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El Medinaceli en San Ildefonso, ¿la última cruzada de nuestro Obispado?

Como se esperaba desde el comienzo de su papado, Francisco apunta lejos y con profundidad en la renovación de nuestra Iglesia, que sin duda nos hace mucha falta. El papa justificaba estos cambios diciendo: “La respuesta a las preguntas existenciales de los hombres de hoy entraña un cambio fecundo que hay que recorrer con la ayuda de un magisterio de la doctrina social y feliz”, expresaba el pontífice haciendo clara alusión a la reactualización de ciertos conceptos de la curia. Estos cambios ya van siendo ostensibles, aunque el “efecto dominó” de su renovación física e ideológica, aún no parece haber llegado al Obispado de Cádiz y Ceuta. Tiempo al tiempo. Pero como dijo Francisco: “¡No tengan miedo de la renovación de las estructuras!”.
Decía el papa: “Si nos mantenemos en los parámetros de la cultura de siempre, de base rural, el resultado terminará anulando la fuerza del Espíritu Santo. Dios está en todas partes. Hay que saber descubrirlo para poder anunciarlo en el idioma de cada cultura. Y cada idioma tiene un ritmo diverso”, proclamó. Que profundidad en sus palabras, ¿no le parece a usted, señor obispo? El genio de Francisco, siempre iluminado por el Espíritu Santo, se adelanta a los acontecimientos vividos en Ceuta. Parece que, sin saberlo, se la dedica a usted, y a su particular y atrasada idea de mantener el bastión cristiano de San Ildefonso con nuestro Cristo donde impera histórica y socialmente otra religión. ¿Eso es lo que usted entiende por anunciar a Dios en el “idioma de cada cultura”?
El papa decía: “Después de una guerra, hay que curar las heridas. La Pastoral tiene que cuestionarse eso seriamente”. ¿Ha curado usted señor obispo, en la última reunión, las heridas de los corazones de los cofrades de la Junta de Gobierno de la Hermandad del Medinaceli tras ser acusados falsamente por su vicario de hacer obras “a escondidas” en su casa de Hermandad para forzar el traslado de sus imágenes? El Sumo Pontífice explicaba que “La Pastoral es misericordia”, para añadir luego “no se ofendan, pero creo que estamos muy atrasados”, se quejó. Estas magníficas reflexiones del pontífice le vienen como una réplica excelente a la actuación de su Obispado, como anillo al dedo en contra de esa política autárquica y anacrónica sobre el mantenimiento a toda costa y a todo coste del culto de Medinaceli en el templo de San Ildefonso. Señor obispo, siga las directrices del papa utilizando como él dice  “otro idioma” para ayudar a esa cultura que usted desconoce. Lleve usted a Dios a esas personas, no en una parihuela de madera, sino sostenido por un robusto trípode de amor, humildad y caridad. Pero una caridad sin fronteras, expresada por medio de los hechos, con las obras sociales, con ayuda humanitaria, ese es el mejor “idioma universal” para trasmitir el Evangelio. Y para todo esto, no necesita usted a la imagen del Señor de Ceuta en San Ildefonso.
Señor Obispo, usted sabe que Francisco pidió a los obispos y cardenales brasileños no tener miedo de involucrarse en asuntos relativos a la educación, la salud, la paz social, que son las urgencias de Brasil en estos momentos, instándolos a comprometerse más con la realidad social. ¿Tiene usted miedo de hacerlo aquí en Ceuta? ¿Por eso se plantea la posibilidad de eliminar el Obispado de Ceuta, y dejar solo la Diócesis de Cádiz? ¿Le ha informado ya su vicario de nuestra realidad social? ¿O simplemente se ha limitado su vicario a señalar con el dedo en la procesión de la Patrona al único personaje osado y excéntrico que se atreve a escribir sobre este tema en Ceuta? ¿Le ha informado su vicario sobre nuestras urgencias pastorales? ¿Cree usted que es necesidad primordial de nuestra Iglesia mantener a toda costa y a todo coste el templo de San Ildefonso con nuestro querido Cristo de Medinaceli presidiendo el único legado de la cristiandad en un feudo social, cultural y religioso perdido desde siempre y para siempre? Si quiere usted recuperarlo hágalo siempre desde la humildad, desde la caridad, siempre con la doctrina de los hechos, con obras sociales hacia ellos, no con palabras que se las lleva el viento de levante y terminan perdidas en la frontera de la nada, y nunca usando nuestras Sagradas Imágenes que no sirven para “evangelizar” a estas personas.
