Adán es economista e inspector de Finanzas del Estado En cualquier democracia avanzada, los resortes de la sociedad articulan los partidos de manera que cuando uno pierde el apoyo de esa sociedad, el partido opositor, solo o con una alianza de opositores, toma las riendas de la gobernación sin mayores traumas, ni para el perdedor ni para el ganador. Y eso creíamos que sucedería en nuestra sociedad, de forma que cuando Felipe González, uno de los mayores talentos políticos del socialismo actual, por unas circunstancias o por otras fue desalojado del poder por el Gobierno de José María Aznar, hasta ahora, a pesar de grandes errores, el gran líder de la derecha, no hubo trauma alguno. Esta tendencia comenzó a desviarse con la subida al poder del socialista Zapatero fundamentalmente por la tragedia del 11-M, que como las tragedias no viene solas, nos trajo también la tragedia de la gobernación de esta desgracia de Presidente, que tiene el título bien concedido, según las estadísticas, de ser el peor Presidente de nuestra joven democracia, desgracia que duró nada menos que ocho años. Siguiendo esa pauta, el nuevo líder, esta vez de la derecha, fue el designado por José María Aznar, un tal Rajoy, elegido fundamentalmente para deshacer los entuertos del que creíamos peor Presidente del Gobierno. El que viniese difícilmente podía ser peor, por ello obtuvo la mayor bolsa de votos hasta entonces conocida con la consecuente mayoría absoluta. Todos los entuertos del simple Zapatero podían fácilmente ser suprimidos y podríamos volver a la senda de la normalidad sin mirar atrás por memorias históricas ni otras maldades que enfrentasen a los españoles. Sin embargo, lo que creíamos un gran logro de la democracia, el cambio de líder, pronto se tornó en sorpresa, al no existir cambio alguno y ver que el Registrador, el tal Rajoy seguía la senda zapateril y finalmente era otro Zapatero con barba y grácil (o no) trotecillo marchando, no cambiaba nada y además seguía el paso de todo lo hecho por el anterior Presidente. La situación de su forma de actuar a la vista está: en la economía que repite una y otra vez que es su gran logro, no ha conseguido reducir el déficit presupuestario a los márgenes marcados por la UE, por lo que sigue siendo vigilado por esa institución, la deuda pública la ha aumentado en guarismos superiores al 100% del PIB y el empleo, que efectivamente ha aumentado, lo ha sido gracias a la gran afluencia turística que ha conducido miríadas de turistas de otras regiones con problemas de terrorismo hacia España y a la construcción que ha comenzado a despertar y esperemos que no nos lleve a una nueva burbuja inmobiliaria. Tenemos pues, más empleados del sector servicios con trabajo. Pero cambiar la estructura económica del país, que debe estar basada en las nuevas tecnologías y en la industria, nada de nada. Su gran ilusión es la aprobación de los próximos presupuestos que le consientan estar en la Moncloa un año más a cambio de condonar deuda a las Comunidades Autónomas, con lo que saldrán perjudicadas las que han cumplido con las reglas de gasto y de regalarle a los independentistas vascos, además de lo que significa el cupo, 4.000 millones de euros y más inversiones en infraestructuras, todo sea por dormir algún tiempo más en la Moncloa, hogar dulce hogar. Por lo demás, los ferrocarriles han funcionado correctamente, los aeropuertos también, en las autovías y autopistas no ha habido problema alguno y con eso ¿debemos contentarnos? Porque los grandes problemas de la Nación siguen sin resolverse. El independentismo de una parte de los ciudadanos catalanes ha llevado a España a ser un hazmerreir en Alemania, Bélgica, Suiza y el Reino Unido (Escocia), donde ni siquiera los jueces de esos países se toman en serio la euro-orden para que los autores de un golpe de Estado puedan ser juzgados en España. Este gobierno no ha sido capaz de defenderse contra cuatro malandrines sueltos por Europa, pero que a costa de repetir una y otra vez que España les roba han conseguido el aprecio, que no la razón de muchos ciudadanos europeos. Y es lógico, porque a España no se la respeta, porque tampoco se hace respetar dentro. Así, hace años que el Estado se está descomponiendo en algunas, y cada vez más, Comunidades Autónomas ya que, por ejemplo, no se puede educar en español por la desidia del Gobierno a pesar de las sentencias de los tribunales que ampara a quien desea estudiar en español, y el Gobierno de la Nación con el 155 en sus manos en Cataluña, podría cuando menos hacer cumplir las leyes. Pue ni siquiera, es más, otras regiones como las Baleares y Valencia también han impuesto esa moda de prohibir el español y hasta para tocar el saxo en una orquesta o para ser médico es necesario el catalán. ¿Qué ha hecho el gobierno nacional, ha interpuesto querellas contra esas resoluciones de los gobiernos regionales? Que yo sepa hasta ahora no. Al no hacer absolutamente nada el poder ejecutivo, el poder legislativo yendo casi a la deriva con un pesado fardo en la siniestra, que