El gobierno no se irá de vacaciones en agosto. Y hace bien. Pero España necesita un respiro. Lo necesitamos, aunque no por ello dejemos de ser conscientes de la situación en que nos encontramos. Lo que sea sonará este septiembre y muchas cosas se decidirán en octubre, un mes que se presenta crucial para nuestro futuro. La tormenta económica confluirá entonces con la social y lo que entonces suceda va a marcar de manera decisiva no solo el panorama interior español sino también el europeo. Pero aún más. Podemos estar entonces ya asomados, para bien o para mal, a una nueva forma de vida. Porque hasta ahora ciertamente hemos sufrido los embates de la crisis pero el tiempo se nos agota y nada está escrito ni decidido en que culminara todo cuando definitivamente este se haya acabado. Porque si algo hemos aprendido, o deberíamos haberlo hecho, es que lo que está mal no tiene porque arreglarse simplemente con el paso de los días y que, en realidad, a lo que tiende es a empeorar. En plata, que no se sale de la crisis simplemente porque cambia el ciclo. Simplemente porque lo que tenemos encima no es una coyuntura cíclica sino una enmienda a la totalidad a como hemos actuado, como Estado, como sociedad y como individuos.
Pero ciertamente necesitamos un respiro. Alejarnos aunque sea por un momento de ese plomo derretido que no ha dejado de caer sobre nuestras cabezas ni un instante. Y si podemos relajarnos un momento con alguna noticia tranquilizadora bienvenida sea. Por ello que los turistas no hayan dejado de venir y que además se gasten un 6% más que el año pasado, que la bolsa no entre en sincope y que la prima de riesgo vaya asomándose a la baja a los 500 no deja de resultar un consuelo. Triste consuelo, desde luego, pero al menos no es ir directos al abismo como parecíamos ir tan solo hace unos días. Y hacia el que ayer mismo podíamos haber dado un nuevo paso si el juez Andreu decide tomar el control judicial de Bankia, como pedían UPyD y el 15-M. Ello podía haber significado una victoria política de esos grupos, pero sus efectos prácticos, precisamente ahora que se está en pleno proceso de rescate financiero y de vigilancia europea, hubieran sido desastrosos y dado al traste con las soluciones que ahora se intentan.
La fiscalía y los jueces tienen tajo con el contubernio político-económico de las Cajas. Espero que ahonden y acaben por depurar las responsabilidades, sea cual sea la sigla que protege a los unos o a los otros, de quienes han sido los gestores del tremendo desastre que ahora pagamos todos. Pero si estamos en que hay que desalojar a los políticos no es para que los cambiemos por togados. Lo uno ya ha demostrado donde nos ha conducido, lo de los jueces metidos a dirigir bancos, podía ser tan malo como aquello.
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