Recientemente falleció el coronel capellán Pablo Cabrera Arias, y puede afirmarse que hizo su último salto al cielo porque como lo que era, un soldado de Cristo humilde, sencillo, servicial y amigo de sus amigos con seguridad que goza en el cielo.
Tuve el honor de durante muchos años mantener una amistad con él y que con su bondad siempre me enviaba bendiciones. Fue un héroe en plena Guerra de Ifni, como lo reconocieron sus paracaidistas que le adoraban y querían. Descanse en paz mi coronel fiel y leal amigo. Jamás le olvidaré.
Vocación de amor al prójimo
El padre Luciano Cabrera Arias, desde que nació en Peñarroya (Córdoba), se puede afirmar que lo que quería era servir a los demás, y fue en edad temprana cuando sintió la llamada de Cristo, ingresando en el Seminario de Murcia sus estudios eclesiásticos. Tras esos duros años de estudios, en dicho seminario y una vez ordenado sacerdote, su primer cargo fue el de coadjutor en Santa María de Villena (Alicante). Tiempo después, se hacía cargo de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario, en Bullas (Murcia), que sería su pueblo de adopción, y hace algún tiempo la corporación adoptó un acuerdo dedicándole una calle de dicha localidad con el nombre de calle del Padre Cabrera.
En septiembre de 1954, en su cuerpo bullía el espíritu castrense, presentándose a oposiciones para el Cuerpo Eclesiástico Castrense, y una vez finalizados los cursos en el Vicariato General Castrense era nombrado teniente-capellán y destinado como teniente capellán al regimiento de Infantería Alcántara número 3, en Gerona. Más tarde, en el regimiento de Infantería Wad Ras número 55, en Carabanchel (Madrid).
Y aquel gusanillo que llevaba en su cuerpo de ver Alcantarilla (Murcia), aquellas sedas blancas en el cielo, solicitaba el ingreso en la Agrupación de Banderas Paracaidistas. De cómo le entró esa idea del paracaidismo, él recuerda que en el pueblo próximo a Alcantarilla veía esas sedas blancas que llegaban del cielo, y ello sería lo que le impulsó a solicitar en el ingreso en la entonces Agrupación de Banderas Paracaidistas del Ejército de Tierra.
El entonces teniente capellán, Luciano Cabrera Arias realizó el curso 8º en la escuela de Paracaidismo de Alcantarilla, en cuyo curso estaban los entonces tenientes, Pablo Cayuela Fernández, Juan García Andrés y José Colldefros Valcárcel (hoy general). Todos ellos participarían en la Guerra de Ifni, donde derrocharon entrega, valor y sacrificio. Todos ellos apreciados y queridos por sus subordinados.
El hoy coronel capellán retirado, Pablo Cabrera Arias es todo un símbolo en la brigada paracaidista, donde desde el general jefe hasta el último caballero legionario paracaidista lo quieren y aprecian. De ello soy testigo en el acto del aniversario de la entrada en fuego en Ifni, celebrado hace años en su acuartelamiento.
Asimismo, con dicha efeméride en el acto litúrgico celebrado en la catedral de las Fuerzas Armadas, el padre Cabrera con varios capellanes recordaba a los que allí cayeron y a los presentes, donde presidía dicho acto el fallecido teniente general y buen amigo, fundador de los paracaidistas del Ejército de Tierra, Tomás Pallas Sierra (Medalla militar individual).
El coronel capellán, Pablo Cabrera en dicho acto litúrgico pronunció una predicación homilética en la que recordó la valiente trayectoria de los paracaidistas en Ifni y en la paz, la grandeza de espíritu de aquellos que dieron sus vidas por la patria. La emoción me embargó por unos momentos, porque me traía viejos recuerdos de compañeros que vi morir cerca de mí con la fe de auténticos cristianos y el valor de magníficos caballeros legionarios paracaidistas.
El dolor del capellán al atender a muertos y heridos
El entonces teniente capellán, Pablo Cabrera Arias, en diciembre de 1958 contabilizaba 14 saltos y la magnífica impresión de convivir en dichos saltos con los jóvenes paracaidistas, afirmando que son chicos sanos de cuerpo y alma, una materia moldeable, y ante el peligro ellos, como yo, nos acercamos más a Dios. El hoy coronel capellán, Pablo Cabrera Arias tiene el honor de que, aunque participó en la guerra de Ifni sin armas, tan solo el crucifijo, en su hoja de servicios le debe constar el valor acreditado, en varias ocasiones en pleno fragor del combate, siempre estaba el pater, como cariñosamente le llamaban sus paracaidistas, atendiendo a los heridos y en otras ocasiones, con dolor en su corazón, administrando la extremaunción a los que expiraban en sus brazos y recogiendo sus efectos personales. He leído varios artículos reportajes, tanto de diarios como de revistas nacionales, sobre aquella campaña de Ifni, y en todos ellos el periodista ensalza y elogia la figura de este capellán paracaidista, el cual participó en casi todas las operaciones, como Netol, Gento, Diana, o en otras acciones de guerra.
Desgraciadamente vio caer a su lado a jóvenes paracaidistas, algo que jamás se le borra de su pensamiento, como el caso del teniente, Enrique Carrasco Lanzos, que tuvo que recoger de sus bolsillos los efectos personales, encontrando en su cartera una bella oración. Del valor y su entrega en su misión sacerdotal con sus paracaidistas, cito de la prensa el heroico comportamiento de este capellán en la mencionada Guerra de Ifni: "Agustín García es un paracaidista que recuerda hechos como este. En una de las fuertes emboscadas del enemigo, un paracaidista cae muerto y otro herido. Al capellán, padre Cabrera, no le importa la lluvia de balas. Cuando va a recuperarlo, los disparos del enemigo lo matan, es la muerte heroica de un hombre, y otro que quiso salvarlo jugándose su vida" (Revista Fotos, Manuel Castillo, enero 1958).
En otro reportaje así elogia al pater, Pablo Cabrera: “El periodista rodeado de un grupo de paracaidistas que expresan encendidos elogios al pater Cabrera. En un combate los moros disparaban una lluvia de balas sobre los paracaidistas. En el fragor del combate es alcanzado el paracaidista, Manuel Cardeiriña Izquierdo, de la II Bandera, gallego de La Coruña, cayó herido por un disparo en el muslo quedando aislado de sus compañeros, al cual se le había dado por muerto. Entonces, el pater Pablo Cabrera se dio cuenta de su apurada situación y sin hacer caso a las balas que silbaban a su alrededor, se lanzó a cuerpo descubierto, lo cargó sobre sus hombros y le salvó la vida. No olvidaremos jamás todo lo que ha hecho el pater Cabrera. Es el más valiente de los que luchamos aquí, siempre está pendiente de todos nosotros y de darnos ánimos, hasta incluso llevaba una botella de coñac y de vez en cuando nos daba un pequeño trago" (La Actualidad española, diciembre 1957).
Las virtudes del padre Pablo Cabrera Arias están reflejadas en lo que escribió este célebre escritor: "El valor y la modestia son las virtudes más inequívocas, porque es una especie que la hipocresía no acierta a imitar" (Goethe).