no produce nada positivo para la sociedad, el único poder del Estado que hasta ahora ha funcionado ha sido el judicial que está salvando, hasta ahora, la dignidad de los españoles, conduciéndose a favor de la soberanía nacional y de la unidad territorial de la Nación. Visto este panorama, dirijamos la vista hacia el PSOE, hasta ahora principal partido opositor, y recordemos, no para olvidarlo, sino para tenerlo en cuenta lo que dijo su fundador, Pablo Iglesias, “el partido estará en la legalidad mientras esta le permita adquirir lo que necesita”, razón por la cual Azaña ya manifestó en Agosto de 1932, que “de los socialistas hay que separarse amistosamente y de común acuerdo, de otra manera tomarían una posición violenta y muy peligrosa”. Recordemos que Azaña gobernaba en aquél entonces con los socialistas y era con quien tenía las ideas más afines. Ya entonces sentía que el socialismo, a pesar de navegar en una República, con republicanos de derechas e izquierdas, ansiaba una verdadera revolución. En España, el socialismo se levantó contra la II República enseguida, después de las insurrecciones anarquistas de 1932 y 1933, en parte por las soflamas anticatólicas de Azaña, que consideraba que la República era para todos los españoles, pero gobernada solo por los republicanos, de izquierda naturalmente. Mientras el PSOE, veía en la República un instrumento para llegar al poder e instaurar una república soviética. En esa época todavía el socialismo y el comunismo gozaban de una cierta credibilidad, pero el triunfo de la derecha que gobernó desde 1933 a 1935, no pudo ser asimilado por el PSOE ni por los anarquistas, lo que confirma, una vez más que el socialismo fue creado para conquistar el poder, no para gestionar mejor los recursos públicos, ese era simplemente uno de los principios embaucadores destinados a convencer a sus seguidores. El capitalismo, según esos principios, creaba riqueza entre unos pocos y mantenía una pequeña clase burguesa oprimiendo al trabajador proletario, de ahí su grito” proletarios del mundo, uníos”, así el socialismo se beneficiaría de la gestión de los fondos públicos cuya distribución entre todos los trabajadores tendería a la igualdad, de esa manera no habría envidias, todos trabajarían mejor y el desarrollo y crecimiento de los países que siguieran ese modelo sería imparable. Los trabajadores, a cambio no deberían esforzarse para obtener mejor salario, todos tendrían el mismo y a cambio, la educación y la sanidad serían gratuitas y por cierto la mejor del mundo, como descubrí la única vez que estuve en Cuba cuando al pasar en autobús delante de un hospital el correveidile oficial que obligatoriamente nos acompañaba a los que descendíamos desde el hotel al centro de La Habana gritó “ya saben ustedes que la primera sanidad mundial es…?, y como todos callásemos, en do mayor gritó “la cubana”. Como el modelo no dio más de sí, después de cien millones de muertos, porque la letra con sangre entra, las repúblicas socialistas mandaron al paraíso a sus socios dominantes y finalmente la Unión Europea ha aumentado de volumen en todos los aspectos con la inclusión de los antiguos paraísos socialistas. Hasta China es capaz de vendernos un cohete espacial o comprarnos un equipo de fútbol, capitalismo al puro estilo fenicio y si se visten de socialistas es porque es duro el tener que admitir la derrota, ya quedan pocos, Vietnam, Laos, Cuba y poco más, y por supuesto Rusia. Sentado esto, un partido socialista de corte europeo, debería creer en la Nación en la que está asentado, apoyar la preponderancia del Estado ante las regiones, utilizar una sola lengua en todo el territorio como lengua vehicular y un único sistema de educación para todo el territorio, lo que favorece la igualdad de todos los conciudadanos, olvidarse de las memorias históricas que tanto daño hicieron sabiendo además que hay una ley de amnistía para no mirar hacia atrás, eliminar todo tipo de corrupción de su seno y tampoco permitirlo en la Administración, ayudar a promulgar una ley de partidos que no beneficie a los independentistas, ayudar a elaborar leyes que prohíban la actuación de los partidos independentistas, en estos momentos gestionar el artículo 155 de la CE durante al menos una legislatura para contrarrestar el furor independentista creado desde 1980. Si además, se olvidara de algunas barbaridades intrínsecas en su estructura como son: un incremento de impuestos excesivo, (hay un tal Sánchez que propugna conseguir más de 40.000 millones de euros en unos años al aumentar la presión fiscal desde el 38% al 42% del PIB, además de incrementar Sucesiones y Patrimonio , crear nuevos impuestos a la banca e incrementar hasta el 52% el tipo marginal para las rentas superiores a 150.000 euros); enlazar el IPC al incremento de las pensiones, o el incremento del gasto vía aumento de la deuda pública, entonces ese partido se convertiría en un cisne, y tampoco es eso. Pero si se lograra, con ese partido socialista, si merecería la pena auparlo al poder. Por si cuela.