Cuando un gobernante pierde toda sensibilidad, estamos abocados a la tiranía. La falta de razón, la ligereza, y la escasa escrupulosidad con el manejo de datos que hace Cristóbal Montoro, le empuja, no solo a planificar pésimamente, sino también a declarar barbaridades y cometer disparates que, en última instancia, son tangibles en los comedores de cada hogar. Precisamente el ministro de hacienda pública no es la mayor fortaleza política de este gobierno.
El anunciar que los salarios españoles están creciendo es una ignominia de difícil entendimiento por parte de quien debería permanecer en su despacho, en silencio, trabajando para recortar a la administración pública, y no para recaudar más. Pero el señor Montoro, catedrático de hacienda pública – la cabra siempre tira al monte - , se dedica a realizar declaraciones insostenibles que perturban al personal hasta soliviantarlo; los hay incluso quienes pretenden practicar el “Montoro de la Vega”.
Montoro nunca se ha caracterizado por ser reflexivo ni comedido en sus declaraciones. Suyas son aquellas de amenazas de persecución tributaria, hacer públicos los nombres de los defraudadores, o la de “España es el gran éxito económico del mundo”, frase muy parecida a aquella de “España juega en la Champion League de la economía mundial”, justo cuando los indicadores internacionales anuncian que España es la economía mundial que se recuperará más tarde y más lenta de todas… Nos recuperaremos, eso dicen.
Hace tiempo que la prudencia no acompaña a nuestros gobernantes – salvo a Mariano Rajoy, que quizá tenga en exceso -. Y la sabiduría ha dejado de ser perseguida. Desde aquello de “la Tierra es del viento”, pasando por “el dinero público no es de nadie” –quizá por esto se lo quedaron - , hasta esta última de los “salarios crecientes”; los españoles venimos soportando no solo la mediocridad de gobernantes, sino también la vulgaridad intelectual que convierte sus declaraciones en chilindrinas barriobajeras.
Errarla y no enmendarla. El ministro podría haber escapado de las críticas apelando a datos sesgados y restringiendo el valor de sus declaraciones.
Pero no, sus adláteres se han lanzado en cuadrilla a defender lo indefendible. Pierden sensibilidad, pierden todo recato y pierden la capacidad de corregir, y con esto echan abajo toda esperanza ciudadana.
La falta de alturas de entendimientos y la escasa profundidad de conocimientos, coloca a este ministro en la esperanza del olvido con el transcurrir de los años.
No se puede pasar a la historia como el ministro que más cargó los hombros de los ciudadanos, los encrespó con sus declaraciones rayanas en la chulería y la provocación, y nunca pidió disculpas.
Y mientras todo esto ocurre, en España se habla de secesión, de financiación a la carta, ETA fanfarronea por las calles, y la corrupción no sólo galopa desbocada, se permite el lujo de manifestarse ante los juzgados para acosar a jueces, al más puro estilo siciliano-gordillo.
Pese a todo, el ministro se empeña en ponerse el mundo por Montoro… ¡Uy! Perdón. El mundo por montera.