Opinión

El mercadillo

Era viernes. Había terminado mi presentación para el lunes sobre el objeto de investigación que me ha mantenido en Madrid todas las semanas, durante los últimos tres meses. Pero también era día de mercadillo en la costa granadina de Salobreña. Me apetecía bajar y llevar en la furgoneta la bicicleta eléctrica con cajón incorporado, con la que se hace el reparto de pan por las calles de Granada. Si nuestro pan es ecológico y nuestro proyecto apuesta por la sostenibilidad y el respeto al medio ambiente, lo mínimo era contribuir a aliviar la alta contaminación que ahoga a esta bella ciudad. Esta apuesta no fue correspondida, en absoluto, por el Ayuntamiento de Granada, ya socialista, que, ni siquiera nos facilitó el acceso a un parking público. Pero este es otro tema.

El mercadillo en cuestión está organizado por una asociación granadina denominada “Por amor al arte”. Aunque los productos que allí se exponen son de muchos tipos, hasta este año no había productos alimenticios. Pero nosotros insistimos ante la Asociación y ante el Ayuntamiento de Salobreña, indicando que nuestro producto era ecológico y artesano, y poseíamos todos los permisos y certificados exigibles al efecto. La autorización es para poner un pequeño puestecito, de jueves a sábado, desde las 20 horas hasta pasada la media noche. Ya sé que es un fastidio desplazarse hasta allí y volver de madrugada, para seguir la jornada en la panadería al día siguiente. Pero Rosa, la gerente de la panadería, tiene claro que en verano es preciso hacer esto para poder sobrevivir. Según mi punto de vista, este es el auténtico espíritu del artesano emprendedor.

Hace unos días, un buen amigo, que es además director de un importante organismo granadino, me confesaba que cuando él escuchaba la palabra mágica emprendedor/emprendedora, no sabía a qué se refería exactamente. Todo el mundo habla de esto, me decía, aunque no sé si alguien sabe realmente a qué nos estamos refiriendo. Yo guardé silencio en aquel momento, pero pensé en lo que yo entendía por esta definición, que después iba a plasmar en este artículo semanal. Está relacionado, tanto con la panadería de Rosa, como con la respuesta que quiero dar a mi amigo. Lo expliqué en una presentación que hice para el proyecto Etnomet, de la Comisión Europea, que se desarrolló conjuntamente en las ciudades de Granada, en España, y Chaouen, en Marruecos. Y, además, aparece en nuestra página oficial de la panadería.

Aunque se denomina emprendedor o emprendedora a aquella persona que identifica una oportunidad determinada y organiza los recursos para ponerla en marcha, la palabra emprendedor está ligada a la de empresario. “Entrepreneur”, o personas que dirigían las operaciones militares en la Francia del XVI. Contratistas y arquitectos después. Cualquier persona comprometida con una actividad económica (Cantillon). Manager (Marsall). En la actualidad se entiende por 'espíritu emprendedor' todo lo relacionado con el fenómeno de creación de empresas, con el 'espíritu empresarial', que a juicio de la Comisión Europea es un motor principal de la innovación, la competitividad y el crecimiento.

Avanzando algo más, David Bornstein, en su libro 'Cómo cambiar el mundo', nos explica que los emprendedores sociales representan para el cambio social lo que los emprendedores de negocios para la economía. Y nos cuenta historias maravillosas de ingenieros que han ayudado a llevar electricidad a zonas pobres de Brasil, donde las grandes compañías no llegan por la supuesta 'falta de rentabilidad'; o de enfermeras capaces de montar una gran red de ayuda domiciliaria a pacientes de sida en Sudáfrica, prácticamente desahuciados por las instituciones públicas.

Pero como casi todo lo que se hace viral, el emprendimiento también tiene sus límites. Es necesario llamar la atención sobre los mensajes que provienen desde distintas instancias de la sociedad, respecto a la propiedad, cuasi “milagrosa”, que se atribuye al emprendimiento y al autoempleo, como fórmula mágica que acabaría con nuestros problemas laborales. Como recuerdan los expertos, los programas de ayuda y fomento del autoempleo sólo serían medidas que ayudarían, pero no la solución al grave problema del desempleo en nuestro país. Evidentemente, el número de personas que quieren, tienen capacidad y pueden crear empresas, nunca va más allá de un pequeño porcentaje de la población activa.

En el caso del pequeño mercado de las noches de verano de Salobreña, los que allí acuden, además de emprendedores, son artesanos. Artesanos, que, aunque no lo hayan estudiado, han aprendido de la historia, pues a lo largo de la misma, muchas civilizaciones que se creyeron inexpugnables colapsaron y desaparecieron. Solo sobrevivieron las villas rurales, alrededor de las cuales se crearon pequeños núcleos urbanos, dedicados a la agricultura y la ganadería. Y esto fue posible porque las gentes de aquellos tiempos contaban con un profundo conocimiento práctico artesanal en materias básicas para la supervivencia como el cultivo, la crianza de animales, la fabricación de útiles o la construcción de edificios.

Por tanto, los oficios artesanos son ese conjunto de saberes fundamentales para la vida, que van a ser vitales en el mundo que se nos avecina. Muchas de las cosas a las que nos hemos acostumbrado que hagan otros en nuestro nombre vamos a tener que hacerlas con nuestras propias manos, aplicando métodos artesanos tradicionales de producción. En la obligada evolución hacia el mundo más próspero y saludable para todos sus habitantes, la recuperación y vitalización del “saber hacer” representa una considerable fuente de empleo y, sobre todo, de trabajo por cuenta propia. Esta promoción de la industria artesanal hay que enmarcarla en un proceso general de transformación de la sociedad y del propio ser humano.

Mi experiencia en este día de mercadillo fue interesante. Pudimos mostrar a los paseantes la bicicleta con la que intentamos trabajar de forma respetuosa con el medio ambiente. Pude cenar con Rosa, bajo la luz de una preciosa luna creciente, a la orilla de las playas de una bella y tranquila localidad de la costa tropical granadina. También tuve mi lección práctica de marketing, contemplando a los distintos tipos de clientes que se suelen definir en los manuales para directivos de empresas: clientes fieles, clientes indiferentes, clientes agresivos, o clientes impacientes. Olí el incienso con el que amenizaba la noche uno de los artesanos. Percibí la inmensa paz que se desprendía de las pequeñas figuritas hechas con mimo por nuestra vecina de puesto. Y también me percaté de la felicidad que rodeaba el puestecito de dos veteranos artesanos, testigos de mil batallas, tatuados en gran parte de su cuerpo y con el furgón preparado junto al mismo, listo para dormir toda la noche, y durante todo el verano.

Pero, también puede ayudar a que nuestra panadería sea sostenible en verano. Pues también en esta fecha los trabajadores comen, los pensionistas cobran y las Administraciones Públicas y los bancos reclaman sus deudas.

No sé si he respondido o no a las inquietudes de mi amigo. Pero, por si acaso, le doy más pistas. Para mí, él es el vivo ejemplo de lo que yo entiendo por un auténtico emprendedor social.

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