Un estado de abandono, sumado a las lluvias y temporales de este invierno, han hecho peligrar el lienzo norte de las fortificaciones del conjunto histórico monumental del Recinto del Hacho.
El tramo entre Santa Catalina y San Amaro ha sido uno de los más dañados por las lluvias, y por los corrimientos de tierra. Estos desplazamientos han provocado que, por ejemplo, las piedras situadas en la zona hayan entrado en un peligro crítico. “La tierra se ha acumulado y está inclinando el muro”, explica José Manuel Pérez Rivera, arqueólogo y presidente de la asociación Septem Nostra, junto a la torre del Pino Gordo.
En este caso, la dejadez a lo largo de los años se ha acumulado a las malas condiciones climáticas de los últimos dos meses, que han agravado el problema de los muros mal conservados.
Recorriendo el camino, un poco más abajo se puede apreciar un derrumbamiento, cuyas marcas son recientes. Se trata del tramo entre la Punta de los Atravesados y Torremocha. “Ha sucedido con las lluvias de este invierno. Puede que no con las del pasado fin de semana, pero sí hace muy poco”, asegura Pérez Rivera. En las murallas se pueden a preciar las vías para aliviar las aguas pluviales, que por su antigüedad y mal estado permanecen taponadas, por lo que no han podido ayudar a mantener el agua.
No sólo este tramo, sino también las dos murallas que lo delimitan se encuentran en mal estado.En la Punta de los Atravesados, la erosión y los derrumbes han dejado a la vista incluso un trazado anterior al conocido. “Esto debería ser objeto de una excavación arqueológica”, remarca Pérez Rivera. La situación de Torremocha es mucho más crítica. Según el presidente de Septem nostra, “se está cayendo como un azucarillo”. El problema son las piedras del muro exterior, que se está descarnando poco a poco. Además, la situación se agrava pues hay construcciones sobre el Bien de Interés Cultural. “Estos edificios, según la ley, deberían ser expropiados, porque están en el BIC y en su entorno”, afirma Pérez Rivera.
Las propiedad de estos muros, según se puede apreciar en los mojones, es de la Dirección General de Costas, perteneciente al Ministerio de Medio Ambiente. Según la ley, el propietario de un BIC es el responsable de su mantenimiento
Asier Solana / ceutaUn estado de abandono, sumado a las lluvias y temporales de este invierno, han hecho peligrar el lienzo norte de las fortificaciones del conjunto histórico monumental del Recinto del Hacho. El tramo entre Santa Catalina y San Amaro ha sido uno de los más dañados por las lluvias, y por los corrimientos de tierra. Estos desplazamientos han provocado que, por ejemplo, las piedras situadas en la zona hayan entrado en un peligro crítico. “La tierra se ha acumulado y está inclinando el muro”, explica José Manuel Pérez Rivera, arqueólogo y presidente de la asociación Septem Nostra, junto a la torre del Pino Gordo.En este caso, la dejadez a lo largo de los años se ha acumulado a las malas condiciones climáticas de los últimos dos meses, que han agravado el problema de los muros mal conservados.Recorriendo el camino, un poco más abajo se puede apreciar un derrumbamiento, cuyas marcas son recientes. Se trata del tramo entre la Punta de los Atravesados y Torremocha. “Ha sucedido con las lluvias de este invierno. Puede que no con las del pasado fin de semana, pero sí hace muy poco”, asegura Pérez Rivera. En las murallas se pueden a preciar las vías para aliviar las aguas pluviales, que por su antigüedad y mal estado permanecen taponadas, por lo que no han podido ayudar a mantener el agua.No sólo este tramo, sino también las dos murallas que lo delimitan se encuentran en mal estado.En la Punta de los Atravesados, la erosión y los derrumbes han dejado a la vista incluso un trazado anterior al conocido. “Esto debería ser objeto de una excavación arqueológica”, remarca Pérez Rivera. La situación de Torremocha es mucho más crítica. Según el presidente de Septem nostra, “se está cayendo como un azucarillo”. El problema son las piedras del muro exterior, que se está descarnando poco a poco. Además, la situación se agrava pues hay construcciones sobre el Bien de Interés Cultural. “Estos edificios, según la ley, deberían ser expropiados, porque están en el BIC y en su entorno”, afirma Pérez Rivera.Las propiedad de estos muros, según se puede apreciar en los mojones, es de la Dirección General de Costas, perteneciente al Ministerio de Medio Ambiente. Según la ley, el propietario de un BIC es el responsable de su mantenimiento.
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