El perfil del yihadista

Menores de 30 años, tímidos, residentes en barrios marginales o nivel de estudios primario son algunas de las características de los casos objeto de un estudio

No superan los 30 años, son tímidos y no tienen una vida social rica, residen en barrios marginales, tienen un nivel de estudios primario, son desempleados que se dedican a otro tipo de trabajos precarios y sin regularizar... Son algunas de las características del joven que emprende su marcha a territorios en conflicto como Siria o Irak, según indica un estudio del Observatorio del Norte de Derechos Humanos (ONDH), avanzado ya ayer por El Faro y que hace un seguimiento a 28 hombres y dos mujeres que han partido hacia estos territorios.
De la muestra elegida para hacer este informe, el 67 por ciento tiene 25 años y ninguno excede de los 30, y en esta primera etapa de la vida mostraron una “vida cotidiana en aislamiento, introversión, timidez, vacilación e inconsistencia, debido al bajo nivel educativo y pertenecientes a las capas sociales de especificación frágil con actividades antigubernamentales”. Al no tener “ninguna motivación para seguir adelante”, decidieron emprender su marcha a Siria e Irak para “entender el mundo y cambiarlo” y atraídos por el liderazgo de quienes les captaron. El documento añade que también pueden ser razones de esta marcha la “crueldad de la vida”, el deseo de aventura, la incapacidad de integrarse en la sociedad y la “atracción y el deseo” de seguir los pasos de compañeros que se han marchado con anterioridad y han publicado sus fotografías. Sólo el 10 por ciento de los jóvenes cuyos casos han sido objeto de estudio se habían involucrado en movimientos de protesta social.
En lo que al nivel de educación se refiere, más del 57 por ciento de la muestra examinada tiene un nivel de educación primaria, una categoría “de fácil polarización y lavado de cerebro de los grupos extremistas”. El nivel de secundaria inferior representa el 27 por ciento, el 6 por ciento secundaria y el 10 por ciento tenía formación universitaria.
El 74 por ciento de la muestra es de clase social baja y reside en barrios marginales (como Brarik y Knidsa en Castillejos, Ahriq y Al Aghras en Martil, o Yamea Mezuaq y la medina de Tetuán), y el 23 por ciento es de clase media, y en algunos casos viajaron con la esposa e hijos para “encontrar condiciones adecuadas, garantizando sus derechos y dignidad de vida” y comparando un “estado islámico” con “los placeres de vivir en un justiciero”, según las entrevistas realizadas a familiares.
El 40 por ciento de los casos estudiados forma parte de la primera generación que emigró a Siria después del estallido del conflicto, mientras que el 60 por ciento representa la segunda generación (2013 y 2014).
El 90 por ciento de la muestra tomada para el estudio llegó a Siria en avión desde Casablanca, haciendo escala en Turquía. Esta es una de las rutas escogidas por las redes de captación para enviar a jóvenes a Siria pero no la única, ya que también hay casos de personas que han partido desde Málaga, para llegar a Siria previa escala en Turquía, aunque no es el caso de estas situaciones estudiadas.
El informe habla de la dificultad de identificar a las mujeres que emigraron a Siria e Irak debido al “extremo secretismo” por parte de sus familiares “por temor a la seguridad y los procedimientos judiciales”. Añade que la mayoría de las mujeres que se marcharon lo hicieron para “unirse a sus maridos con niños”.