Las sesiones plenarias son cada mes más largas, más aburridas y menos cercanas a la ciudadanía. Acaba de comenzar el año y ya hemos tenido el Pleno de récord, a menos que nos remontemos a hace veinte años. Las sesiones se están en una de concurso para ver quien presenta más mociones y más interpelaciones. Se pasan horas generando debates absurdos sobre cuestiones poco importantes y electoralistas que les quitan protagonismo a los temas que realmente afectan a la ciudadanía de una forma directa. Estamos viendo como los convierten en un espacio donde cada cual intenta tener su rato de protagonismo, su minuto de gloria, o su hora, puesto que el de este lunes duro más de once horas, de locura.
Ver disputas entre diputados más propias de patio de colegio que de una sesión plenaria es de risa, y encima muchas de las mociones que se presentan son pensadas exclusivamente para que les voten en contra, hasta el punto de que hemos podido presenciar hasta la oposición de la oposición. En definitiva cada cual mirándose el ombligo y olvidándose de la ciudadanía que les proporciono un lugar en la bancada del pleno y un escaño que ostentar durante cuatro años.
Se presentaron muchas mociones e interpelaciones de relleno y pocas interesantes, como si hubiera una obligación de presentar un mínimo de ellas, o si fuera necesario demostrar más que el de al lado. Horas y horas de debate en el que ya ni los periodistas prestaban atención, y los ciudadanos desde casa, cambian de canal. Una oposición obsesionada con sus intereses particulares y rencillas personales muy lejanas de los intereses de la ciudadanía.
Un pleno más, un mes menos y la clase política un poco más lejos de los ciudadanos, que al fin y al cabo, somos los que con nuestro voto les llevamos a cada uno de los 25 escaños que ostentan. Votos y confianza que son solo prestados, y que aunque puedan ser fáciles de conseguir una vez, requieren que se cumpla con los programas y las promesas para que sean renovados. El protagonista Paco Márquez con su ipad, su twitter y el interés de alguno por saber quien lo llamaba, y es que no es protagonista quien quiere sino quien puede.