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El Plus de Residencia

La desigualdad pesa sobre nuestra Ciudad como una especie de inexplicable condena a perpetuidad. Su existencia, incidencia e intensidad no necesitan demostración.  Lo que sí debería ser motivo de reflexión es la parte en cada cual contribuye (activa o pasivamente) a esta flagrante injusticia. Y, quizá lo que es más importante, si tenemos una auténtica voluntad de reversión;  o si por el contrario, hemos terminado por asumir la desigualdad como un elemento básico de una arquitectura social tan amorfa e inmoral como la nuestra. 

Analicemos, por un instante, la situación actual del régimen económico y fiscal especial de Ceuta, concebido en su conjunto como un mecanismo de solidaridad, cuya finalidad es compensar, de manera justa, las penurias (en sentido amplio)  que sufre la población ceutí como consecuencia de los efectos de la insularidad. Dejando al margen la subvención al transporte marítimo, y la concesión de una imposición indirecta propia para la financiación del ayuntamiento; el régimen aludido se cimenta sobre tres pilares: un incremento de las rentas para los asalariados (a través de la percepción de un Plus de Residencia); una sensible reducción de la tributación (el cincuenta por ciento de los impuestos fundamentales); y la bonificación del cincuenta por ciento de las cuotas empresariales a la seguridad social (que mediante un débil mecanismo de trasvase de rentas mejora también los salarios).
Todos los elementos descritos están  reconocidos y regulados por nomas con rango de ley. Excepto el Plus de Residencia aplicable a los trabajadores por cuenta ajena del sector privado. El segmento más débil y vulnerable de la población. El Plus de Residencia aplicable a este colectivo se contempla en una norma del año mil novecientos setenta y cinco (pre-constitucional), que no está derogada, pero que sólo se aplica con carácter subsidiario, siendo prevalente el contenido de los convenios colectivos (por imperativo del Estatuto de los Trabajadores). De esta forma, lo que estaba concebido como un derecho tutelado por el Estado (de ahí la existencia de una regulación legal), pasó a convertirse en objeto de “libre negociación” entre las partes. Las comillas quieren expresar que en España, donde la ley se inclina de manera obscena hacia el poder económico (cada vez más), lo de la libertad no deja de ser un eufemismo.  La insaciable voracidad empresarial (no de los empresarios locales, que es justo reconocer que, en no poca medida, se han mostrado siempre comprometidos con el afianzamiento del Plus de Residencia) trae como consecuencia que el Plus de Residencia esté excluido de, prácticamente, todos los convenios de ámbito estatal que se aplican en la Ciudad. Los trabajadores incluidos en el ámbito funcional de estos convenios están privados del Plus de Residencia. En esta situación se encuentra ya (según estimaciones), un veinte por ciento de la población ocupada. Este colectivo sufre un evidente agravio comparativo con el resto de trabajadores públicos y privados. Sin que nadie lo pueda explicar desde un punto de vista ético, a estas personas no es “necesario compensarles los efectos de la insularidad”. La desigualdad, como siempre, cebándose con las más débiles.
La pregunta surge inevitablemente. ¿Por qué en cuarenta años nadie se ha ocupado de anclar jurídicamente el Plus de Residencia en el marco constitucional? ¿Dónde han estado los parlamentarios ceutíes durante todo este tiempo?  ¿Qué hacen los “todopoderosos” grupos parlamentarios de PP y PSOE que han sido gobierno y oposición alternativamente desde mil novecientos ochenta y dos?
Lo peor es que una medida legislativa que reparara este agravio tampoco figura en la agenda actual de estas fuerzas políticas (podría ser una ley específica, o la modificación del Estatuto de los Trabajadores). Esta clamorosa omisión, sólo admite dos explicaciones (ninguna decente). O bien una infame connivencia del bipartidismo con los grandes grupos empresariales (insolidarios por definición); o bien un absoluto desprecio a los trabajadores y trabajadoras más desfavorecidos de nuestra Ciudad. Nuestro régimen económico y fiscal tiene un agujero negro. En vertiginoso proceso de expansión. Pero nadie reaccionará mientras no afecte a la “jet”. Forma parte de la idiosincrasia de este pueblo que hemos ido forjando entre todos por acción u omisión.

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