El significado de la Semana Santa

Hoy es tiempo de hablar de otras cosas. Tiempo de las comprensiones de unos días. Porque son días diferentes. Por ello, hoy no hablare de política ni de partidos ni tan siquiera de cómo entiendo la justicia, la ética y el absurdo de la huera, aburrida y clónica ambición humana. Ya lo he dicho, ahora son días de hablar de otras cosas. Yo soy un hombre que le gusta caminar por las calles, mirando con asombro y atención su alrededor intentando aprender algo de lo que ve y siente. Por eso hoy hablare solo de una semana larga, es decir, de nuestra Semana Santa.
Porque, andando, andando esta pasando otra vez el año. Andando los meses y andando los días. Pero, como aquel cuento siempre nuevo que siempre empieza con un “érase una vez”, ahora andando, andando ya estamos otra vez en Semana Santa. Son días en los que nuestra hermosa y artística  imaginería apoyada en fuertes hombros procesionarán por nuestras calles. De esta manera, saliendo de nuevo el testamento bíblico de piedra y cuadros que escondidos se guardan en nuestras catedrales e iglesias, la historia se contará otra vez en las calles. Y es una historia que cuenta algo, cuando dramatizando e imaginando una vida sacrificada transcurre y pasa ante nosotros,.
Porque, en estas fechas, siempre se cuenta la historia más bellamente contada, que nos habla de un tiempo cuando en Jerusalén se hizo la plenitud del tiempo, del espacio y de la causa que nos abrió las puertas de otra vida. Por eso, aunque todas nuestras Semanas Santas cuentan lo mismo, cada una es única en sí misma. Y de esta manera, cada año en todas las calles de la cristiandad, se comienza a contar de nuevo esta historia del nuevo testamento. Y es un terrible camino que siempre nos invita a llegar a una vida nueva.
Y son días que van de hechos a hechos pasando e inscribiéndose uno en el otro, como debe ser en el espacio y tiempo propio de un verdadero misterio. Pasión, Muerte y Resurrección, se verán en los pasos de procesión. Cada una de ellas contiene sin saberlo a las otras, sintiéndose en cada paso que salga: Arriba con la imagen, el ansia de cielo, abajo con el encorvado sudor del costalero, el ansia de suelo.
Pasado el domingo de júbilo, el lunes, martes y miércoles, serán días de discusión entre enemigos y un hombre diferente. Pasará un jueves lleno de procesiones, colores, músicas y reflexiones para el mundo cristiano. Porque persistiendo bajo la humillación y del indiferente odio de los soldados se esta torturando a un hombre que habita en una obstinación silenciosa. Sus pensamientos ¿Están encerrados o son su puerta? Es la revelación de una vida como lo que es verdaderamente: ¿La disolución del camino personal que se asienta en sí mismo sin saber que hay en el final de su andar?
Mas, todavía no es tiempo de ver lo que hay al final del camino, porque es tiempo de quietud. Será con la amargura más dura del destino que la agonía en la cruz termine con otra vida. Entonces, el hombre en un instante angustioso abandonará la tierra y cuando este ya muerto, todos sabrán que se ha ido. Bajo una luz sin peso, un grito marcará el fin de un tiempo antiguo, ya viejo, después…silencio… silencio, y en el último estertor su larga cabellera cubrirá un descarnado rostro vencido. Es el valor del sacrificio. Luego el silencio y la negrura nos rodearan a todos. Como Él, todos conocemos que algún día nos moriremos. Reímos cuando nuestras vidas son buenas, pero si el silencio llega ¿Qué esperamos del dolor?
Si sabemos que nuestras vidas acabaran mañana, sin saberlo y… casi de repente. Y si sabemos que nuestra vida no es ninguna empresa. Cuando aquí solo sé queden las cosas tan duramente adquiridas ¿Adonde irán nuestros pensamientos y pequeñas sabidurías, una vez que estemos muertos? ¿Será la absurda nada el fin de nuestro camino?
Pero en la cristiandad llega al fin ese algo más. ¡Es la resurrección personal!. Porque el Cristo muerto y resucitado sabe del camino hacia la vida nueva, ya que aún siendo hombre participó de la esencia de la divinidad haciéndonos a todos también participes de ella, y nosotros siempre caminamos al encuentro de… ¿?
¿Será ésta, la búsqueda de una verdad necesaria que consideramos imprescindible para adecuar nuestra vida? Porque esta idea, haciendo madurar la tierra, es la plétora y el bien común más importante que, dando valor a la vida personal, posee la sociedad cristiana. Porque con la figura de Cristo (el hombre Dios), nos hicimos únicos responsables de nuestras decisiones, alcanzado la responsabilidad y el libre albedrío de nuestros propios actos. Eso que llamamos: Libertad y dignidad.
No son, por tanto, comprensibles las actitudes hostiles – por cierto, actitudes recientemente condenadas por el Papa Benedicto XVI -, de algunos sectores que consideran la religión como algo insignificante o molesto que hay que atacar. Máxime, cuando buena parte de la identidad española responde sobretodo, junto a su historia judía y musulmana, a sus profundas raíces cristianas. Y además, porque existe un derecho a la libertad religiosa, hasta el punto que nosotros los cristianos respetamos incluso a los que no creen porque no creer es también una respetable creencia de los hombres. Dicen que la filosofía enseña a morir, no lo sé, pero de lo que no cabe duda es que la religión nos ayuda a morir.