Categorías: Opinión

El poder de las corporaciones

En los últimos días se han vuelto a suspender las rotaciones de una de las navieras, Balearia, por “motivos operativos no habituales”. Esto se suma a las suspensiones de las otras navieras, o a la subida de precios de los billetes de forma abusiva. Nada de esto ocurriría si, de una vez por todas, las autoridades se dieran cuenta de que el transporte marítimo y aéreo es para Ceuta, lo que una autovía para otra ciudad del territorio nacional. Está comprobado que la competencia y el mercado no funcionan en este caso. Lo mismo se puede decir de la empresa de helicópteros, que está forzando la situación hasta que la Administración ceda en todo aquello que ellos piden (viajes nocturnos, repostaje con rotores en marcha…). Es decir, en Ceuta las empresas que controlan el estratégico sector del transporte de viajeros con la península nos tienen cogidos por donde más nos duele. Pero esto no es nada nuevo ni extraño. Es lo normal en un mundo dominado por las grandes corporaciones.
Según informes de los organismos internacionales, en 2008 sólo 122 corporaciones eran responsables del 80% de las emisiones de CO2 a la atmósfera. También realizaban el 70% del comercio  internacional y eran dueñas del 90% de las patentes de tecnología y productos. Asimismo, el 80% de la inversión exterior en el mundo estaba en manos de 500 multinacionales. Por ejemplo, una sola, Canadian Cargill, controlaba (y lo sigue haciendo) el 60% del mercado mundial de cereales. Datos más actuales muestran que en 2010 las mil mayores empresas del mundo poseían cerca del 50% de la capitalización mundial de mercado. Y que dentro de ellas, sólo 172 representaban la mitad del total de sus beneficios y de su poder de mercado.
Evidentemente, con estos datos de la economía real, así como con otros referidos a la economía financiera que facilita el Banco Mundial (mientras que el PIB mundial era de 63.3 billones de dólares en 2010, las transacciones financieras lo eran de más de 3.000 billones de dólares, es decir, 50 veces más), no nos excedemos si afirmamos dos cosas. La primera, que el mundo está en manos de las grandes corporaciones multinacionales. Segunda, que la economía actual se apoya en pies de barro, pues el tremendo desarrollo financiero no se corresponde con la realidad productiva de los países. Esto hace que siempre estemos en manos del capital financiero, y sometidos a crisis sistémicas, que ponen en peligro, constantemente, nuestro sistema de Bienestar. Esta es la realidad, el origen y la causa de las tremendas desigualdades (cada vez mayores), entre los trabajadores y los empresarios. No entre los trabajadores de una raza y los de otra raza, como algunos, de forma interesada, nos quieren hacer creer. Los ricos son ricos, independientemente de su religión. Los pobres también.
En lo referente a los índices de desigualdad, en un reciente estudio del sociólogo Carlos Rontomé sobre la realidad ceutí, se muestra que nuestros índices de pobreza superan en más de 10 puntos a la media nacional. También que el 65% de la población musulmana es pobre, mientras que entre los cristianos lo sería sólo el 15%. Aunque este dato puede esclarecer una realidad y ayudarnos a entender por qué algunos reclaman, con razón, que el problema económico de Ceuta se aborde desde un punto de vista integrador, creo que el análisis también se debe realizar desde un punto de vista de clases sociales. Así, si recurrimos a los datos de Contabilidad Regional de España, se observa que mientras que las rentas del trabajo han bajado casi dos puntos desde 2010, las rentas del capital se han incrementado cerca de cinco puntos. Es decir, la desigualdad entre ricos y pobres se incrementa, como en otras partes del mundo. O visto de otra forma. Los ricos (de cualquier religión) son cada vez más ricos, mientras que los pobres (también de cualquier religión) son cada vez más pobres.
Lo anterior nos llevaría a una conclusión clara. La pobreza se puede combatir de distintas formas. Si se hace desde los principios de la caridad, solucionaremos algunos problemas, pero no llegaremos al origen de la misma. Si se realiza desde el punto de vista de la religión, el enfrentamiento sectario estará garantizado de por vida. Si se aborda desde la perspectiva económica, no queda otra que aceptar que la lucha de clases es una realidad que nos acompañará hasta que la renta y las riquezas del mundo estén mejor repartidas. Y esta lucha, o se realiza de forma organizada, o será un caos.  De ahí la importancia de los sindicatos de clase.

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