El escenario pintado ayer en el Tarajal era de esperar. Los últimos episodios registrados en la frontera no hacían sino mostrar un clima de tensión que al final estalló y lo hizo de la forma más violenta, con una crudeza que no supo ser ni vista ni abordada por las fuerzas de seguridad marroquíes. Los vídeos colgados en nuestra web reflejan la toma del espacio fronterizo o cómo los agentes marroquíes fueron barridos literalmente de un espacio que debían controlar. No fue así. La Policía Nacional tuvo que actuar porque, de lo contrario, a sus agentes en la frontera les hubiera pasado lo mismo y hoy estaríamos escribiendo otra crónica bien distinta.
Han pasado demasiados años permitiéndose que la frontera crezca como un monstruo. España lo ha permitido, hasta el punto de extender esa dejación hasta la Almadraba, convertida en un Castillejos segunda parte. Marruecos ha hecho lo mismo, abandonando una zona en donde permite que delincuentes se asienten, en donde goza del caos imperante y en donde los criterios son variables de acuerdo con los turnos. Ni las operaciones de limpieza que se han ejecutado de forma drástica en distintos cuerpos han servido para convertir su lado en algo serio, en algo en donde haya congruencia.
En el trasfondo de este auténtico imperio del caos tenemos a gente que pasa hambre, a hombres y mujeres capaces de cargarse de kilos para ganar algo de dinero... tenemos a la pobreza, a la desidia, a la explotación. Y todo eso junto no entiende de nada más que de obtener lo que se necesita a golpe de presión.
Transformar lo que ayer ocurrió en un hecho aislado es un error; uno más a sumar en la cadena de despropósitos que se vienen sucediendo en el paso fronterizo. Ayer se dio un paso de mayor carga violenta en un escenario caótico, en el que los criterios policiales varían, en donde las normas no se entienden, en donde la agilidad y el bloqueo se entremezclan sin sentido, en donde ha imperado una dejación brutal consentida por ambos lados que no ha hecho sino deshumanizar lo que debiera entenderse como un paso digno.
La solución a todo este desaguisado la tiene España, Marruecos y esa Europa traicionera que solo habla para copar espacio mediático, que olvida al sur, que desprecia lo que a este lado ocurra y tan solo se preocupa cuando la polémica es tal que tienen que pedirle explicaciones.