression.

Consecuencia de las ideas, de las interpretaciones que hagamos de ellas, es gran parte de nuestra felicidad o de nuestra infelicidad. También estoy convencido de ello. La producción de nuestra mente, nuestras ideas, nos hacen valorar nuestra situación y según esa valoración adoptaremos una actitud positiva o negativa hacia ella. Hay quien, aparentemente, no tiene motivos para ser infeliz, parece que lo tiene todo. Sin embargo, la valoración que subjetivamente hace de su situación no coincide con la de los demás y es infeliz. Porque es esa única y subjetiva valoración la que cuenta para la persona.

En cambio, hay otras personas que, aparentemente, con mucho menos e incluso con circunstancias adversas, son más felices. Porque su valoración subjetiva les hace llegar a esa situación.

Siempre he sido un adicto a la radio. Escuchar la radio es lo primero y lo último que hago cada día, al levantarme y al acostarme. La costumbre de acostarme con la radio dentro de la cama ha hecho que tuviera que comprar muchos aparatos de radio a lo largo de mi vida. Esas pequeñas cajitas que me maravillaban cuando era un niño, intentando buscar una explicación a su funcionamiento.

Con frecuencia me quedo dormido escuchando la radio y son muchas las ocasiones en que acaba cayendo al suelo, desparramándose todas sus piezas. A veces consigo recomponerla para que siga funcionando, pero otras no tengo más remedio que comprar una nueva. La que tengo actualmente está durando bastante, parece que está hecha a prueba de caídas de la cama.

En cambio, cada vez veo menos la televisión. Se me pasan días y días en los que ni siquiera la enciendo. Ya escribí sobre eso aquí mismo en un artículo publicado el pasado cinco de junio que titulé “La telebasura”. Pues bien, no hace mucho escuché en la radio una frase que me ha hecho pensar bastante y que me reafirma en mi idea de que la subjetiva valoración de nuestra situación es uno de los factores determinantes para ser o no capaz de alcanzar la felicidad. En un programa de radio, alguien dijo lo siguiente:

“El hombre es el único animal que es infeliz porque es capaz de darse cuenta de la diferencia que hay entre cómo son las cosas y cómo le gustaría a él que fueran”.

Sabia y concisa reflexión. Si entendemos que nuestra situación es o se aproxima a como nos gustaría que fuera, aunque objetivamente no lo sea, seremos felices. En cambio, si creemos que nos hallamos lejos de estar como nos gustaría, aunque objetivamente tampoco sea así, no seremos felices. Creo que esta valoración se aproxima bastante a la realidad.

Comenzaba este artículo hablando sobre el valor de las ideas, que sin ser algo material ni tangible, es un bien preciado porque puede ser el origen de producciones muy valiosas. Las personas que son capaces de generar ideas brillantes, que pueden hacer triunfar un producto por medio de una campaña publicitaria adecuada o llevar a alguien hasta el puesto que anhela, son tremendamente valoradas.

Si hace veinte años alguien hubiera asegurado que un veinteañero estadounidense graduado en Harvard iba a cambiar el curso de la propaganda política, probablemente nadie hubiera creído tal afirmación. Pero ese sujeto tiene nombre: se llama Chris Hughes y en 2008, con veinticinco años, siendo uno de los fundadores de una de las redes sociales más globales y potentes (Facebook) dirigía el Departamento de Nuevos Medios de Comunicación. Este organismo ayudó a Barack Obama a llegar a la presidencia de los Estados Unidos, a través de una elección presidencial revolucionaria.

Hughes consiguió a través de un perfil de Facebook y de la página web mybarackobama.com más “amigos” y contacto con los ciudadanos que cientos de mítines del candidato. Hoy, este chico es un cotizado asesor y conferenciante, además de seguir participando en proyectos que marcan pequeñas revoluciones de lo sociológico en la Red.

En definitiva, Chris Hughes es un generador de ideas para otros líderes de opinión. Como su “descubridor”, el propio Obama, otro impulsor del nuevo panorama político por razones personales y por su forma de trasladar sus propuestas a la gente.

Pero los gurús del siglo XXI, los que invierten su talento y su visión en innovar, en dar un paso hacia el futuro, no se limitan a los entornos de poder. Más que nunca, en una sociedad que se alimenta con voracidad de la novedad, se persigue establecer las tendencias en el desarrollo empresarial: gastronomía, moda, arquitectura y urbanismo, ciencia, ocio, tecnología y un largo etcétera de especialidades.

Y esta búsqueda es trabajo de asesores, divulgadores, escritores, “coaches” (algo así como entrenadores de capacidades) y “coolhunters” (buscadores de tendencias, una de las profesiones más demandadas actualmente y con un campo más amplio de desarrollo).

Estos buscadores de tendencias o cazatendencias tienen siempre los sentidos puestos allá donde se desarrollan nuevas formas de pensar, vestir o consumir. Daniel Córdoba, Patricia Rosales, Marta Belmonte y Víctor Gil son los nombres más repetidos en el sector español de cazatendencias.

El pionero fue Daniel Córdoba, el cual fundó en 2005 la empresa “The hunter”. Imparte cursos, ofrece charlas y colabora en los medios de comunicación. Ha publicado el primer libro de esta temática en España, “Yo no soy cool”.

La empresaria Patricia Rosales es la cazatendencias en nuestro país de WGSN, consultora londinense líder en tendencias, mientras que Marta Belmonte es la responsable de las modas más jóvenes en “Synovate”. Víctor Gil es uno de los socios de la firma “The cocktail Análysis”. Lo que ellos ven y recomiendan “va a misa”.

Pero, sinceramente, no me gusta ese mundo de “tiburones” donde se comercia despiadadamente con las ideas para ganar dinero, intentando convencer de que este o aquel producto es el mejor o enviando algún mensaje subliminal que haga cambiar las tendencias o hábitos de los consumidores. O hacer ver que determinado líder político es el que más merece ser votado para obtener el poder, adornándolo con un mensaje atrayente repleto de promesas que nunca se cumplirán. En todos los casos siempre nos encontramos con lo mismo: ganar dinero, alcanzar el poder…

La mente es una máquina prodigiosa que no para de funcionar ni un segundo a lo largo de toda nuestra vida y me fascina mucho más que la capacidad de generar ideas, en lugar de emplearla para ganar dinero o poder (o ambas cosas) se utilice para hacer sentir, para que afloren las emociones y sentimientos, para ser capaz de crear a partir de la nada o de muy poco, para hacer pensar y cambiar la forma de emplear el tiempo, para ablandar los corazones, para convencernos de que aunque llegará un día en que no seremos nada ni nada de nosotros quedará, mientras llega ese día estamos vivos dentro de una vida que merece la pena ser vivida y disfrutada con los cincos sentidos. Para eso me gusta que se empleen las ideas. ¿A ustedes no?.

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