Elevado sobre su eterna pajarita, el rostro de Inocencio Félix Arias (Albox, Almería; 1940) ha sido la imagen de la diplomacia española durante un buen puñado de décadas.
Jubilado en 2010 de esos menesteres que le encargaron hasta tres gobiernos de signos distintos (UCD, PSOE y PP), el hombre que posiblemente atesore más secretos de las relaciones internacionales de la España reciente invierte parte de su tiempo libre en las letras. De sus recuerdos futbolísticos, su otra gran pasión, nació Mis mundiales. Del gol de Zarra al triunfo de la Roja, que hoy (13:00) presenta en la Biblioteca Pública ‘Adolfo Suárez’.
–Presenta su último libro, en el que rememora sus recuerdos y vivencias de los Mundiales, justo cuando España acaba de defraudar con una eliminación prematura. ¿Milita en el bando de los decepcionados o en el de los agradecidos con el pasado inmediato de la selección?
–Estoy en los dos grupos. Decepcionado por haber caído en la primera ronda, algo no insólito pero poco frecuente en un campeón del mundo, y agradecido por lo que significó Sudáfrica.
–¿Ha pecado el equipo de Del Bosque de falta de ambición, como han deslizado incluso algunos jugadores, o estábamos ante un inevitable final de ciclo?
–Falta de ambición, no. Ha habido cansancio, desconcierto psicológico con el mazazo del final del primer tiempo contra Holanda, un poco más de edad en algunos jugadores y bastante mala suerte. Si Silva mete el gol en el minuto 43 estaríamos ahora en cuartos.
–¿Es complicado transmitir afán de superación e implicación a quien lo ha ganado ya todo y además, por si fuera poco, su nómina anual refleja cifras de 5 o 6 millones de euros?
–Nunca he creído que los jugadores se empleen con menos interés por ganar sueldos millonarios. Un jugador de un equipo de Tercera no se emplea más a fondo que un millonario. Le diré más: varios de los de la selección darían de su bolsillo los 720.000 euros de las primas que no cobraron por estar aún en el campeonato con posibilidades.
–En su obra mezcla crónica deportiva y vivencias personales. Sus primeros recuerdos son del Mundial de 1950. ¿Queda algo en el fútbol de hoy, absorbido por el marketing y los sueldos desorbitados, de aquel otro más racial del mundo de posguerra?
–Antes primaba la furia, ahora el tiki-taka. El esfuerzo, la afición de los jugadores es similar. Todos quieren ganar y luchan.
–¿Qué hay grabado con más fuerza en su memoria, el fallo de Cardeñosa ante Brasil o el acierto de Iniesta en Sudáfrica?
–Mucho más lo de Iniesta. Me hizo llorar y ya era mayorcito.
–Confiéseme el instante que cree que resume la grandeza de un Mundial. ¿Las galopadas de Pelé, la pillería de la 'mano de Dios' de Maradona, la parada mágica de Casillas a Robben, aquellas diabluras de Cruyff...?
–El gol de Iniesta y el de Maradona, pero no el de la mano de Dios sino el del regate sucesivo a medio equipo inglés en México 86.
–¿Son los Mundiales una fiel paradoja del mundo actual? Los pequeños como Costa Rica o Argelia sueñan con doblegar a los grandes, pero al final los títulos suelen caer casi siempre en manos de los poderosos...
–Uruguay gano el Mundial de 1950 en Maracaná y era un enano comparado con Brasil. Ahora en cuartos hay poderosos y modestos y, desde luego, los poderosos del fútbol no se corresponden con los políticos. China, Japón, Estados Unidos, Rusia... se han quedado fuera y son las grandes potencias. Colombia, Costa Rica y Bélgica sí están ahí.
–Desde su experiencia como diplomático, ¿es el fútbol un arma política tan manipulable como aparenta o la sobrevaloramos en exceso? En Argentina 78, por ejemplo, se llegó a decir que el ambiente era irrespirable... Y a Franco la victoria sobre “la bárbara” Rusia en la Eurocopa de 1964 le dio bastante juego...
