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El indio hace el indio

Como es sabido a estas alturas por los aficionados al fútbol y por los aficionados a las meras curiosidades, un tal Ali Syed, indio de nacionalidad y musulmán de religión, ha comprado al comienzo de esta temporada el equipo del Racing de Santander, club que milita en la primera división del fútbol español. Pues bien, este personaje se ha significado hasta estos momentos por no saber guardar las normas más elementales que se estilan en los palcos de los equipos españoles. Cuando su equipo mete un gol, Ali Syed se levanta y alza los brazos y su comportamiento es idéntico al de cualquier forofo que se precie. Incluso se vuelve hacia la fila de atrás del palco para saludarse con otros individuos que actúan como él y que al parecer son también procedentes de la India. Todo ello sucede mientras ignora olímpicamente al presidente del equipo rival, que suele sentarse muy cerca de él, y que aguanta estoicamente, y como puede, la actitud deleznable para estos pagos del dueño del club. Hay que reseñar que el presidente del Racing mantiene la compostura y se le ve abochornado y disculpándose ante el presidente del equipo rival, sentado junto a él. Sin embargo, el inefable Revilla, presidente de la Comunidad de Cantabria, también se une a la juerga y al desmadre del dueño indio del Racing, mientras se fuma, eso sí, un enorme puro. Este Revilla tampoco sabe guardar las formas en un palco, o al menos se le han pegado las malas maneras del dueño del equipo. Todo lo malo se pega, ya se sabe. Podríamos decir aquí que el citado Ali Syed ‘hace el indio’ cada vez que su equipo mete un gol. Valga el juego de palabras en esta ocasión. Pero no acaba aquí las ‘indiadas’ de este personaje, sino que por ser musulmán ha prohibido radicalmente –oído en ‘Tablero Deportivo’– que en el descanso de los partidos celebrados en el campo del Racing se sirvan bebidas alcohólicas y jamón a los invitados y a los gestores del equipo.
Parece que este tipo desconoce aquel refrán castellano que nos aconseja que “Donde fueres haz lo que vieres”. O aquel otro dicho británico que dice que “Cuando vayas a Roma haz lo que hacen los romanos”. Es el eterno problema de quienes profesan la religión islámica y acceden a países en los que la libertad de religión es piedra fundamental para la convivencia. Pero no aprenden. Quizá este espantajo cree que al haber puesto sobre la mesa un buen puñado de billetes tiene carta blanca para hacer de su capa un sayo. Quizá crea que porque es musulmán puede obviar y pisotear las costumbres culinarias, o no, de los españoles. A este tipo parece que no le han enseñado que si él no quiere o no puede beber bebidas alcohólicas y comer jamón y sus derivados es su problema, pero no es problema de los que se sientan en el palco con él. Y por respeto a sus invitados debe observar las normas que se estilan por estos pagos. Sus millones –a saber cómo los ganó en un país, India, en el que millones de personas nacen, crecen y mueren en la jodida calle–, decía que sus millones no le facultan para comportarse rudamente ni pisotear las costumbres de los españoles, en este caso. Pero acaso lo más doloroso de toda esta historia es que los que están con él en el palco no protestan ni lo dejan solo en el bar con sus secuaces indios, empezando por ese personaje que le lleva anchoas a Zapatero a la Moncloa, sí, a Revilla me refiero.
Es fácil aprovechar esta ocasión –y lo voy a hacer– para repartir estopa a diestro y siniestro contra esos islámicos que acceden a las sociedades occidentales y adoptan una postura frontal e intransigente contra las costumbres y hábitos de los países a los que acceden. Acaso me tachen de oportunista y de coger el rábano por las hojas, pero, aun siendo así, el comportamiento de estos islámicos que aterrizan en occidente ya clama al cielo. ¡Ya es suficiente! No se les mete en la jodida cabeza que sus reglas morales ya no funcionan en las sociedades laicas, abiertas y democráticas y  que sus esquemas mentales y su concepción del mundo chocan violentamente con los usos y costumbres de estas sociedades occidentales, y que por estos pagos las libertades individuales están por encima de los derechos de los colectivos religiosos, étnicos o cualesquiera que sean.
Lo realmente lamentable es que los personajes que lo rodean –Revilla y compañía– le ríen las gracias y que no haya nadie que le ponga al día sobre los usos y costumbres de los españoles, especialmente, sobre la cultura del vino y del jamón. Que ha comprado el club, no las costumbres, tradiciones y hábitos de los españoles.

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