Por supuesto que muy largo me lo fiais y todo lo que se quiera de la dialéctica oficial y de la filosofía sufrida y popular, ahí incluida la tesis de mi buen compañero de fatigas gibraltareñas Carrascal, de que Londres termina engañando, uno tras otro, a todos los ministros españoles de Asuntos Exteriores, pero se impondría dejar sentado ya de entrada, que lo más relevante resulta el focalizar con precisión el iter para salir del enredo, duradero de más de tres centurias y a pesar o quizá por ello, crecientemente complicado.

Las recientes negociaciones sobre el Brexit, tan alambicadas como acostumbran los británicos, complicadas endémicamente por el carácter mercantilista o de tendero que, según el propio Nicolson, caracteriza el accionar exterior británico y más en este caso del Brexit, operación difícil de calificar como jugada maestra y ahí están las diferencias entre los interesados-afectados para confirmarlo, han salpicado a la diplomacia española, a su opinable acción-inacción sobre el Peñón cuya tipificación es simple si como corresponde se aplica la técnica de la política exterior y no criterios de política partidista. En este enrevesado tablero diplomático, España ha perdido posiciones respecto a lo obtenido en el 17 pero sigue manteniendo en grado suficiente su postura.

Pues bien, si resulta necesario que España no ceje en esta negociación, ello no es el punto aunque por supuesto forma parte del punto. Porque el punto, el centro a nuclear, muy visible y definido por lo demás aunque complicado por diversos vericuetos, radica en que Gibraltar es un tema colonial, un territorio no autónomo sujeto a descolonización, sin que a sus habitantes les corresponda la libre autodeterminación al no ser la población original, todo ello según Naciones Unidas desde 1946. Desde entonces, el diferendo ha ido perdiendo buena parte de su bilateralidad, que arranca del tratado de Utrecht en 1713, para correlativamente y como corresponde integrarse en el marco onusiano. Dicho de otra manera, las negociaciones o si se quiere, las no negociaciones con Londres, entre ellas la situación en la que Gibraltar quedará ante la UE tras consumarse o no el Brexit, son importantes aspectos de su cotidianeidad conflictiva e irresuelta pero el fondo, el quid de la cuestión, es la resolución del conflicto colonial, lo que constituye una obviedad de primer grado, que sin embargo y al parecer, todavía requiere ser reseñada.

Asunto diferente es el cuándo, en qué momento el Reimo Unido entre en razón y despache el caso, es decir, proceda a la descolonización que, para colmo dilatorio, si está ahí no se debe a ninguna diestra jugada de la diplomacia hispánica, en general en el contencioso al parecer de no demasiado nivel como muestran los resultados, lastrada además por sus indecisiones y cambios de política, sino a que fueron precisamente los británicos los que optaron por ese status para el Peñón.

Entre los inconvenientes externos, metabilaterales, en la senda hacia Gibraltar, destaca sobremanera el argumento geoestratégico, es decir, la tesis alauita de que ninguna potencia permitirá que un mismo Estado controle las dos orillas del Estrecho. Pues bien, amén de que como ya ha dicho, que con España en la OTAN el aserto podría tener segunda lectura, no deja de ser una posición táctica., un argumento discursivo, un subdato antes que un dato, que se recoge por pura honestidad expositiva. Como es sabido, entre los documentos desclasificados por el Archivo nacional británico, al cumplirse el plazo de 30 años, lo que debería hacerse por Exteriores-Defensa en España, figuran unas notas confidenciales del embajador en Madrid Parsons al Foreing Office según las cuales Juan Carlos I habría dicho que España no buscaría una solución rápida al problema de la soberanía en Gibraltar aunque daría algún paso al respecto, con intención de mantener tranquila a la opinión pública española durante cierto tiempo. El monarca español habría dejado claro que no tenemos ningún interés en recuperar Gibraltar en un futuro cercano porque Hassan II reactivaría inmediatamente la reivindicación sobre Ceuta y Melilla, lo que citaba el Gibraltar Chronicle seguido por el Daily Telegraph y medios españoles recogían.

Por aquellas fechas, avanzando el 13, el tercer centenario de Utrecht, en plena canícula y con la crisis desatada por el vertido de los bloques efectuado por los gibraltareños en aguas circundantes, más las manifestaciones del titular de Exteriores de que ¨se acabó el recreo en Gibraltar¨, el Gibraltar News recordaba unas declaraciones mías citando la tesis alauita, a El Faro de Ceuta, tras una conferencia en el Foro del Estrecho de Cádiz, que provocaron inopinadamente un cierto revuelo. Aunque quedaba claro que las tesis eran del vecino del sur, el hecho de que yo las mencionara, facultaba al reputado analista David Eade a escribir que ´se trata de un arreglo impuesto por la geopolítica y que sin duda rubricarían las potencias mañana mismo. En aras de la geoestrategia, a Marruecos, un valioso aliado de Occidente, se le permitiría tomar posesión de Ceuta y Melilla y au vez, España sería compensada con Gibraltar. Las palabras de Ballesteros, a former diplomat, ambassador, academis,,writer and so on and so forth, son escuchadas en España y son también del Partido Popular. Pero si hasta recientemente, cuando hace poco más de una década Azna y Blair intentaban cerrar un acuerdo sobre Gibraltar, ambos podían estar acertados, en la actualidad se equivocan y tal pacto geopolítico ya no es posible por que hoy el derecho a la autodeterminación gibraltareño es más fuerte que nunca y está reconocido y amparado por el gobierno y la corona británicos así como amparado en la familia británica ¨.

No, mis estimados amigos gibraltareños, y recuerdo lo que yo mismo he denominado ¨doctrina Caruana ¨: los gibraltareños no somos antiespañoles sino a ser españoles por la fuerza¨, la concesión del derecho de autodeterminación no es un tema de familia –por digna que lo sea, que lo es, y yo siempre rindo homenaje al archisabido gran hecho de que fueron los ingleses los primeros en poner en marcha las instituciones representativas- sino que corresponde en exclusiva a Naciones Unidas y de él se excluye a los llanitos por no ser la población original, requisito sine qua non. Y respecto de la geopolítica, se insiste en que no es lo mismo con España dentro de la OTAN.

En cualquier caso y al significar un tema diplomático, no jurídico, no vinculante, a diferencia de la autodeterminación, pudiera acaecer y entonces se entraría en el permanente y resbaladizo terreno diplomático con mí añorado Marruecos (siempre evoco que, en la línea de los viajeros clásicos del XIX que para conocer bien los países musulmanes se hacían pasar por árabes, soy uno de los contados extranjeros que acompañado por amigos marroquíes, que me transformaron en un distinguido sidi, mudo, como doble salvaconducto, introdujo la cabeza bajo el catafalco de Idriss I, fundador de Fez, origen de Marruecos) y su hábil diplomacia que bien conozco ¿ ¨Quién no conoce a Ballesteros ¨ , se excedió en Rabat el presidente de la delegación rabatí en las negociaciones sobre el túnel del Estrecho? Sea como fuere, parece incuestionable que si bien pudiera influir en el plano geoestratégico, acelerándolo o retrasándolo –nótese en este punto que la reivindicación de las ciudades es imprescriptible para el vecino del sur- no puede mermar un ápice la razón española hacia la resolución del conflicto colonial gibraltareño

Sigamos procediendo, pues, sobre la situación colonial, lo que constituye el camino correcto, al tiempo naturalmente de ir cubriendo las flancos colaterales, como los tan mentados efectos de Brexit sobre el Peñón ante la UE.

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