La presentación de un informe del Real Instituto Elcano que, entre otros temas, analiza la situación de Ceuta y de Melilla y sus perspectivas de futuro, ha tenido amplio eco en los medios informativos nacionales y locales, suscitando numerosos comentarios acerca de sus conclusiones, que más bien deberían haberse circunscrito a un círculo menor, dadas las circunstancias. Pero no ha sido así, lo que obliga a tratar sobre él.
El citado Instituto se define en su página web como un “thing-tank” de estudios internacionales y estratégicos que analiza el mundo desde una perspectiva española, europea y global. Como es muy posible que ese anglicismo del “thing-tank” le haya sonado a chino a más de un lector –si es que los tengo– me apresuro a aclarar, tras consultarlo en internet, que viene a significar algo así como un tanque de pensamiento, un depósito de ideas.
El profesor Félix Arteaga, autor del mencionado estudio e investigador principal del Instituto Elcano, es doctor en Relaciones Internacionales, licenciado en Derecho y en Ciencias Políticas y oficial de la escala Superior de las FF.AA. en la reserva. Según lo que, con referencia a Ceuta y a Melilla, han informado las agencias de noticias, muestra su inquietud respecto del porvenir de ambas ciudades, a la vista de sus perspectivas de sostenibilidad, demográficas, económicas e identitarias. Por desgracia, nada que no hayamos percibido ya desde dentro.
La evolución que vienen experimentando sus poblaciones, en las que los habitantes “de origen hispano” (así los define Arteaga) disminuyen paulatinamente, mientras crece de modo significativo el número de los “de origen marroquí” (como también los define Arteaga); la falta de una estructura económica capaz de sostener a la cantidad de personas que habitan en las ciudades autónomas, y la repercusión que tal composición poblacional puede significar en la propia identidad histórica de las mismas, son elementos que preocupan seriamente al profesor Arteaga, quien vaticina que, en el corto plazo por lo que respecta a Melilla, y a medio plazo en cuanto a Ceuta, los partidos nacionales perderán su fuerza electoral, en beneficio de opciones localistas con bases étnicas, lo cual significaría, para el mencionado investigador, un claro peligro de “marroquinización”.
Se queja Arteaga de que no se hayan adoptado medidas correctoras de tal situación, solicitando que el tema sea objeto de la debida atención por parte del Gobierno español. Lo cierto es que Ceuta no goza de las necesarias condiciones para que encuentren trabajo en ella sus 13.000 parados, habida cuenta de su reducida superficie, de su aislamiento del resto de la nación –que le supone un coste extra muy elevado para el transporte de mercancías y de viajeros– y de su ausencia de fuentes propias de riqueza –salvo el puerto, que por su privilegiada situación está dotado para ser una gran gasolinera en la calle Real del mundo, pero sometido a irritantes cargas, como la que supone el recelo de muchos armadores a que sus buques atraquen aquí para aprovisionarse, ante la posibilidad real de que se cuelen en ellos inmigrantes irregulares como polizones, lo que les hace preferir otros puertos de la zona, e incluso tomar combustible en alta mar.
Ceuta –y asimismo Melilla– siempre necesitaron –y han tenido– un sistema económico-fiscal favorable, similar en sus fines a las antiguas cartas puebla, establecido para afincar en ambas ciudades gentes venidas del resto de España. Igualmente, ambas ciudades precisaron continuamente de la nutrida presencia del ejército. Pero con el ingreso de España en la actual UE se perdió en gran parte el atractivo de ser Territorios Francos. Además, las respectivas guarniciones se han visto sensiblemente reducidas. Poco o nada se ha logrado a cambio. Al contrario, la inmigración ilegal ha supuesto una carga más que añadir a las desfavorables circunstancias descritas. Desde el Estado no se ha creado ninguna nueva fuente de riqueza que sirviera para compensar los atractivos perdidos, y con la publicación de informes como el del Instituto Elcano poco se podrá esperar de la iniciativa privada.
Y, mientras tanto, el número de habitantes sigue creciendo y creciendo. Como ya he dicho en otras ocasiones, somos demasiados.
Habla Félix Arteaga en su informe de las dificultades de integración existentes y de los escasos matrimonios mixtos, sin comprender quizás que la unión de otras confesiones con la musulmana se hace muy complicada. Habla también del “dariya” y del fracaso escolar, refiriendo que el aprendizaje del español se ciñe a las escuelas, pero que en las casas de los niños de origen marroquí solo se habla aquel dialecto, dificultándose así los avances escolares. Y asimismo trata sobre la posible radicalización de jóvenes y de la presencia de imanes marroquíes, a los que atribuye, al menos en parte, la propensión a marroquinizar estas ciudades españolas. Creo que ahí se equivoca, pues la postura de la gran mayoría de los musulmanes aquí radicados parece inclinarse claramente hoy día hacia lo español y al Estado de bienestar de que se goza en España, incomparablemente mejor que el de la vecina nación, a pesar de la crisis.
Lo que sí puede haber es una tendencia a la exaltación de sus propias señas de identidad –lengua, fiestas y costumbres– así como a la islamización, que no es lo mismo que la marroquinización.
Pero no todo está perdido. Aún se está a tiempo de invertir el pronóstico del informe. Solo faltan un poco de comprensión y una dedicación especial y preferente a las dos aiudades autónomas.
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