–Los políticos, a veces, han intentado utilizar el fútbol y el deporte para sus fines, los de derechas y los de izquierdas. Esa utilización ha sido con frecuencia exagerada por los comentaristas. El triunfo de Argentina no prestigió a la Junta Militar. Franco sacó un poco de pecho con el triunfo sobre Rusia, contra la que en principio el régimen no quería jugar, y estuvo a punto de renunciar a ser sede del Campeonato de Europa para no enfrentarse a los soviéticos, pero tampoco demasiado. El régimen sacó más réditos de que España comenzaba a desarrollarse, crecía la clase media, llegaban millones de turistas, etcétera.
–¿Fue el Mundial de España la credencial del nuevo país que estaba despertando del letargo y a la modernidad, y que diez años después confirmarían las Olimpiadas de Barcelona?
–Fue un buen escaparate con luces y sombras. Los italianos nos descubrieron turísticamente; al lado de eso, ciertos aspectos de la organización fueron criticados.
-Lo que no acompañó en aquel ya lejano 1982 fue el juego... La actuación de la selección nacional bordeó el ridículo...
–No era un mal equipo, pero no estuvo entonado. Pasamos la primera fase con una ayudita del árbitro, algo normal en los Mundiales. La FIFA debe dar instrucciones de ayudar al anfitrión. Lo hemos visto en el primer partido de Brasil, en el que el colegiado fue casero.
–¿La adjudicación de las sedes de los mundiales ha entrado también en el juego de las relaciones internacionales y la diplomacia? Da la impresión de que la elección de Sudáfrica pretendía dar un espaldarazo a África, la de Brasil afianzar a uno de los países más emergentes, la próxima de Rusia a lanzar un guiño a la renacida potencia, el siguiente en Qatar al poderío económico del Golfo...
–La FIFA se mueve sobre todo por consideraciones económicas. Busca que crezca el mercado del fútbol extendiéndolo a zonas donde hay una clientela potencial considerable. De ahí la adjudicación, extraña, a Qatar y a otros países. Esta obsesionada con conquistar Asia. En el caso de Qatar, además, hay toda clase de rumores de soborno...
–Quizás no se hayan visto más banderas españolas en las calles en las últimas décadas que aquella noche en la que Casillas levantó la Copa del Mundo en Sudáfrica. ¿El fútbol ha servido para que los ciudadanos pierdan ese complejo que asociaba la enseña nacional a dictadura y épocas pretéritas?
–El español, lamentablemente, es poco patriota. Con Sudáfrica, con el Mundial, resucitó la bandera pero no sé si aquel triunfo unió más a nuestro país. Hoy hay más separatismo en España que un mes antes del Mundial de Sudáfrica, es decir, el triunfo de la selección no cohesionó más al país. Lamentablemente.
–¿Se imagina el hipotético día en el que una selección catalana saltase al terreno de juego para disputarle un partido oficial a España?
–No quiero imaginármelo. Sería un desgarramiento doloroso. Barcelona es española bastante antes, siglos, que mi pueblo en Andalucía y las cosas comunes entre Cataluña y el resto de España son mucho más numerosas y mucho más profundas de lo que nos quieren ahora hacer creer.
–¿Y se imagina al F. C. Barcelona disputando la Liga Francesa o una competición catalana?
–El Barça lo tendría crudo. No podría jugar ni en España ni en Francia, aunque hay alguien que tenga interés en camuflarlo.
–¿Ha sido un error mayúsculo de la UEFA dar cabida en su seno a Gibraltar?
–Ciertamente, un error. ¿Qué estaría pensando Platini?
–¿Es el fútbol un eficaz analgésico contra los dolores sociales, sobre todo ahora que la crisis ha golpeado a tantos ciudadanos?
–Analgésico sólo momentáneo. La crisis, aunque hay bastantes signos de que comienza a ser superada, lo noto cuando viajo por España promocionando mi libro, está ahí y el triunfo del Madrid en la Champions no saca a un madridista del paro. Le alivia momentáneamente la decepción, es cierto.
