Cuando uno va a ver el último trabajo de Steven Soderbergh se plantea hasta qué punto el anuncio de su retirada prematura está llenando los bolsillos del realizador y sus socios en cada uno de los proyectos que aún tenía firmados. El caso es que ayer me dejé arrastrar a la cita con uno de los autores de referencia del cine americano moderno y tuve la suerte de ejercer a la vez la muy recomendable práctica de ir al cine sin tener más que una vaga idea sobre la película que vas a ver. No siempre se logra, pero en este caso conseguí librarme del destripe de un tráiler desastroso y que al visionarlo a posteriori le entran a uno ganas de denunciar el destripe de la trama en un juzgado (tendría que existir un juzgado de cine, nos íbamos a reír nosotros en vez de algunos señores ejecutivos, pero eso es otro debate); el cartel final en España mejora, pero uno de los exhibidos en Yankilandia también traspasa la línea de lo insinuado a lo desvelado…
Una vez hecha la advertencia, y centrándonos en la cinta, Soderbergh engarza con desigual acierto los eslabones del cine político con la denuncia social y el thriller clásico más académico. Para los dos primeros construye una primera hora de metraje brillante, magnética, que te atrapa en una red de la que no quieres salir y mantiene tu atención concentrada en la atmósfera opresiva y deliberadamente turbia de sus imágenes, muy vintage y poca cámara fija, estilo inconfundible del firmante. Luego, las revueltas y los giros folletinescos no estropean el interés, pero sí deslucen el espectáculo con un final que haga salir satisfecho al espectador medio amante de la “peliculilla de intriga”.
Podemos adelantar sin caer en criticados pecados informativos que Rooney Mara (Lisbeth Salander en la versión americana de Los hombres que no amaban a las mujeres de David Fincher) y Channing Tatum interpretan a una pareja formada por una chica con problemas psicológicos y su marido que acaba de salir de la cárcel. El siempre eficaz Jude Law (especialmente cuando hace de tipo encantador o de padre abnegado) será el doctor que trate los problemas de esta mujer, cuya languidez exasperante y cambio de registro según lo pida el guión escenifica la citada Mara con brillantez. Pero los asuntos de la mente humana y del ser humano en general suelen ser bastante complejos y todo se va empozoñando más y más tras un incidente que da un vuelco a la situación. La aparición de la antigua terapeuta de la chica (Catherine Zeta-Jones), asuntos económicos, una posible mala praxis y mucho más harán lidiar al doctor en entredicho con el oscuro pasajero (parafraseando al sublime y televisivo Dexter Morgan) que a veces gobierna nuestros actos.
Meritorio esfuerzo en resumidas cuentas por hacer cine que piense en aquellos que hay sentados en las butacas, al final incluso en exceso por lo ya expuesto del mejorable final. Aíslense de toda información adicional previa al pase de la película y verán como el espectáculo gana y mucho. No se arrepentirán.…
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