Señor obispo, si su verdadera intención es realizar una acción pastoral y evangelizadora en San Ildefonso y sus alrededores, siga usted el ejemplo de la Madre Teresa de Calcuta, y sus misioneras de la caridad, que dedicaron toda su vida al cuidado de los pobres y de los más necesitados, tanto hindúes, musulmanes como de otras religiones. Nunca predicando la palabra de Dios con la boca sino con sus manos, con los hechos, demostrando el amor al prójimo. No olvide su frase: “Cada obra de amor, llevada a cabo con todo el corazón, siempre logrará acercar a la gente a Dios”. Eso es lo que necesitan las personas que viven en el barrio de San Ildefonso, una nueva Teresa de Ceuta que los ayude a acercarse a Dios, cubriendo primero sus necesidades básicas, y nunca mediante una anacrónica política de “resistencia”, que recuerda al legado de la Orden del Temple. Señor obispo, busque usted una orden religiosa similar a las Misioneras de la Caridad que emprenda una labor social y humanitaria similar a la que realizó la Madre Teresa en Calcuta. No le encomiende esa difícil tarea a unas familias foráneas que los más que pueden hacer es guardia de relevos como si San Ildefonso fuera una cárcel militar, o una santa reliquia del pasado, que debe ser custodiado como lo hacían los antiguos templarios, vigilando aquellos valiosos bastiones de la cristiandad conquistados en el oriente a base de sangre, sudor y lágrimas. Por otro lado, si como parece, las obras no van a comenzar en al menos dos años, la pregunta logística es evidente: ¿cómo se van a organizar esas familias para cuidar y proteger el templo durante esos 24 meses o 104 semanas? ¿Cuántas familias con sus hijos en edad escolar se tienen que turnar y en qué condiciones? ¿No cree usted que es un alto tributo el que le vamos a exigir a estas personas?
Señor obispo, ¿el mantenimiento del Señor de Ceuta en San Ildefonso es una cuestión religiosa o política? ¿O realmente se trata de un problema religioso con importantes connotaciones políticas? Esa puede que sea la “auténtica madre del cordero”, y perdone usted la expresión, en esta absurda polémica. Le recuerdo que El Papa alertaba sobre “el peligro de la politización del mensaje eclesiástico”. ¿Estamos usted y su vicario politizando el mensaje de la Iglesia? “La ideologización es una tentación que asumió la Iglesia desde el principio”, lamentaba Francisco. Le recuerdo señor obispo, que estamos en un estado aconfesional donde el artículo 16 de la Constitución marca con claridad la separación entre Iglesia y Estado. Por tanto, ¿cuál es el papel y el grado de implicación de los dirigentes políticos de nuestra ciudad en este problema? En este contexto decía el pontífice “¿con qué mirada vamos a ver la realidad? La Iglesia es institución pero cuando se erige en un centro se funcionaliza y poco a poco se transforma en una ONG. Y ahí pretende tener luz propia. Y deja de ser el misterio enorme del que nos hablaban los padres», apuntaba Francisco. «Se vuelve cada vez más autorreferencial. Se transforma en obra, deja de ser esposa; de servidora pasa a ser controladora”, describió. “Y debe ser facilitadora de la fe, no controladora”, aclaró. Estas palabras del papa no dejan de ser un fiel y claro reflejo de los que está ocurriendo en Ceuta con la polémica del Cristo de Medinaceli, donde el obispado debe olvidar ese carácter “autorreferencial” que aludía Francisco, y dejar de actuar como los funcionarios autócratas del pasado, para ponerse siempre al servicio de los demás, facilitándoles siempre la fe sin imponerla, procurando aproximar físicamente la imagen de nuestro Señor a sus fieles caballas, y no con su actitud actual de “fiscalizador, controlador y dosificador”, bajo su único criterio, de la fe a nuestro “Señor de Ceuta”.
Parece señor obispo que usted ha olvidado muy pronto las palabras del papa Francisco en Brasil, donde decía: “El obispo debe conducir, que no es lo mismo que mandonear”. Qué frase más clara y contundente. ¿Señor obispo considera usted sinónimos los verbos conducir y mandonear? Este último verbo tiene un sentido semántico tan explícito como unívoco, y por los hechos acontencidos hasta el momento, parece que el Obispado no tiene problemas para conjugar bien este verbo en primera persona del singular y del plural. Da la impresión que lo que usted pretende en Ceuta es “mandonear”, como dice Francisco, sobre la voluntad de la Junta de Gobierno de la Cofradía del Medicinaci, y sobre el deseo del pueblo caballa que piden a Dios, por activa y por pasiva, que su Señor baje para siempre a su casa de Hermandad.
