Categorías: Opinión

El oportunismo del ‘lockout’

Por casualidades de la vida la expiración del convenio colectivo de la NBA se ha dado en un marco idóneo para los propietarios de las grandes franquicias. La crisis económica que ha azotado y seguirá azotando durante un tiempo más las economías de todo el mundo ha servido de pilar de apoyo esencial para que los administradores de los beneficios y las pérdidas puedan intentar exprimir la naranja hasta el último giro posible. Pero aquel, más que un punto de apoyo noble preocupado realmente por la quiebra de las franquicias y del negocio en general, se ha revelado como la probable clave fingida para reducir los salarios de los jugadores y aumentar las ganancias de un saldo que hoy en día no puede ser tan negativo como los magnates se afanan en insistir. Hay varias formas de llegar a esta conclusión, una de ellas es centrar la atención en la evolución de la propuesta de los dueños, que en un principio proponía establecer un techo de sesenta y dos millones de dólares rígido e insuperable. Tras ser rechazado por los atletas, aquellos sugirieron la idea de que se pudiera rebasar dicho límite a través de diversas excepciones, dándose una situación parecida a la vigente hasta ahora con la utilización de la “luxury tax” (tasa de lujo), que obligaba a pagar una penalización por superar el tope salarial establecido. Entonces, ¿a qué venía el alarmismo inicial de las pérdidas? ¿Es que de un día para otro la rigidez se puede obviar y se puede comenzar a replantear un límite flexible? No hay manera de pensar que el negocio pueda estar en tan malas condiciones si a las primeras de cambio los afectados comienzan a dar marcha atrás.
En sus albores, la actual negociación del convenio colectivo tenía dos pretensiones claras por parte de los propietarios: en primer lugar, la de aumentar el beneficio de las franquicias a costa de sus deportistas, es decir, incrementar el rendimiento económico de  sus figuras a través de una retribución proporcional considerablemente inferior, y en segundo lugar la de equilibrar las fuerzas de los combinados constriñendo el tope salarial, lo que significaría que franquicias claramente más poderosas económicamente como Knicks, Lakers o Celtics no podrían aprovechar la superioridad de su capital, ciñéndose a la sabia elección de los jugadores. Por supuesto esto último generaría más dinero, pues una liga incandescente donde el cambio de liderazgo fuera constante revitalizaría a una gran parte de los equipos, si no a todos, con el transcurso del tiempo. Pero esto último (la idea de un tope salarial inflexible) ya se ha empezado a resquebrajar como hemos comentado anteriormente.
Muchos se preguntarán por qué puede interesar a las franquicias potentes como las citadas que el tope iguale el nivel de la competición si saben que esto recortaría su potencial. La respuesta es sencilla: principalmente porque sus ganancias se dispararían, no solo los sueldos descenderían sino que a esto se debe sumar que sus ingresos, ya altos, ascenderían paulatinamente gracias a su potencial histórico y mercadotécnico dentro de un mercado específico en crecimiento. Escenifiquémoslo en nuestra liga de fútbol: imaginen que el Real Madrid estuviera sometido a un rígido tope salarial y tuviera que cuadrar sus fichas. El equipo de la capital de España no solo conseguiría sumar el dinero que se ahorrara de aquellas sino que además en sus manos quedaría unos ingresos mercadotécnicos en alza (en buena medida marcados por la historia del club) que no serían contrarrestados por la pujanza de los sueldos, ya limitados.
El “lockout” al que hace frente la NBA no tiene comparación posible con los anteriores, o mejor dicho con el anterior, el de la temporada 1998/1999, que finalmente comenzó en enero, pues para el del año 1995 se encontraron soluciones antes de alcanzar las fechas inaugurales de la competición. En esta ocasión la atroz crisis mundial ha conseguido reforzar una estrategia sin duda bien calibrada por los interesados, que han sabido defender un nuevo convenio mediante razones efectistas difíciles de combatir por su populismo. Las modificaciones que se han presentado ante el rechazo de los tahúres no son, como estos mismos han denunciado, profundas, sin embargo caminan en una dirección de flexibilidad que se decía improbable dadas las siempre supuestas terribles pérdidas que las franquicias y el negocio estaban experimentando. Aquellas, por tanto, no son tan cuantiosas, ni, probablemente, se puedan contar como pérdidas reales. Este es el pensamiento de los jugadores y el argumento fundamental para encontrar un acuerdo a la altura de su producción económica individual y colectiva.

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