Decía Vallejo-Nájera que el último reducto de los sinvergüenzas es el nacionalismo. Artur Más, con el esperpento de la última conmemoración de la “diada”, no está dispuesto a llevarle la contraria.
La verdad es que Cataluña nunca fue un reino independiente, su historia está tan imbricada y enraizada a la del resto de España que la “diada” inmortaliza a la Guerra de Sucesión Española de principios del siglo XVIII. Es decir, recuerdan la disputa por quién debería ser Rey de España en ese momento.
El camino que los irresponsables independentistas han cogido, es muy similar al que los islamistas radicales practican: magnifican el hecho diferenciador, el sentimiento de hermandad vapuleada por los demás, y el achacar todos los grandes males al exterior, para justificar un gobierno independentista y todas las políticas que pretendan instaurar con ello.
Con tanto derroche televisivo, tanta embajadita con delirios de grandeza, tanto personal colocado a dedo, tanto coche oficial cuando no, helicóptero, ya empezaban a herir la sensibilidad aturdida de los hogares catalanes. Ese medio millón de manifestantes son medio millón de descontentos, de parados, de hartos, que han encontrado en el separatismo la panacea a todos sus males.
Pensar que las cuentas públicas de Cataluña irían mejor si no estuviesen vinculadas con el resto de España, es el mismo pensamiento que algunos grandes contribuyentes tienen respecto a los socialmente dependientes. Todos debemos contribuir de un modo justo. España es un conjunto, no una suma de individualidades, no es una nación de naciones, no es una suma de estados federados. Otra cosa es, que pésimos gestores dilapiden nuestras aportaciones al erario público, como es el caso de Cataluña, cuya deuda pública es de 42.000 millones de ?, el 21% de su PIB, lo que supone el 30% del total de la deuda de todas las comunidades autónomas. El fundamental problema económico de Cataluña no es su solidaridad con el resto de España, es el disparate continuado en la gestión política, donde reinan el derroche, la corrupción y la malversación con casos que aturullan los juzgados no permitiéndoles ver un todo como un caso de macroinstrucción.
Anunciar que “Cataluña lleva 30 años ayudando a España” es un gesto de desconocimiento e ingratitud que, partiendo de todo un Presidente de comunidad autónoma, es lesa patria rayano en la ignorancia supina, a lo que habría que contestar que el resto de España, como es su devoción, lleva ayudando a Cataluña siglos.
Divulgar que la Unión Europea debería considerar a Cataluña como un Estado más, independiente de España, y no hacerlo bajo una editorial de cuentos de hadas, es deslealtad con los ciudadanos que engañados, pero esperanzados, creerán que eso va a ser así. Nada más lejos de la realidad, no existen antecedentes y además la Unión Europea ya se ha manifestado anunciando que no considerará secesiones de los países que la componen.
La verdad es que Cataluña nunca fue un reino independiente, su historia está tan imbricada y enraizada a la del resto de España que la “diada” inmortaliza a la Guerra de Sucesión Española de principios del siglo XVIII. Es decir, recuerdan la disputa por quién debería ser Rey de España en ese momento.
El camino que los irresponsables independentistas han cogido, es muy similar al que los islamistas radicales practican: magnifican el hecho diferenciador, el sentimiento de hermandad vapuleada por los demás, y el achacar todos los grandes males al exterior, para justificar un gobierno independentista y todas las políticas que pretendan instaurar con ello.
Con tanto derroche televisivo, tanta embajadita con delirios de grandeza, tanto personal colocado a dedo, tanto coche oficial cuando no, helicóptero, ya empezaban a herir la sensibilidad aturdida de los hogares catalanes. Ese medio millón de manifestantes son medio millón de descontentos, de parados, de hartos, que han encontrado en el separatismo la panacea a todos sus males.
Pensar que las cuentas públicas de Cataluña irían mejor si no estuviesen vinculadas con el resto de España, es el mismo pensamiento que algunos grandes contribuyentes tienen respecto a los socialmente dependientes. Todos debemos contribuir de un modo justo. España es un conjunto, no una suma de individualidades, no es una nación de naciones, no es una suma de estados federados. Otra cosa es, que pésimos gestores dilapiden nuestras aportaciones al erario público, como es el caso de Cataluña, cuya deuda pública es de 42.000 millones de ?, el 21% de su PIB, lo que supone el 30% del total de la deuda de todas las comunidades autónomas. El fundamental problema económico de Cataluña no es su solidaridad con el resto de España, es el disparate continuado en la gestión política, donde reinan el derroche, la corrupción y la malversación con casos que aturullan los juzgados no permitiéndoles ver un todo como un caso de macroinstrucción.
Anunciar que “Cataluña lleva 30 años ayudando a España” es un gesto de desconocimiento e ingratitud que, partiendo de todo un Presidente de comunidad autónoma, es lesa patria rayano en la ignorancia supina, a lo que habría que contestar que el resto de España, como es su devoción, lleva ayudando a Cataluña siglos.
Divulgar que la Unión Europea debería considerar a Cataluña como un Estado más, independiente de España, y no hacerlo bajo una editorial de cuentos de hadas, es deslealtad con los ciudadanos que engañados, pero esperanzados, creerán que eso va a ser así. Nada más lejos de la realidad, no existen antecedentes y además la Unión Europea ya se ha manifestado anunciando que no considerará secesiones de los países que la componen.