Categorías: Opinión

El proceso de Bolonia ‘manu militari’

Ya se ha hablado ampliamente sobre lo que se pretende de la Universidad con el denominado “proceso de Bolonia”. En esencia se trata de poner en práctica una nueva metodología para conseguir una formación basada en competencias, lo que implica promover el aprendizaje activo y participativo, el seguimiento y tutorización del estudiante y la evaluación continua. Uno de los análisis más clarividentes de la educación superior en España, a propósito de este proceso, se lo he leído a Frances Michavilla en el libro “El día después de Bolonia”. Lo que nos dice es que la universidad europea tenía para España algunas singularidades,  “…principalmente por el excesivo academicismo existente en las universidades españolas, cuya razón se encuentra en que la formación teórica es más barata y propia de países que destinan menos recursos a las actividades educativas. Una consecuencia de dicha diferencia será que el cambio del rol de profesor ha de ser mayor en el caso de los docentes de los campus españoles”.  
En este proceso adquieren una importancia extraordinaria las nuevas tecnologías de la comunicación y la información (TIC’s), y la formación “online”. La UNED, creada y concebida para facilitar la enseñanza superior a distancia a miles de ciudadanos que la demandan, pero que no pueden abandonar sus trabajos para ir a las clases, está llamada a ser una de las universidades que lideren este cambio, pues ya muchos centros tradicionales virtualizan sus asignaturas y le dan más importancia al estudio personal, que al hecho de asistir a una clase presencial. La prueba irrefutable de ello es que el número de títulos y de estudiantes matriculados en la UNED no deja de crecer.
La estructura tradicional de la UNED se ha basado en la existencia de unos equipos docentes concentrados en la sede central, que preparaban los materiales de aprendizaje, establecían unas pruebas permanentes de autocontrol del estudiante y un sistema de exámenes finales que evaluaba los resultados. Para atender a los miles de alumnos matriculados han resultado esenciales los denominados profesores-tutores, que a través de unas horas de presencia en el centro asociado, intentaban resolver las dudas de los estudiantes, aunque sin capacidad para influir en la orientación docente de la asignatura. Sin embargo, en la práctica, lo que muchos estudiantes hacían era estudiar y memorizar el temario, y presentarse a unos exámenes finales. La asistencia a las tutorías era minoritaria, pues en muchos casos se veían innecesarias. Hoy día, a la par que avanzan las nuevas tecnologías, y que los estudiantes disponen de foros de debate, entre ellos y con los profesores en la red, esa asistencia ha disminuido de forma considerable.
Pero además, con el plan Bolonia se ha introducido un nuevo elemento que distorsiona el sistema tradicional. Este proceso exige evaluación continua y seguimiento del rendimiento del alumno. Ya no es suficiente con un examen final. Aquí recobra una importancia excepcional, de nuevo, el profesor-tutor (entre otras cosas, porque no hay profesores suficientes en la sede central para realizar todas estas tareas). Hay un problema. A nosotros se nos considera becarios y, por la legislación de incompatibilidades, estamos imposibilitados de dar más de 75 horas de clases anuales (tres semanales). Bueno, me refiero a los que tenemos un trabajo principal, que somos la mayoría. Sin embargo, la política oficial de la UNED es exigirnos atender las tutorías presenciales y, además, los foros en la red, los alumnos de otros centros y la corrección de las pruebas de evaluación contínua. Es decir, mucho más trabajo de esas tres horas, pero sin cambiar nuestro estatus, y sin actualizar nuestros emolumentos. Como además, las pruebas que corregimos no las hemos hecho nosotros, en muchos casos, este trabajo se convierte en un tedioso trámite administrativo. No ocurriría así si se nos permitiera ser responsables de un porcentaje determinado de la nota. En ese caso también deberíamos participar en el proceso de preparación de esas prácticas, además de en su seguimiento. Nuestra labor ya pasaría a ser docente y tendría que equipararse a otras figuras existentes en la legislación universitaria (por ejemplo, profesor asociado, o similar). El problema estaría con aquellos profesores-tutores que también lo son de otras universidades, o incluso de la propia UNED. Todo sería una cuestión de adaptación jurídica.
