Llevaba tiempo queriendo expresar mi visión sobre determinados asuntos que han escapado a mi lógica inicial sobre cómo se deben afrontar cuestiones que afectan directamente a la democracia, a la calidad de vida de las personas, a la dignidad, y al Estado de Derecho. En un principio mi reflexiones iban a ir encaminadas a explicar lo que era apología de la Violencia de Género y el papel que tenían los medios de comunicación, los organismos pertinentes y los partidos políticos para combatirla con un objetivo claro, despertar no sólo responsabilidades sino también conciencias. Luego pensé que el tema de Urbaser era lo suficientemente grave como para plantear abiertamente una serie de cuestiones que se me vienen, una y otra vez, a la cabeza y que aun dudando en ser aclaradas, hubieran dado tregua a poder realizar una similitud con el caso Bárcenas. El sistema de becas, el buzón de fraudes, la atención sanitaria a inmigrantes, y así hasta que me dije... ¿pero de qué servirán mis críticas públicas salvo para dar pie a que sigan comentando, bien o mal, sobre mí o mi partido? ¿No estaría mejor enfocar la nota en incentivar la inquietud ciudadana para que participen, alcen la voz, despierten del letargo y nos hagan visualizar nuevas formas de gestión y de política?
Y así iba a empezar mi artículo de opinión hasta que el Consejo de la Juventud publicó los últimos datos del Observatorio de la Emancipación y me dije,”quien olvida a la población joven estará sellando un futuro vacío, un presente incierto y un pasado perdido”.
Que la población joven esta mal es un hecho, que la población joven está sufriendo las consecuencia de las medidas impuestas por el partido popular y las políticas conservadoras de ajuste, otro hecho, que dependemos de la población joven para nuevas perspectivas de futuro, otro hecho. Así que, ¿estos hechos no son suficientemente importantes como para priorizar políticas juveniles y dar mayor cobertura y espacio a los y las jóvenes? Evidentemente sí, por tanto, es inaceptable el olvido de un Gobierno centrado más en esquivar los chantajes de Bárcenas que en gobernar, como igual de inaceptable es que sus jóvenes estén más pendientes de defenderse, que de no actuar, que estén más pendientes de quienes se fotografían con símbolos fascistas, que de plantar cara a sus dirigentes sobre la reforma laboral, las políticas de Viviendas o la nueva Ley de Educación.
Ceuta es la ciudad con mayor índice de desigualdad social entre las personas menores de 30 años. Hace unos meses mi partido interpeló sobre el III Plan Joven de Ceuta y cuál fue nuestra sorpresa cuando el consejero afirmó que no habría, que se habían conseguido casi la totalidad de los objetivos y que, por tanto, ya estaba todo hecho. “¡Es un plan transversal!”, dijo, “y ya tenemos una ordenanza, ¿para qué necesitamos más?”.
Creo que alguien le tendría que explicar la diferencia entre una ordenanza y un plan. Un plan que materializaría en acciones y objetivos todas las inquietudes de la población joven, un plan que abriría una canal de comunicación, acción y reacción, un plan que ayudaría a reducir las devastadoras cifras que tenemos y un plan que serviría de estímulo, inyección y energía. Pero no, el Gobierno de Ceuta ha decidido. Ha decidido evitar, diluir y dejar pasar.
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