Basta echar una mirada los titulares de las noticias que nos llegan cada día, y a lo largo de esos días, para que cada uno de ellos nos produzca una determinada sensación; se calibra personalmente lo que en esos titulares se enuncia al igual que ocurre con el menú que nos ofrecen al sentarnos a la mesa para almorzar o cenar. Para los más expertos, una Carta de Vinos hace que su paladar saboree mentalmente cada uno de los vinos allí ofrecidos para su elección. Ocurre con frecuencia que a pesar de gustarnos mucho algo, lo dejamos por alguna razón superior a la del simple sabor, color, estilo en el vestir, unas vacaciones o cualquiera de las cosas que se someten, de hecho, a la elección personal. Ha entrado en acción el paladar del alma y éste es quien, en definitiva, nos proporciona el verdadero “sabor” de cada acción.
Son muchos los años, recientes, en los que las cosas que han ido sucediendo suelen ser difíciles de entender -difíciles o tal vez imposibles - y ello lleva al confusionismo personal y al de la sociedad en su conjunto. El último ejemplo lo tenemos en Egipto; nación que en efecto nos queda lejos geográficamente, pero no tan lejos en lo que significa comportamiento humano ante determinados hechos. Se persiste en una actitud generalizada que no augura nada bueno y que es asimilada por otras naciones como una posible y adecuada forma de actuar en casos más o menos similares. Tiene un cierto atractivo la actitud de protesta, aunque no se tenga razón o no sea conveniente. Se piensa, por algunos, que ese es un buen método para conseguir lo que se quiere, ¿pero dónde está el límite?
En nuestro país se viene empleando la insidia por todas partes; unos la lanzan y otros se aprovechan de ella. ¿Dónde está el paladar del alma, dónde se puede encontrar el espíritu bien formado que rechace lo que no es verdad? Parece que, por una parte, se busca el sensacionalismo, dejando de lado la posibilidad de que la verdad sea muy distinta a lo que se viene anunciando y por parte de algunos se recomienda hasta la anulación de la persona a la que han colgado el sambenito. Parece que hay cierto interés en que todo el ambiente político ande revuelto y por todas partes aparecen cuestiones que ponen en entredicho la labor llevada a cabo por otras personas. Esto motiva ese ambiente de acusaciones mutuas y de poco o nulo trabajo real y beneficioso para la sociedad.
El paladar del alma se basa en la verdad y en la delicadeza. No es lo suyo ni la brusquedad ni el afán de deshacer a nadie, aunque su labor no sea todo lo buena que debería ser. Nuestra sociedad está sufriendo mucho, en todos sus estamentos, porque hay razones para ello y el arreglo de esa situación necesita trabajo bien orientado e intenso, pues el frente al que hay que atender es sumamente amplio.
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