Persigo una estrella generosa que me preste su luz, que me enseñe las palabras con que explicar el mundo que sucede en mi interior. A estas horas, las dudas son la mirada dormida de una conciencia que lucha por despertar.
Me sumerjo en la profundidad de la noche para encontrar el secreto de la memoria, pero un querubín con espada de fuego me corta el paso y me pide la solución de un enigma ancestral.
Es la condición para seguir, sí, pero ¿cuál es su enunciado?
Entonces, convoco a todas las voces de la creación, y es así que recorro todas las distancias que están en mi poder. Sin embargo, el laberinto de la confusión me ha atrapado, ha enseñado sus fauces, y la sensación más abundante es semejante al vacío.
¿Cuántos caminantes no habrán terminado sus pasos sin conocer siquiera el sentido de sus existencias?
Quisiera despertar de esta sentencia que es el frío de los olvidados, y ya solo me queda confiar en mi ingenio, y tener fe en mi trabajada intuición.
Al borde de la inanición, el ángel de luz levantó su espada a la espera de una respuesta final, mientras las estrellas del zodíaco entraban en conjunción.
Al mismo tiempo, levanté la mirada con orgullo y proclamé mi lenguaje: “El secreto de la memoria es la sinceridad”.
Al verse que la respuesta era buena se hizo el silencio, y un haz de luz invadió los lugares donde antes solo había oscuridad. Las palabras se llenaron de significado, y las imágenes, impregnadas de belleza, desoyeron la llamada del olvido.
A continuación, el ángel de luz me propinó con una explicación: “Efectivamente Basilio, que así te llamaban tus padres, la sinceridad es el médico del alma. Allí podrás acudir a beber el agua de la sanación siempre que flaqueen tus fuerzas.”
“Te espera un arduo trabajo de composición, pues habrás de encontrar orden en el caos, y sentido en la equivocación. Una vez pases las imágenes por el filtro de la pureza, tus palabras serán argumentos, y la narrativa de la salud mental no tendrá fin.”
En el último suspiro, a esas horas de la madrugada, el cansancio me hizo cerrar los ojos, y sorprendido por el sueño de las hadas y los medicamentos, hice promesa de escribir el libro de lo que pudo haber sido.
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