En su homilía en Brasil, Francisco remarcaba y describía posteriormente la verdadera labor del obispado, “los obispos han de ser pastores, cercanos a la gente. Hombres que amen la pobreza, sea la interior o la exterior. Hombres que no tengan psicología de príncipes. Hombres que no sean ambiciosos. Que sean esposos de una Iglesia sin tener en cuenta la otra, característica de los hombre polígamos que están en una Iglesia esperando la promoción, viendo cuándo llega la otra”. ¿Cree usted señor obispo que con sus decisiones sobre el Cristo de Medinaceli se acerca usted a la gente? ¿Está utilizando la psicología de príncipes del Medievo de ordeno y mando? ¿Está usted verdaderamente “conduciendo” bien la voluntad de sus feligreses en Ceuta o la está “mandoneando”?
Señor obispo, le recuerdo que el papa Francisco en Brasil, ha llamado a la Iglesia a “reconquistar a quienes viven sin Dios, buscando la sencillez en actos y palabras y trabajando en las favelas, cantegriles, villas miseria”. ¿Cómo piensa hacer usted aquí esa reconquista? No se confunda usted con la semántica de la palabra “reconquista” en nuestra ciudad, que puede tener connotaciones desagradables. ¿Va a realizar esa reconquista manteniendo anacrónicamente al Señor de Ceuta en lugares físicos sin culto cristiano rodeado por poblaciones con otra cultura y que procesan otro credo? ¿Cree usted que en Ceuta no existe la miseria? ¿Cree usted que no tenemos chabolas, villas de miseria, ni personas necesitadas que tenemos que reconquistar y rescatar de su pobreza? ¿No ha debatido este tema con su vicario? Si no lo ha hecho, hágalo ahora, pues es ésa la auténtica reconquista y última cruzada social que debe emprender el obispado en Ceuta, siempre con ayuda incondicional de Cáritas de nuestra ciudad. ¿Ha hablado usted personalmente con nuestro representante de Cáritas en la Diócesis o solo tiene usted en cuenta al de Cádiz? ¿Por qué el dinero de Cáritas recaudado en Ceuta debe ir, ser controlado y repartido desde una cuenta corriente de Cádiz? Creo que tiene usted otros problemas más importantes que solucionar en nuestra ciudad, y deje para siempre en paz al Cristo de Medinaceli en su casa de Hermandad. Por favor, señor obispo, no utilice nunca nuestras Sagradas Imágenes como si se tratara del Santo Grial oculto de la cristiandad en Ceuta.
Esta trivial y bizantina discusión ideológica, se ha convertido por desgracia, en una batalla pragmática en nuestra ciudad, y ha tenido efectos muy distintos. Con algunas connotaciones muy negativas, ha dividido a la sociedad ceutí, que no entiende aún el sentido de la polémica, y lo peor de todo ello, es que está reviviendo a los temibles fantasmas del pasado. La pregunta es obvia ¿este absurdo tema tiene por objeto desviar la atención pública de otros problemas más importantes de nuestra Diócesis en Ceuta?
Señor obispo, ¿sabe usted que el Vaticano ha declarado que España necesita una urgente revangelización, frente a lo que ellos denominan el nacimiento de una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo? Las estadísticas muestran que el desapego con el catolicismo en España cada vez es mayor. Un 60 por ciento afirma que casi nunca asiste a misa u otros oficios religiosos, frente a sólo un 13,7 por ciento que asiste casi todos los domingos y festivos. Estos datos deben ser algo inferiores en Ceuta, que aunque presenta una mayoría católica, va perdiendo terreno frente al crecimiento de otras religiones, pero sobre todo frente a la amenaza agnóstica de nuestra sociedad, con una importante pérdida y alejamiento de sus fieles, que abandonan la práctica de la religión católica, sin que a nadie de nuestra Curia Romana le preocupe demasiado, o se pregunte el porqué.
Señor obispo, la nueva y última cruzada de la Iglesia en Ceuta no se debe librar en San Ildefonso con el Cristo del Medinaceli como escudo heráldico de esa “fortaleza templaria” hasta ahora inexpugnable. La última y gran cruzada la debemos realizar todos, en nuestros corazones, en nuestros hogares con nuestras familias, en nuestras comunidades religiosas, y en nuestras parroquias. Para esta cruzada es necesario, como dijo Francisco a los obispos y a los sacerdotes, que vayan donde está la gente, a mezclarse con el pueblo sencillo, a ver, sentir lo que vive cada persona de nuestras comunidades, sean creyentes o no; los invitó a “tener olor a oveja”. Para tener ese olor es necesario que sus sacerdotes dejen de mover el incensario, salgan de sus sacristías, del recinto sacro de los templos cristianos, para buscar en ese “atrio de los gentiles”, densamente poblado por ovejas perdidas, que dejaron la Iglesia, y cuyas almas esperan ser reconquistadas por esa última gran cruzada de nuestro Obispado de Cádiz y Ceuta. ¿Cuándo?

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