El western es un género paradójico, ya que lleva muchos años en serio peligro de extinción, pero cuando alguien se atreve a ponerle el gorro y las espuelas a los actores, suele salir algo de éxito y, si me apuran, también de calidad casi asegurada. Bailando con lobos, Sin perdón, Open Range o Valor de ley entre otros premiadísimos ejemplos son los grandes bastiones de una ambientación que ha pasado a ser una delicatessen que se niega a morir.
El visionario (y loco por igual) artífice de un western de animación con protagonistas animales es Gore Verbinski, conocido por ser el director de cintas como The Mexican, El hombre del tiempo o las tres entregas de Piratas del Caribe, y a lo excéntrico de la premisa, ya puestos a ser raros, hay que añadirle unos bandazos argumentales surrealistas que la convierten a la vez en deliciosamente única y desesperante en más ocasiones de las tolerables.
Rango es un camaleón doméstico que por azares del guión (todo puede explicarse, que nadie cargue la escopeta aún) se ve perdido en un desierto con pueblo cercano que parece haber salido directamente de una película de Clint Eastwood (como actor, se entiende). Más azares igualmente explicables le convertirán en sheriff del pueblo, sin ser demasiado valiente ni demasiado cumplidor de nada, pero así es la magia del cine. Obviamente, el puesto vendrá cargado de problemas con villanos de opereta representados por una temible serpiente con la voz original de Bill Nighy, romance y algún secreto que no debería haber sido descubierto y que traerá dolores de cabeza a los buenos.
La fortaleza de la producción reside en un diseño de efectos (en saludable 2D) portentoso, y una elección de personajes realmente atinada, ya que lo divertido e inteligente del camaleón y su estética es sólo un ejemplo más de un “casting” brillante. Para la voz del protagonista presta la suya un entregado Johnny Depp, que en España suena con la de su doblador habitual, todo un detalle que se agradece por parte de los a veces sufridos oídos que asisten a barrabasadas que los famosetes hacen con las películas de animación en el país tan poco certero con el séptimo arte en el que habitamos.
Los homenajes son múltiples, algunos evidentes y otros realmente para cinéfilos profesionales (desafío para matrícula de honor: a ver quién es capaz de descubrir dónde hay oculta una nave sacada nada menos que de Star Wars…), aunque precisamente es ese homenaje continuo el que constituye el mayor obstáculo para un guión que con tanto guiño llega a la dificultad visual y pierde la perspectiva. Eso sí, no se pierdan el momentazo tan innecesario como estelar del cameo del Clint Eastwood de El bueno, el feo y el malo (con poncho y todo). Homenaje en suma a un género que ha dado mucho al cine y que seguirá dando por mediación de otro que supone el progreso: ¿contradicción o declaración de principios?
Puntuación: 6
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