Categorías: Opinión

El oro de España que nos fue robado

Creo que la inmensa mayoría de los españoles ha oído alguna vez de hablar, bien a nuestros antepasados o a algún coetáneo, del oro de España que nos fue robado y expoliado por Rusia a los españoles en el curso de nuestra guerra civil 1936-1939 pero creo que somos bastante menos españoles los que conocemos de forma auténtica la forma y los detalles como tal robo se perpetró. Y como un buen amigo de Madrid me acaba de enviar el documento acreditativo de cómo sucedió tan increíble y lamentable suceso, del que creo que fue el segundo robo más importante que le hicieron a nuestro país después del de Gibraltar, pues simplemente, como español que me precio de ser, creo que es mi obligación moral hacer público dicho documento, para general conocimiento de las nuevas generaciones de españoles que estimo ignoran los detalles sobre cómo sucedieron los hechos; porque sobre este asunto se ha escrito mucho, pero en este caso se trata del relato de los hechos por el propio organizador de los mismos, el general ruso encargado especialmente por el Krenlin para llevar a cabo la operación.
Pero antes quisiera hacer algunas reflexiones propias. Y es que, aunque se trate de dos fechorías incalificables cometidas contra nuestro país, en ambos casos tan injustas y cometidas con parecida vileza, premeditación y alevosía, hay luego una enorme diferencia entre el modo de cómo nos robaron Gibraltar y la forma como nos saquearon nuestro oro nacional. Y es que, si bien en el caso del Peñón el hecho decisivo y determinante de que se nos arrebatara tuvo como principal causa la fuerza de las armas, pese a la tenaz y patriótica resistencia que opusieron los españoles que lo defendían; por el contrario, en el caso del expolio del oro que se llevó a Rusia es aún más triste y vergonzoso que ocurriera, habida cuenta de que el robo sólo pudo cometerse con la colaboración necesaria de los propios españoles que entonces dirigían el país y estaban encargados de su custodia, que olvidándose de su deber patrio de anteponer y salvaguardar por encima de todo los bienes de nuestra Nación, permitieron con propia ayuda y decisión poner el tesoro de España en manos del país que nos lo arrebató, para que nunca más volviéramos a tenerlo. Entonces, pienso que si bien aquella vieja ocupación de Gibraltar todavía sigue siendo hoy la mayor espina que llevamos clavada en lo más profundo de nuestro amor patrio de españoles herido, y que también es, a la vez, la vergüenza de Europa, por seguir permitiendo la existencia de una colonia implantada por la fuerza en el mismo corazón europeo y por un Estado miembro de la Unión Europea a otro de sus Estados miembros, en cambio, el robo del oro de España, creo que tiene como mayor dolor todavía para los españoles de bien el tener que arrostrar ante el mundo la vergüenza y la tristeza del alma de que fueran nuestros propios compatriotas los que ayudaran al saqueo de la Patria, con tanto deshonor e indignidad.
A título de introducción sobre el tema, recuerdo con otros datos ajenos al documento recibido que el oro entonces sacado de nuestro país pesaba 510 toneladas, que fueron empaquetadas en 7.800 cajas. Se trataba de oro amonedado y en barras, cuyo valor ascendía en 1936 a unos 718 millones de dólares, y cuya cantidad se correspondía con el 72,6 % de las reservas totales de tan precioso metal que entonces se hallaban depositadas en el Banco de España. Y la otra parte de las 193 toneladas restantes fueron llevadas a París donde fueron transformadas en monedas; pero ambas partidas nos fueron expoliadas con la misma finalidad, es decir, que nunca más volvieran a España, que entonces era la cuarta potencia mundial en reservas de oro.
Pues bien, el documento recibido, y que publicaré en varias entregas en lunes sucesivos, se refiere a un artículo publicado en abril de 1967, firmado por el ruso Alexander Orlov, que fue el jefe de más alto rango de los Servicios Secretos soviéticos que rompiera con el Kremlin, y que desde 1938 vivió en los EE.UU., y en 1953 publicó un libro titulado “Historia Secreta de los crímenes de Stalin”, con la siguiente apostilla debajo: “Narra por primera vez y con toda serie de detalles lo que quizá haya sido el mayor atraco de la historia, contado por el principal organizador”, aun cuando hay que reseñar que se trata de un documento de ocho páginas, la publicación recibida se refiere solamente a las páginas 34, 35, 38, 39, 40 y 41, por lo que fácilmente se colige que han sido omitidas las páginas 36 y 37 del mismo, que hubiera sido muy interesante conocer. Y comienza de la forma siguiente:
“Aquella tarde del 22 de octubre de 1936, a la luz del crepúsculo, salí de Cartagena. A mi lado, en el coche, incapaz de dominar su nerviosismo, se hallaba un alto funcionario de la Dirección General del Tesoro. Nos seguía una columna de veinte camiones de cinco toneladas. Nuestro punto de destino estaba en las colinas que se perfilaban a lo lejos a seis u ocho kilómetros al norte. Se trataba de un polvorín de la Armada, pero lo que en aquellos momentos nos ocupaba era algo más importante que granadas y cordita. Cuando el convoy se detuvo, ya había caído la noche. Al descender del automóvil observé unas pesadas puertas de madera, reforzadas con barras de hierro, que cubrían el frente de la ladera y junto a las que montaban guardia varios centinelas. Uno de ellos corrió los enormes cerrojos y abrió una puerta doble frente a nosotros. Vimos una espaciosa gruta artificial, excavada en la roca, escasamente iluminada por varias bombillas eléctricas.
En el interior esperando nuestras órdenes se hallaban sesenta marineros españoles. Apiladas contra las paredes, había miles de cajas de madera, todas iguales. Las cajas contenían lingotes, monedas de oro y viruta. Todo ello valía centenares de millones de dólares. Ante mí se amontonaba el tesoro que una vieja nación había acumulado a través de los siglos. Aquello era lo que había venido a buscar y mi tarea era hacerlo llegar a Moscú. Corrían los primeros meses de la guerra civil española. Durante diez días yo había estado preparando la “Operación Oro” con todo detalle. Algunos dirigentes republicanos, temiendo que las reservas del país pudieran caer en poder de las fuerzas del general Franco, decidieron confiar el tesoro “para mayor seguridad” a José Stalin. Aunque autorizada (con dudosa legalidad) por dichos dirigentes republicanos, la transacción constituyó, posiblemente, el mayor atraco de la historia.
El envío a la Rusia soviética de la mayor parte de las reservas españolas de oro – por lo menos seiscientos millones de dólares, según mis cálculos – ha sido objeto de todo género de rumores y conjeturas durante más de dos décadas. Del grupo de hombres que estuvieron implicados en el comienzo de la operación, sólo dos viven todavía: un español y yo.  Había llegado yo a Madrid el 16 de septiembre de 1936, unos dos meses después del comienzo de la guerra civil española, para dirigir un numeroso grupo de técnicos soviéticos en cuestiones militares y de inteligencia. Mi grado en la N.K.V.D. (siglas en ruso de “Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos”, es decir, de Policía Política) era el equivalente a general. Actuaba como asesor principal del gobierno republicano en lo referente a espionaje, contraespionaje y guerra de guerrillas, cargo que iba a desempeñar durante casi dos años.
Al igual que todos los rusos destinados en España, sentía una apasionada devoción por la causa de la república. Nos instalamos en el último piso de la embajada soviética en Madrid, donde disponíamos de un potente equipo de radio. Llevaba allí menos de un mes cuando el oficial de cifra entró en mi despacho con el libro de claves bajo el brazo y un radiograma en la mano. Acababa de llegar de Moscú –dijo – y estas son las primeras líneas: “Absolutamente secreto. Debe ser descifrado personalmente por Schwed”, que era mi nombre clave. Tras una nota introducida del jefe de la N.K.V.D., Nikolai Yezhov, se leía: “Prepare con el jefe del gobierno, Largo Caballero, el envío de las reservas de oro de España a la Unión Soviética en un vapor ruso. Todo debe hacerse en el máximo secreto. Si los españoles exigen un recibo, rehúse, repito, rehúse. Diga que el Banco del Estado entregará un recibo oficial en Moscú. Le hago personalmente responsable de la operación. Firmado Ivan Vasilyerich”. La firma es el nombre clave. (Aquí finaliza la página 35 y salta luego a la página 38).
En la página 39 figura un documento del que sólo aparece la página número 8 final, que fue el que sirvió de recibo del depósito del oro en Moscú, y dice en francés lo siguiente: “...nése Acte, devan être déposes auprés des autorités sus-mentiennées, serasient rédigés par lea suite en lengue française et signes en méme date, le texte française, les deux testex, russe et français, faisant également foi. Y acto seguido aparecen las firmas siguientes: Commisarie du Peuple des Finances de l´U.R.S.S., G.V. Grinko.-El embasadeur de la Repúlique Espagnole en U.R.S.S, Marcelino Pascual. El Commisaire du Peuple Adjeint des Affaire de l´U.R.S.S., M.N. Krestinki” .- El recibo fue fechado el 5-02-1937, y atestigua la llegada de las 7-800 cajas de oro español para su “custodia” en Moscú.

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