–De los lápices de Forges salió un día una viñeta en la que un personaje deslizaba “Esta semana no hay fútbol. Mira que si a la gente le da por pensar...”. ¿Está de acuerdo?
–Forges es un genio, muy ocurrente, pero estira la situación. No hay campeonato que logre cloroformizar a la gente. Eso ocurre una fecha, dos, pero la gente piensa.
–¿Se garantiza un Gobierno un mes de tranquilidad cuando su selección levanta la Copa del Mundo o es más tópico que realidad? No sé si por casualidad, Rajoy anunció el rescate bancario justo el día en el que España disputaba un partido trascendental en aquel Mundial de Sudáfrica...
–La tranquilidad solo afecta a un sector de la población y unas pocas fechas. Hace falta en la situación actual de muchos países como mínimo ganar un Mundial y al cabo de un par de meses los quebraderos de cabeza volverían. Cualquier persona pueda hablar en un bar durante una hora de fútbol y luego si surge un escándalo como el de los ERE andaluces su rechazo, su irritación por el escándalo le hará también comentarlo.
–Como madridista confeso y exdirector general del club le imagino eufórico tras la Décima. ¿Era una obsesión, tal y como confesó Florentino Pérez? –Hombre, llevábamos una década esperándola, ¿cómo no iba a ser una obsesión? Afortunadamente la ganamos de forma muy merecida. El resultado fue un tanto abultado, pero el triunfo indiscutible.
–¿Mourinho sí o no? ¿Fagocitó el personaje al entrenador?
–Indiscutiblemente un buen entrenador, indiscutiblemente un pésimo diplomático.
–Escribió en su día ‘Los tres mitos del Real Madrid’, categoría a la que elevó a Di Stéfano, Butragueño y Raúl. Si lo ampliara hoy, ¿a quién lo haría extensivo? –Hoy por hoy, a Zidane, Casillas y Ronaldo.
–Si no existiera la rivalidad con el Fútbol Club Barcelona, ¿habría que inventarla? ¿Se imagina un Real Madrid sin ese antagónico rival histórico?
–Puede que hubiera que inventarlo, pero dentro de ciertos límites y ciertamente no ahora. Si en un Madrid-Barça el árbitro se equivoca, sin intención, a favor del Madrid los gritos de que el Gobierno humilla al Barcelona y de que “España nos roba” llegarían más allá del extraño. Alimentarían de forma clara el victimismo catalán que es fácilmente explotado por los que quieren la división y el desgarramiento. Por pequeño que fuera el error del árbitro, eso ocurriría.
–El milagro del Atlético, ¿continuará o acabará desinflándose?
–Se está desmantelando un poquito, pero aún dará guerra. Será difícil que haga una temporada tan buena como la actual, porque los presupuestos de los clubes producen una regularidad perjudicial para los más modestos, pero el equipo de este año era excelente.
“A Marruecos hay que responder lo de siempre: Ceuta es una ciudad española”
Su apellido y la carrera diplomática caminan de la mano desde hace tantas décadas que el binomio parece inseparable. De hecho fue durante siete años el representante de España ante la ONU, cuyo Comité de Descolonización rechaza una y otra vez las ambiciones de Rabat sobre Ceuta y Melilla. En ese punto, Inocencio Arias no admite dudas: “La reclamación marroquí viene de antiguo, no me sorprende cuando brota esporádicamente. Hay que responder lo de siempre: son dos ciudades españolas, Ceuta y Melilla, histórica y jurídicamente”. Tampoco acepta regates en la pretendida equiparación entre las dos ciudades autónomas y la reivindicación española sobre Gibraltar: “Los dirigentes de Gibraltar son hábiles en embarullar las cartas. Son dos situaciones totalmente: Gibraltar es una colonia, y los ceutíes son tan españoles como los murcianos o castellonenses, pero los gibraltareños no son británicos, aparte de otras diferencias...”.