El otro campus es el que muestra de lo que es capaz la voluntad política cuando se da. Una voluntad capaz de ordenar y casi imponer traslados y mudanzas a diestro y siniestro porque es lo que se le antoja a quien manda. La misma que no existe y da la espalda a otras cuestiones importantes en la ciudad.
En el campus de los mas de treinta millones de euros, aunque con “nimiedades” como que los ascensores no funcionan, no hay cobertura móvil, no hay cableado de fibra óptica en todo el ala sur, y un largo etcétera de “no hay”... si algo destaca es ver como la improvisación ha sido la estrella.
Un campus, que realmente no es tal, al que por ejemplo se ha mandado entre otros al Instituto de Idiomas a la segunda planta sin tener en cuenta que ahí acuden niños y niñas desde los siete años, que en algunos casos incluso se han dado de baja por la lejanía de las instalaciones o el difícil acceso a las mismas para l@s más pequeñ@s.
Un campus, en el que también va ubicada la Universidad Nacional de Educación a Distancia pero cuyo traslado ha perjudicado a muchos estudiantes. A Estudiantes, en su mayor parte del extra radio que acudían sin problema a las anteriores instalaciones del morro y que eran todo un referente para esa zona. Ahora, son much@s quienes se quejan del cambio y especialmente de todo lo que va a perder un lugar tan concurrido como era la biblioteca del centro. Esa biblioteca que fue la segunda casa de much@s durante años, incluida la que escribe, con un fondo bibliográfico superior a los 20.000 volúmenes que ahora no tiene ni donde guardar y que puede que se echen a perder.
Sin estanterías.
Sin ordenadores.
Y conociendo a las personas que ahí trabajan, seguro que con la impotencia de no poder atender como habitualmente se hacía a quienes solían pasarse a preguntar y se quedaban a empezar una carrera.
No. Un campus no es la aglutinación que se le antoje al político de turno. Ni es cuestión de cabezonería. Tal vez no todos lo digan alto, pero la mayoría, lo piensan y lo comentan en voz baja.
Hay mucho que cambiar y mucho que mejorar en el aspecto cultural y educativo de Ceuta. Pero la ubicación de las instalaciones de quienes se ven ahora ahí, no era la más importante y esos más de treinta millones de euros seguro que podían haber sido destinados a cubrir muchas otras necesidades. Si no, que pregunten a quienes ocupan el campus.
Pero si algo tiene la soberbia, disfrazada de autoridad, es la in admisión de queja o réplica, a riesgo de ser castigado al ostracismo.