Cuando aparezcan estas líneas, tras la pausa del cálido estío, ya habrán corrido ríos de tinta, de palabras y de imágenes sobre la sesión de investidura de Rajoy, sin duda el acontecimiento más mediático-circense del verano y del año.
A estas alturas, asesoras de todo horizonte, analistas de cifras y tendencias, especialistas en frases y eslóganes… En definitiva, spindoctoras de distinto pelaje, ya habrán emitido sus dictámenes e informes en torno a las estrategias a seguir de ahora en adelante para echar la culpa de todo a la “otra”.
Midiendo vocablos al milímetro y utilizando pura trigonometría política para lograr acuerdos que posibiliten un escaño o un apoyo de más, todos los partidos (cada vez más fragmentados internamente, por cierto) se afanan en cuadrar sus círculos imposibles. Si París bien valía una misa, el Poder siempre lo vale todo y sólo hace falta querer verlo para comprobarlo.
Y en medio de toda esta fanfarria, ¿qué espacio ocupan las ciudadanas? Pues ninguno. Traducción rápida: la política sigue sin querer nada de ellas, encontrándose al margen, como siempre, de las grandes –y pequeñas- decisiones de Sus Señorías.
En este mediocre teatro del absurdo, a pesar de que sean ellas las que sufren, padecen y pagan, ni tan siquiera alcanzan a ser invitadas de piedra, salvo en caso de elecciones, que entonces sí se necesita de su brazo mecanizado para legitimar en sus puestos a quienes viven a años luz de la piojosa realidad. No, desde esas alturas no se sabe de hijas que tienen que irse hacia otras latitudes para poder vivir, de madres que ni siquiera trabajando como bestias logran alcanzar el final de mes o de niñas que siguen mezclando agua con leche en desayunos de mentira.
A fuerza de tanto sufrimiento y de asimilar que el conjunto de las ciudadanas no tiene por qué tener voz ni decisión en los llamados procesos políticos, esas mismas ciudadanas están al borde del colapso aplastadas por tanta parafernalia dialéctica y huecos discursos. En efecto, se están hartando literalmente de tantos versallescos “síes” y “noes” porque saben perfectamente que al final (entre otras cosas, así se lo recuerdan constantemente desde los bancos azules y rojos), les prometan lo que les prometan, van a seguir mandando las de la Europa de la doctrina del shock, y si alguna piensa lo contrario es que está soñando por encima de sus realidades.
A años luz de las maquinaciones para alcanzar Sillón y Poder, las ciudadanas antes mencionadas están literalmente hartas de corrupción, corruptelas y abusos de poder y van por la senda de aborrecer la nauseabunda pitanza política que se les ofrece para ir prefiriendo otras alternativas más fáciles de digerir.
Obviamente, si la capacidad de participación ciudadana que se les ha inoculado (y que comprueban a diario) es tan lamentable que se iguala cero, la opción del desencanto elegida no va a ser, precisamente, la de una opción asamblearia donde todas tengan la capacidad de decidir y revocar en todo momento a cualquier representante por su mala gestión. Son, sin duda, demasiadas dosis de anestesia social, hábil y concienzudamente inyectadas, para poder esperar una reacción de este tipo. Es más, ni siquiera las que se erigen en herederas del 15-M se han librado de las miserias políticas; cierto es que, por otra parte, otra cosa no se esperaba de ellas: la adrenalina del mando produce monstruos.
Quedando la posibilidad de la democracia directa anulada, sólo queda el camino que, inexorablemente, lleva hacia la autovía del autoritarismo a ultranza. Puestas a no dejar pensar, más vale recurrir a las especialistas, y en ello están.
Obviamente, ahora, en septiembre de 2016, esta teoría parece descabellada, trasnochada, conspiracionista y hasta nihilista. Además, ¿quién puede preferir los grilletes a la Libertad? Pues los prefiere quien ha sido empujada a terminar asimilando que Libertad [libertinaje en lenguaje facha] es sinónimo de meter las manos en las -muchas- cajas con total impunidad o casi, a creer que Libertad significa morirse de asco en el paro o que Libertad es comprobar cómo jóvenes y mayores tienen que hacer las maletas camino de la Laponia de turno para sobrevivir, como ya se aconsejó desde la CEOE, dicho sea de paso.
Así, de forma pausada pero segura, las huestes del nuevo Imperio de las Tinieblas van tomando posiciones. Alimentan sus discursos antidemocráticos en medios de comunicación y redes sociales, veneran las figuras de las más célebres carniceras de la Historia reciente y las presentan como las salvadoras del Ahora mintiendo sobre la verdad de aquellas épocas, negando holocaustos varios o brutales represiones. Apuntan a la Democracia como la causante de todos los males, enalteciendo la mano dura como única solución, sin especificar, obviamente, que como siempre la mano dura no iba a ir precisamente contra las chorizas de corbata y medallas.
Pero si alguien duda de esta posibilidad, que explique el por qué del fulgurante ascenso de los partidos de corte fascista en toda Europa, incluida Francia, cuna de la Liberté, l’Égalité y la Fraternité donde Marine Le Pen se está transformando en un clara alternativa de gobierno.
Mientras todas las tropas del Imperio de las Tinieblas ya se van calzando el negro uniforme de gala, las relucientes botas altas y ajustando la fusta castigadora, nosotras seguimos a lo nuestro, que es dejar que la clase política siga alimentando a la bestia, algo que a mí ya me produce mucho más que escalofríos.
Luz o Tinieblas. Como siempre, usted sabrá.