El tiempo ha demostrado que el sistema del límite salarial de la NBA es la mejor herramienta para crear una liga enriquecida con diferentes aspirantes a lo largo del tiempo. Bien es cierto que mercados como el de Los Ángeles o Nueva York ofrecen mayores rendimientos económicos y mayor facilidad para pagar las multas impuestas tras rebasar el límite, pero la diversidad de campeones y finalistas que se puede observar en la historia de la NBA refleja el sobresaliente rendimiento del citado sistema.
Desde mi punto de vista, el fútbol europeo evidencia la necesidad de implantar una maquinaria similar, sobre todo ante el riesgo de que continúen llegando propietarios con bolsillos sin fondo para ahondar en el dislate que reina actualmente. A la ya conocida diferencia entre el potencial económico de los clubes grandes y los medianos y pequeños, se suma el aumento vertiginoso de las subdivisiones surgidas en el grupo de los grandes clubes. Chelsea, Manchester City o Paris Saint-Germain se han convertido en bastiones del despilfarro en los últimos tiempos, mientras que algún que otro equipo perteneciente a los socios, como es el caso del Real Madrid, continúa con su tradicional trayectoria de gastar montantes inalcanzables por jugadores que no cuestan ni siquiera la mitad. Enfrente de este grupo se encuentra otro, dentro del cual puede destacarse el Barcelona o el Manchester United, equipos que tras abarcar una operación costosa deben combatir contra serios problemas para reordenar su economía y continuar hacia adelante. Mientras que en el Real Madrid el fichaje de Gareth Bale puede llevarse a cabo por alrededor de cien millones de euros, pese al impresionante gasto en jugadores de los últimos cinco años (incluyendo el resto de contrataciones de este mismo verano), el fichaje de Neymar por parte del Barcelona ha conllevado unos delicados malabarismos para estabilizar la economía del club. El caso del Manchester United es aún más delicado debido a la sucia jugada de los Glazers, actuales propietarios del club, impidiendo afrontar un fichaje de tan prestigiosa (por el costo) altura.
Es obvio que poder fichar a cualquier jugador, por disponer de un poder económico ilimitado en la práctica, no asegura ningún título, pero sí facilita la consecución de los mismos, suponiendo una ventaja cualitativa sobre los equipos que no pueden manejar tamañas cantidades. La situación de degradación que está experimentando el fútbol europeo en este sentido es muy peligrosa, dando la sensación de que el mero hecho de gastar ingentes cantidades de dinero puede convertir cualquier equipo en una de las grandes escuadras, al margen de todo lo demás. Por su salud y crecimiento, el fútbol europeo debería aspirar a un estatus superior, incentivando la reducción de las desigualdades de los diferentes clubes, que, por supuesto, no se basa únicamente en poner techo al gasto sino también en nutrir económicamente de una manera aproximadamente equitativa a los clubes, como ocurre en la Premier League.
Además de estas cuestiones, el hecho de ceñirse a un límite obligaría a los equipos técnicos de los diferentes clubes a trabajar más profundamente en el diseño de una plantilla mucho más estudiada ante la imposibilidad de fichar sin fin, por lo que es muy probable que el fútbol ganara en madurez. El proyecto es factible, otro asunto es si interesa o no a los que ostentan el poder en el mundo del balompié.
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