A esto se le ha de añadir otra cuestión. Como a veces tenemos pocos alumnos en nuestro centro, nos obligan a atender a alumnos de otros centros, situados en otras provincias, a bastantes kilómetros de distancia. Incluso a grabar las tutorías. Para ello, se está llevando a cabo una campaña nacional, en la que se “obliga” a los tutores a firmar un documento por el que cedes tus derechos de autor en las grabaciones de tus tutorías. En algunos casos han llegado a amenazar con la expulsión, según denuncian algunos tutores. Esta es la situación. El intenso debate y las protestas, cada vez más numerosas, de los tutores, las vemos a diario en los foros de la red. Ceuta, "manu militari", se adelantó en el tiempo. En su momento, hace un par de años, el director nos dio a entender que, o firmábamos, o quedábamos fuera del proceso. Muchos de nosotros lo hicimos, para evitar conflictos.
¿Cuál es el problema?. Que los actuales directivos nacionales de la UNED no tienen claro cómo configurar nuestro estatus. Lo que sí quieren es que se atienda la cada vez más creciente actividad, pero a coste cero. Esto les lleva a dar unas directrices deliberadamente ambiguas. Quizás con el propósito de que cada centro asociado lo haga a su manera, aunque con la convicción de que la mayoría, por aquello de agradar al jefe, lo harán de la forma más expeditiva posible. En el caso de Ceuta, donde su director está acostumbrado, desde hace ya demasiados años, a hacer las cosas como quiere y sin consultar al profesorado, una de las soluciones ha sido eliminar la figura del coordinador de Facultad y concentrar todo el poder en el Secretario. De esta forma todo está "bajo control" y se facilitan los cambios que se van exigiendo desde los servicios centrales. Aunque para ello se elimine el consenso y el proceso de decisión democrático del centro. Pero esto, ya se sabe, es lo de menos para algunos.  
Claro, esta situación la estamos consintiendo los propios tutores, entre otras cosas, porque ninguno vivimos de la UNED. También las autoridades locales, responsables del Consorcio que gestiona el centro asociado, pues a ellos lo que realmente les interesa es el control político del mismo. Siempre habrá un acto “académico” a la medida de alguien para lucirse mediáticamente. Y también una plaza de tutor para “premiar” algún favor. En Madrid, ni se enteran. Y si lo hacen, miran para otro lado. Lo que quieren es que esto salga adelante, al menor coste posible. Aunque para ello se pierda en calidad académica y en democracia. Me viene a la memoria el recuerdo del año que estuve atendiendo las tutorías de asistencia en red (TAR) de una asignatura de econometría a nivel nacional.
No cobré los emolumentos correspondientes (“beca” según ellos), porque cuando acabé no envié el informe de actividad a través de la red. Mi demanda fue desestimada porque uno de los letrados de la UNED mostró un documento, que yo desconocía, en el que se recogía un acuerdo (injusto, pero legal), de la comisión correspondiente, en el que se aprobaba no abonar el trabajo al tutor de apoyo en red que no enviase el informe de actividad en su fecha. Y ello, a pesar de que toda esa actividad queda registrada informáticamente. Igual castigo se aplica, en algunos centros (por ejemplo, Ceuta), a aquellos tutores que no tienen alumnos en las clases, aunque tengan que estar en el centro las tres horas de rigor.
Esta es la triste realidad. Y digo triste, porque llevo ligado a la UNED casi treinta años y veo cómo se deteriora, cada vez más, nuestra docencia universitaria. ¡Y se molestan porque el sindicato Comisiones Obreras de Ceuta se atreve a reivindicar la entrañable figura del coordinador de Facultad (nuestro querido Doro, en la Facultad de Economía)!.   
Evidentemente, yo reivindico a la UNED y a la figura de profesor tutor. Pero con unos derechos y una dignidad de la que ahora carece. Y también la de los centros asociados, que prestan un servicio impagable a muchos ciudadanos. Pero hay formas para que el profesor tutor no permanezca tres horas en el centro sin alumnos y sin actividad. Por ejemplo, se le podría facilitar un ordenador conectado a la red y dotado de una mini cámara, para que a esa hora los alumnos no asistentes, o los de otros centros, pudieran plantear sus dudas on line, desde sus casas o desde sus trabajos. Quizás esto evitaría muchos de los conflictos actuales, haría innecesarias las problemáticas grabaciones y conseguiría una mayor eficiencia en nuestra labor. Es decir, el concepto de tutoría ha de cambiar hacia un formato más virtual. Este es el camino, aunque sea más costoso. Pero este camino lo debemos hacer juntos, y de forma consensuada. Es lo que exigen una sociedad y una universidad democráticas.
No obstante, me temo que para conseguir esto, quizás tenga que jubilarse antes algún director de centro y efectuarse cambios profundos en parte del equipo rectoral actual de la UNED.

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